Circunnavegación
Cerca de 35.000 millas náuticas en 293 días y sin apenas salir de un barco de 100 metros de eslora por 13 de manga en el que han convivido 232 marinos... Con estas cifras, el buque escuela de la Armada «Juan Sebastián de Elcano» concluye hoy su undécima vuelta al mundo, la cual ha estado marcada por dos acontecimientos totalmente diferentes: el quinto Centenario de la primera circunnavegación a la Tierra de Magallanes y Elcano, y la pandemia del coronavirus. Y ha sido esta última la que ha convertido la gesta del que también es el XCIII Crucero de Instrucción en todo un reto, pues durante casi diez meses la tripulación de este bergantín-goleta ha estado prácticamente confinada y sin poder pisar tierra allá por donde pasaba. El buque, en definitiva, ha sido una burbuja anti-covid en la que no se han registrado incidentes sanitarios.
«Absolutamente atípico y marcado por la incertidumbre», así define esta singular y difícil travesía el comandante del «Elcano», capitán de navío Santiago de Colsa Trueba, quien allá por diciembre, en el ecuador de esta vuelta al mundo, ya aseguraba a este periódico el «desafío» que suponía el confinamiento de la dotación durante tanto tiempo. Eso sí, dejaba claro que lo afrontaban «con responsabilidad».
Según señala ahora a LA RAZÓN, a escasas millas de alcanzar Cádiz y completar esta gesta, no siempre estuvo claro que pudiesen finalizarla, pues en todo momento han estado estudiando «la evolución de la pandemia y tomando las decisiones oportunas sobre la continuidad de la vuelta al mundo». De hecho, el recorrido ha sufrido numerosas modificaciones porque, recalca, «la prioridad era la seguridad sanitaria de la dotación».
Un grupo de hombres y mujeres que han cumplido con éxito su misión gracias, entre otros, a su «compromiso». Y al buque, pues «ha demostrado estar en buen estado de forma», explica el comandante. De hecho, recuerda «cuando se le puso a prueba en un temporal a la entrada del Estrecho de Magallanes con 70 nudos de viento y demostró mantener un buen comportamiento marinero en capa cerrada».
Y para que todo fuese según lo planeado, la clave era convertir el crucero en «una burbuja libre de Covid», lo que les ha obligado a «adoptar estrictas medidas preventivas», como la imposibilidad de salir con libertad del buque en alguno de los puertos en los que han recalado y la prohibición de «interactuar con personal ajeno a la dotación». Lo normal hubiese sido ver a los marinos españoles paseando por Punta Arenas (Chile) o por Cebú (Filipinas), pero a causa de la pandemia únicamente podían estirar las piernas o hacer deporte en espacios acotados para ellos en los puertos.
Todos los miembros de la dotación destacan, de esas «limitaciones», la dificultad para «llevar a cabo acciones divulgativas para poner en valor el V Centenario de la primera vuelta al mundo» y ensalzar «la españolidad de la gesta». En todas las ceremonias celebradas han participado «sin desembarcar», aunque el comandante deja claro que «la mera presencia naval del buque ya era importante».
Un barco que, además, también es una embajada flotante y que en la antigua normalidad organizaba en los puertos a los que llegaba actividades dirigidas a la comunidad española, como juras de bandera, comidas con autoridades o jornadas de puertas abiertas. Algo que en esta ocasión ha sido imposible.
«La parte más negativa de este Crucero de Instrucción ha sido no poder desarrollar esa labor diplomática que es característica de este buque». Así lo explica uno de los 60 aspirantes a oficiales de la Armada que viajan en el «Elcano», el guardiamarina de 1º Jesús Moreno. Para él, esta limitación deja «cierto regusto amargo por no poder acercar al buque a tantos españoles y simpatizantes repartidos por el mundo».
Ortega y el resto de guardiamarinas son, en cierto modo, el alma y los verdaderos protagonistas de la vida de este aula navegante y el comandante confirma orgulloso que «todos ellos superaron el demandante curso académico y estuvieron involucrados en tres campañas científicas encaminadas a estudiar los efectos del cambio climático en la mar».
Pese a todo, el guardiamarina Ortega se queda con «la satisfacción del deber cumplido» después de diez meses conviviendo en «condiciones espartanas», «lo que hace que sea motivo de orgullo para todos el haberla completado con éxito y profesionalidad».
Tal y como explica este joven marino, ese «carácter atípico» del crucero «ha hecho de él un reto mayor de lo que ya supone habitualmente». Y destaca que lo que en principio «parecía algún tipo de utopía ha acabado siendo toda una aventura en la que se han conseguido los objetivos propuestos de la navegación». De hecho, hace hincapié en que, aunque «las condiciones de partida eran titánicas», el «orgullo» de reeditar la gesta de Magallanes y Elcano «es lo que ha dado sentido a esta hazaña que ahora estamos a punto de completar».
Y para que hayan podido gritar ese «misión cumplida», también ha sido de gran ayuda la presencia de un psicólogo, que embarcó en diciembre en Guayaquil (Ecuador) para hacer más llevadero a la dotación este «confinamiento naval». Porque, tal y como explicó en su día una de las sanitarias del «Elcano», teniente coronel Isabel Martínez, se corría el riesgo de que alguno de los efectivos desarrollara episodios de ansiedad, estrés, depresión o falta de concentración, lo que podría derivar en un accidente.
Pero hoy, todas esas incomodidades y limitaciones vividas en estos diez meses pasan a un segundo plano, porque a las 11:15 el «Juan Sebastián de Elcano» atracará, por fin, en el puerto de Cádiz. Y lo hará con un tripulante más que no ha querido perderse esta gesta: el Rey Felipe VI, quien poco antes embarcará en el buque para acompañar a toda su dotación en el punto final de esta singladura «atípica» e «incierta», pero cumplida.