La estrategia
Andalucía: la “bala” de Casado contra Sánchez
La única justificación viable es que Vox deje de garantizar la estabilidad. Ferraz teme la jugada y avala que su líder regional haga de costalero
La dirección del PP se marcha de vacaciones con un trascendente debate interno abierto en canal. Es el que afecta a la fecha de las elecciones en Andalucía, uno de los feudos socialistas por antonomasia y donde en Génova sueñan con conseguir ahora el impulso definitivo en su camino hacia La Moncloa.
El precedente de Madrid, donde la victoria de Isabel Díaz Ayuso facilitó marcar un punto de inflexión en la relación de fuerzas entre el bloque de la izquierda y la derecha a nivel nacional, ha animado una discusión en la que hay opiniones enfrentadas sobre si les conviene o no forzar el adelanto electoral en Andalucía para utilizar también esa «bala» en el plano nacional contra Pedro Sánchez.
La tentación es grande porque el PSOE andaluz está en pleno proceso de reconstrucción después de la catarsis que forzó su salida de la Junta de Andalucía por el batacazo electoral de 2018. A lo que se suma el reciente cambio en el liderazgo de la federación por la sustitución de Susana Díaz por Juan Espadas, el candidato de Ferraz.
Las tornas se han dado la vuelta. Y si en la Comunidad de Madrid era Génova la que pisaba el freno al PP regional, ahora es el PP nacional el que rema con más fuerza hacia valorar el adelanto electoral en Andalucía para pillar al PSOE «con el pie cambiado y sin tiempo de que se asiente su nuevo líder».
La dirección nacional y la dirección andaluza coinciden en que la convocatoria de elecciones tiene que justificarse bien, tienen que encontrar un motivo que avale ese movimiento ante el votante sin manchas de oportunismo. Pero en Génova hay dirigentes que ven mucho más fácil la maniobra que en Sevilla, donde se impone el respeto a «la responsabilidad de gobierno».
El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, ha construido una buena relación con Ciudadanos. Ha aprobado Presupuestos y hasta ahora ha tenido estabilidad parlamentaria gracias también al factor externo de Vox. Y es aquí donde puede estar el señuelo para hacer el movimiento que en estos momentos tanto temen en Ferraz.
El batacazo electoral del PSOE en Madrid provocó un efecto en cadena con el que puede relacionarse incluso la drástica remodelación del Consejo de Ministros con la que Sánchez ha dicho adiós a este curso político. Que en el «debe» de su balance entre en cuestión de meses otra derrota, y, precisamente, en un feudo tan simbólico para las siglas del partido como Andalucía, tiene sin duda un nuevo efecto desestabilizador para la izquierda. Aunque no tenga por qué ser definitivo en el resultado de las próximas elecciones generales.
En este contexto entra en juego el choque de Vox con el PP de Ceuta a cuenta de la aprobación en la Asamblea de la ciudad autónoma de la declaración de «persona non grata» contra Santiago Abascal, gracias a la abstención de los populares. La polémica ha servido para que algunos hayan visto la oportunidad que se buscaba para llamar a las urnas en Andalucía. Si Vox no apoya, fácil decir que «la responsabilidad es de ellos».
Vox puede haberse dado cuenta del cepo porque amagó en un primer momento con una ruptura de relaciones entre los dos partidos, que luego matizó. Si fuera en serio, Andalucía es el marco perfecto para que los de Abascal experimentasen con esa operación de desestabilización de los gobiernos de centroderecha, que no es, por cierto, la primera vez que amenazan con desencadenar. Hasta ahora estas advertencias no han tenido nunca consecuencias prácticas.
Es evidente que la justificación más razonable, de cara a la ciudadanía, de ese adelanto electoral es que haya un problema de gobernabilidad. Si el presidente Moreno puede seguir aprobando sus leyes, como ha hecho hasta ahora, en el PP andaluz asumen que ir a unos comicios fuera de plazo es «una opción arriesgada porque el votante entendería que se les está utilizando por interés de partido. Por eso, ante las ansias que algunos contienen, a duras penas, en Génova, en el PP andaluz el discurso avanza por otro camino más prudente. El mensaje oficial dice que ahora no tocan elecciones, y sí recuperación y vacunación. También aseguran que «aguantarán hasta donde puedan», «pero podemos aguantar y no hay mayoría a favor del adelanto».
El presidente andaluz tiene que manejar bien sus cartas porque unas elecciones mal controladas pueden dejar su Gobierno en manos de Vox, alterando la comodidad inherente a su actual coalición con Ciudadanos. Las expectativas de los naranjas en este territorio son malas, igual que les ocurre en el resto de España, y el pulso electoral será entre el PP y Vox dentro del bloque del centroderecha. En 2018 el reparto de fuerzas quedó con el PP a la cabeza, con 26 escaños, 21 para Ciudadanos, y otros 12 diputados para Vox. Justo ahora se abre un nuevo proceso de negociación para sacar adelante las cuentas de 2022, y el PSOE, para limitar el espacio de Juan Manuel Moreno a la hora de justificar el adelanto, ya le ha lanzado la oferta de su apoyo para eliminar a Vox de la ecuación.
Espadas ha dado un giro a la oposición del PSOE andaluz desde que ha asumido su liderazgo, y esto ya se ha traducido, por ejemplo, en su abstención con la Ley del Suelo y el respaldo a otras dos leyes, la de Reconocimiento a la Autoridad del Profesorado y la de Infancia y Adolescencia. Esto facilitó que los tres proyectos salieran adelante. Con independencia de la oportunidad real que los socialistas vean a estos proyectos legislativos, la estrategia también se puede leer como una maniobra para desactivar de manera preventiva el mensaje del PP de que la falta de estabilidad le obliga a llamar antes de tiempo a las urnas. Haya elecciones en plazo, o para principios del próximo año, Génova y Ferraz saben que se juegan su futuro en la batalla andaluza. Después vendrían las autonómicas y municipales.
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