Inocencio Arias

Una Europa ávida de líder en la derecha

Una vez en el poder, Casado encontraría espacio sin Merkel. La excanciller le diría: «Lo primero es echar a la izquierda, después la UE está abierta»

Pablo Casado en la clausura de la Convención Nacional del PP en la plaza de toros de Valencia
Pablo Casado en la clausura de la Convención Nacional del PP en la plaza de toros de ValenciaAlberto R. RoldánLa Razón

Los piropos que líderes extranjeros echan a su anfitrión en una conferencia nacional recuerdan un poco las presentaciones de libros. El que introduce al autor, independientemente de lo que piense de su obra, está obligado a elogiarla. Es posible que no lo hiciera si en su fuero interno pensara que el libro era de una mediocridad absoluta, normalmente le daria vergüenza echarle demasiadas flores, pero puede que tampoco crea que es algo irrepetible, singular. Por eso, aunque lo cosechado estos días por Casado sea notable,hay que ser prudentes y modestos.

Personalmente estimo que las exhortaciones europeas de estos días a Casado se sientan sobre una premisa, la de que debe ganar las elecciones para capitanear lo que sea. Ser conocido por la opinión pública europea no tiene la menor trascendencia. Los periódicos de Nueva York, donde me encuentro, cito, por ejemplo al New York Times, recogen los comentarios más destacados, por razones varias, de bastantes líderes mundiales que asisten a la Asamblea de la ONU, están los del chino, el ruso, los dos coréanos, el iraní, el turco, el sirio, el venezolano, el brasileño, el palestino, el israelí, el americano, por supuesto... Dirigentes que cuentan o que están en zonas calientes de hoy. Por supuesto, que no hay la menor referencia de Sánchez. Es normal aunque sus fontaneros vendan que pasma a su interlocutores.

El líder de la derecha española no debe estar preocupado por no estar muy baqueteado en el exterior, no lo está, ni por su fluidez en lenguas foráneas, que imagino no es excesiva. Aznar se desenvolvió muy bien en Europa donde gustan los políticos que tienen palabra. Su objetivo es descabalgar a Sánchez lo que, dada la propensión de éste a aliarse hasta con los que insultan a su madre, Casado solo puede lograr no dividiendo al partido, lo que le restaría votos decisivos, y no dándole patadas en salva sea la parte al político de otro partido que lo puede sentar en la Moncloa.

Aunque algunos europeos se extrañen si Casado coqueteara fugazmente con Abascal, más se escandalizarían de que al centro-derecha se le escapara el poder en la cuarta nación de la Unión Europea por puritanismos mal digeridos. Sánchez ha dormido con Podemos y, aún con desconfianza en varias cancillerías, más aún en Estados Unidos, no se le ha cerrado la bolsa de los 140.000 millones europeos. Vox no huele peor que los podemitas ni quiere pulverizar la Constitución o la Monarquía. Querencias que desagradan un tanto en Occidente.

Una vez en el poder, Casado encontraría, sobre todo ahora sin Merkel, una Europa ávida de encontrar alguien presentable de la derecha. El vacío actual es patente.

Merkel se marcha en olor de santidad, aunque como con Obama, pasará poco tiempo en que empezarán a aflorar sus pifias. Las tuvo y también fue mandona y a veces unilateralista. Pero gran negociadora, la alemana también susurraría a su colega español: «No te confundas, lo importante es echar a la izquierda, después Europa esta abierta».