19-J

El PSOE se aferra al voto útil de la izquierda para resistir

Focaliza la recta final en concentrar el voto de su espacio ideológico ante las fugas y la incapacidad de captar electores de centro con la campaña de «miedo a Vox»

Pedro Sánchez y Juan Espadas en un acto de campaña el pasado fin de semana en Málaga
Pedro Sánchez y Juan Espadas en un acto de campaña el pasado fin de semana en MálagaÁlex ZeaEuropa Press

El objetivo ya no es ganar, ni siquiera sumar, el objetivo es resistir. El PSOE cierra una campaña a contracorriente. La primera que encaran desde la oposición, o lo que es lo mismo, sin el vigor electoral que garantiza detentar el poder. Una campaña en la que se han ido transitando diferentes etapas. Varios eran los desafíos a los que se enfrentaba el partido: con un candidato prácticamente desconocido fuera de Sevilla; con un electorado aletargado, que arrastraba el hastío de la pandemia y un partido en k.o. técnico por las luchas fratricidas y que parece no haberse despertado del mal sueño de perder su bastión hegemónico. De confirmarse los vaticinios demoscópicos, se consolidaría el cambio de ciclo que arrancó en 2018, cuando un pacto de PP y Ciudadanos desalojó al todopoderoso socialismo de la Junta.

El PSOE volvió a tirar de guion prestablecido y se aferró a la bandera del «miedo a Vox» como potencial movilizador. Después de las elecciones en Castilla y León, en las que la formación de ultraderecha tocó poder por primera vez, la amenaza había tomado cuerpo. Sin embargo, en una sociedad que no se reconoce mayoritariamente conservadora, después tres años y medio de Gobierno de Juanma Moreno con apoyo externo de Vox, la sensación generalizada es que las cesiones a los de Santiago Abascal han sido mera cosmética. Además, tal como publicó este diario al inicio de la campaña, los socialistas comenzaron a percibir que la respuesta que generaba en el electorado su campaña de miedo a Vox no servía precisamente para engrosar las filas de la izquierda, sino para reforzar la mayoría del PP y garantizarle así mayor independencia. Esta corriente se ha cifrado, por las sucesivas encuestas publicadas, en una horquilla que va del 11 al 15% de votantes que en su día apostaron por el PSOE y ahora lo harían por Moreno. Además, tampoco permitía a los socialistas ampliar su base electoral por el centro, del hundimiento de Ciudadanos apenas recogen descontentos.

La estrategia ha resultado contraproducente. Lejos de servir para sumar votantes ha generado una vía de agua y ha obligado a activar todos los resortes para frenar la sangría. Esto ha hecho que, en la recta final, los socialistas hayan optado por garantizar su supervivencia política, en lugar de apostar por alcanzar una suma de izquierdas. El umbral en el que se medirá la dimensión de la derrota de Juan Espadas es doble: en lo cuantitativo, se fija en el millón de votos. Es la marca que se registró en diciembre de 2018 y de la que no se había bajado, salvo en las europeas de 2014. En estos comicios se aspiraba a tensionar el músculo municipal para atraer a otros 400.000 votantes extra que sí acudieron en 2019 a votar por el PSOE, pero la falta de implicación detectada en los alcaldes ha complicado el objetivo. En lo cualitativo, se ubica el suelo histórico que marco Susana Díaz. Sus 33 escañosserían ahora un buen dato. Entonces, sirvieron para ganar, pero no para gobernar. Ahora ni siquiera lo harían para conseguir una victoria, pero sí para no dar la sensación de retroceso, para contener el golpe que supondrá no ser la fuerza más votada en Andalucía.

Por ello, en las últimas horas Juan Espadas ha llamado a concentrar el voto útil de la izquierda en el PSOE, para que no se «disperse» en otras formaciones progresistas. «Cada voto es determinante», y «aquellos que creemos que Andalucía necesita progresar y, por tanto, un gobierno de progreso, debemos votar a la fuerza política que lo pueda garantizar, y ahí la izquierda tiene un problema en este momento», asegura el candidato socialista, que apostilla al respecto que «dispersar el voto, o conseguir que votos a formaciones que no obtuvieran finalmente representación parlamentaria se pierdan, acaban siendo votos para la ultraderecha».

Voto oculto

Los socialistas andaluces se revuelven contra la foto fija que arrojan las encuestas, aseguran que lo que perciben en la calle es totalmente distinto, con un candidato y unas siglas que no generan rechazo. Pero de ahí a que acaben cogiendo la papeleta del PSOE hay un abismo y, por ello, desde el cuartel general del PSOE se encomiendan al voto oculto y a los indecisos. Recuerdan lo que ocurrió en 2012, cuando en plena resaca de los ERE, las encuestas llevaban en volandas a un Javier Arenas que no llegó a la Junta. «Andalucía siempre depara sorpresas», señalan, tampoco en 2018 se captó la pujanza de Vox, que acabó permitiendo la suma de derechas.

En el margen para la esperanza de los socialistas también está el alto porcentaje de electores que se reconocen indecisos. Hasta un 22,5% según el CIS flash que se publicó el pasado lunes. En el PSOE se resisten a entregar, sin pelear, las llaves del que fuera su fortín histórico. «Esto es Andalucía», recuerdan, intentando exhibir un músculo que se ha demostrado fuera de forma. El sprint hasta las urnas demostrará el fondo que le queda.