Antonio Martín Beaumont

Uvas y urnas

PP y PSOE arrancan 2023 con la vista puesta en las citas electorales. Mientras Feijóo lidera las encuestas, Sánchez debe convencer a los votantes de que sus medidas económicas funcionan

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se han tomado las doce uvas escuchando las campanadas del nuevo año de urnas. En 2023 van a medir sus fuerzas y recontarán sus votantes. La democracia enterrará a la «sondeocracia». Los españoles decidiremos, visto lo visto, entre dos proyectos antagónicos para el país. Las municipales y autonómicas del 28 de mayo supondrán el primer test. Las generales vendrán luego, previsiblemente el 10 de diciembre.

El presidente del Gobierno y el líder del PP saben que los electores van a sellar la suerte política de uno de los dos. De hecho, ambos, con sus planteamientos, han decidido quemar sus naves. Si los votos expulsan a Sánchez de La Moncloa, el PSOE deberá buscarse un nuevo secretario general, por mucho que crea haber tejido una red de seguridad en su entorno que lo tiene blindado. En cuanto a Feijóo, de quedarse sin alcanzar el poder, la estrella de la política no le dispensará un trato distinto. El gallego no es un mandatario que vaya tomando decisiones internas en su formación para agarrarse al cargo.

La carrera empieza con Alberto Núñez Feijóo en cabeza de todas las encuestas. Cabe destacar la alta capacidad del Partido Popular para unirse alrededor de su figura, espoleada con la victoria de Juanma Moreno en Andalucía por mayoría absoluta. Un triunfo el 28-M certificaría el cambio de ciclo imparable. El presidente del PP ofrece una visión del país sin etiquetas y con vocación de transversalidad. Su manera de hacer las cosas atrae amplias mayorías, incluyendo a los desencantados del sanchismo. Sus nueve meses al frente de la organización le han permitido anclarse en la centralidad a golpe de sentido común, experiencia, moderación, vocación de servicio al Estado y ataques al déficit de credibilidad de un presidente del Gobierno en manos de extremistas, radicales, bilduetarras e independentistas.

Parches anticrisis

Enfrente, el guion de Pedro Sánchez consiste en convencer a los españoles de que la economía mejora. Que sus parches anticrisis no son eslóganes de campaña, sino «escudos sociales». Queda por comprobar si el ciudadano de a pie, y particularmente la olvidada clase media, compra esa propaganda de latiguillos electoralistas en medio de una inflación que aumenta las estrecheces de los hogares entre los sinsabores que crea el convulso Gobierno de coalición.

Sánchez ha asimilado que en el segundo semestre llegará a la presidencia de turno de la Unión Europea con la guerra de Ucrania aún en marcha. Ello rompe sus planes e inquieta a su núcleo duro. Nadie tiene claro cuáles van a ser los efectos colaterales en España. Además, Sánchez ha cavado un abismo con Feijóo que impide en estos doce meses activar una interlocución civilizada entre los dos grandes partidos españoles. Más todavía, el secretario general del PSOE promete acelerar su visceralidad de la mano de unos compañeros de viaje que desean tumbar la Carta Magna y cuyo mayor nexo es el odio a la derecha.

El líder popular es consciente de que van a acusarle de ser el culpable de las siete plagas de Egipto. En La Moncloa no ocultan que ese es su plan. La peligrosa deriva de Sánchez ha venido a secundar en gran medida las políticas de Unidas Podemos y a contentar a ERC, que seguirá presionando para celebrar un referéndum de autodeterminación. Tras los indultos a los líderes del procés, el borrado de la sedición y la rebaja de la malversación, el siguiente pago ya está sobre la mesa.

Lo curioso es que el estado mayor socialista niega que sus concesiones al independentismo vayan a tener consecuencias en las urnas. Es más, presenta su «compromiso con la convivencia» como un activo electoral. Hace semanas que mandan ese mensaje a las federaciones a lo largo y ancho del país. Y buscan que la asuman sus barones. Aunque sin demasiado éxito.

Alberto Núñez Feijóo tendrá que redoblar su perfil constitucionalista. Así resalta cómo se tambalea Pedro Sánchez subido sobre los zancos de los enemigos de la Constitución. Al incendio del prestigio de las instituciones debe sumar la bochornosa instrumentalización de la causa feminista por parte de la pata morada de la coalición gubernamental. La ley del «solo sí es sí» ofrece a diario dolorosas rebajas en las condenas de los agresores sexuales. Y ello en medio de un insoportable repunte de asesinatos de violencia de género. Sánchez sin embargo no mueve un músculo de su cara para cuestionar el proyecto estrella de Irene Montero.

Tanto es así, que la titular de Defensa, Margarita Robles, fue obligada a rectificar a toda prisa sus declaraciones contra los morados, que se cierran en banda a tocar una sola coma de la norma. Lo último que desea el equipo monclovita es reabrir frentes con Unidas Podemos, un espacio en plena ebullición ente Yolanda Díaz y las «hermanas» Irene Montero y Ione Belarra. La órbita del PSOE se ha mostrado incapaz de dar un solo paso para reparar las fisuras de la ley. Se limita a trasladar la unidad en la lucha contra la violencia machista y a mostrar ante la opinión pública su «profunda frustración» por la ola de crímenes. Un suma y sigue de mensajes huecos que no pueden maquillar la natural indignación social.