
Pedro Herrero
Agárrate a mí, "moñeco"
No hay verdad, solo estrategias del lobby gubernamental

En una parte secreta de la zona anterior de mi cerebro reside una estúpida satisfacción: cuantos más sanchistas hay trabajando en TVE, menos personas ven la tele pública. Supongo que esta sensación malsana es compartida con cada loco que ha vivido en las profundidades de la realidad memética. Nosotros, pocos, felices, pero pocos, no podemos más que celebrar que de manera solidaria el desconcierto vaya llenando las miradas de tantos ante el esfuerzo de lidiar con la fragmentación de una conversación imposible de digerir.
Mientras se nos mueren cinco mineros por grisú en Asturias, el artista anteriormente llamado Partido Socialista ha decidido traernos cada lunes un mcguffin con el que divertir en las redes al personal. Se puede cuestionar el nivel de las universidades privadas en las que el presidente ha estudiado (lo sabrá él que ha retirado un título de su propio currículo). O apelar al orgullo herido del acento andaluz, meterse en un debate sobre la presunción de inocencia o sacar a pasear el nivel de los estudiantes de Medicina, que en nuestro país para acceder a los puestos de trabajo de la Sanidad pública deben superar algo que se llama MIR.
Los flujos migratorios descontrolados siguen trayendo volúmenes de pobreza a cronificar. El Ingreso Mínimo Vital ha pasado en 2021 de 1.900 millones a superar este año los 4.800. No hay presupuestos ni leyes, pero un expresidente afirma rotundo que habrá legislatura. Del abrazo a Zelenski y los buenos deseos queda el escueto deseo de llenar ADIF con gasto militar.
De los valores europeos nos queda la confirmación vergonzante de que la España de Sánchez está más cerca de China que de cualquiera. No hay Ley del Suelo y no se construye ni una vivienda de las prometidas, pero no se preocupen que los jóvenes van a tener batukada convocada por el poder hasta que se cansen. Ante cada problema real, la única solución es cambiar de conversación. Y que no se detenga la producción de «moñecos» de la Factoría Contreras. Expertos «fake» se dedican a participar con intensidad en el espacio público, sostenidos en la vagancia de los medios que no comprueban ni una de las credenciales con las que se adornan.
Florecen los dispositivos creados por el «back office» de los partidos convencionales para rellenar con portavoces alternativos las narrativas sociales. Jaime Palomera es el típico token construido mediante el sistema de chiringos académicos progubernamentales. Otro más de los «moñecos» que se sacan de manera periódica por la izquierda de este país para renovar las caras en el sistema de opinión. Son menos que una tuerca en el sistema. Cobran por vender unas supuestas credenciales con las que participan en los medios diciendo lo que le sirve a un cliente concreto. Un mundo puesto del revés que ha dejado de ser anécdota. Uno donde son los gobiernos quienes nos hacen lobby, construyen los institutos y compran con fondos a «expertos independientes» para reforzar la narrativa en medios sobre sus medidas y propuestas.
Todo, soportado con los presupuestos públicos de los contratos de consultoría adjudicados por ayuntamientos y administraciones afines. Así nos anima a hacer huelga de alquileres una activista del «Sindicato de Inquilinos», una Colau 4.0 que ha estudiado Antropología en colegios y universidades privadas y no ha trabajado en nada que no sea el sindicato de SOAS en Londres.
No hay verdad, solo estrategias de comunicación de lobby gubernamental. Y Jaime Palomera o Valeria Racu son solo un ejemplo más de una parte relevante de las opiniones de activistas y expertos que se publican en medios y que son mercancía que se compra con dinero. Es imposible construir un criterio sobre la realidad porque solo nos rodean técnicas guerrilla y herramientas proxy de comunicación.
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