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Inmigración

Atados de pies y manos y arrojados por la borda

La Guardia Civil investiga la reciente llegada de varios cadáveres de inmigrantes maniatados a las playas de Ibiza y Formentera

Imagen de una patera en la costa de Biniancolla, en Menorca. David Arquimbau SintresEFE

El relato de la gran mayoría de migrantes que llegan a nuestras costas es uno de terror. Muchos llevaban meses, incluso años, recorriendo África con la brújula puesta en el norte mientras se ganaban la vida en ruta para costearse el viaje. En esa odisea sufrieron maltrato de fuerzas militares o de los empleadores de turno y atravesaron desiertos en los que tuvieron que dejar atrás los cadáveres de compañeros muertos por la fatiga y la deshidratación.

Pero el trecho de ese camino de espinas que más les traumatiza es, a menudo, el más corto. En la travesía por mar a bordo del cayuco o de la patera viven las situaciones más extremas de todo su recorrido.

La llegada en las últimas semanas de varios cadáveres con las extremidades maniatadas a las playas de Ibiza y Formentera ha vuelto a llamar la atención sobre las acciones criminales de las mafias que se dedican al tráfico de seres humanos.

Flotando en alta mar

La policía judicial de la Guardia Civil de las Islas Baleares ha abierto una investigación para determinar la causa de esas muertes y los posibles autores materiales. Es verdad que no es la primera vez que ocurre algo semejante, pero en los últimos meses ha aumentado el número de cadáveres hallados flotando en alta mar o transportados a la costa por las mareas.

En los seis primeros meses de este 2025 las autoridades han encontrado 31 cuerpos sin vida que han sido arrastrados por las corrientes a las playas. La mayoría pertenecen, según han determinado los cuerpos policiales, a migrantes que han sido víctimas de naufragios cuando intentaban alcanzar el archipiélago. Sin embargo, el hecho de que los últimos hallazgos tuvieran manos y pies atados con cuerdas delata la violencia de lo que sucede a bordo de unas embarcaciones inestables y sobrecargadas en las que muchos acaban perdiendo la vida antes de tocar tierra.

LA RAZÓN se ha puesto en contacto con dos jóvenes senegaleses que apenas llevan un mes en España para conocer qué ocurre en esos cayucos. Ambos han pedido permanecer en el anonimato ante el pánico que les genera la idea de poder ser identificados por los traficantes. Uno de ellos, al que llamaremos Ousmane, explica que en su primer intento de alcanzar las Islas Canarias vivió una situación de histeria que terminó con uno de los pasajeros inmovilizado.

«La primera vez que me subí a un cayuco uno de los que iba a bordo acababa de perder a su hermano antes de embarcar y, cuando ya estábamos lejos de la costa, empezó a ponerse nervioso, a gritar, a llorar, y el capitán terminó atándole las manos y los pies y tirándolo en una esquina en el suelo para que no contagiara al resto. Al final fuimos interceptados por una patrullera y dimos la vuelta. Si no lo hubiéramos hecho, estoy seguro que lo habría arrojado por la borda», explica a través del teléfono.

"Hacer piña"

Por su parte, Seydina, que llegó a la costa alicantina a través de la ruta argelina, señala que lo «fundamental» es que hayas logrado hacer piña con varios migrantes antes de subir a la embarcación. «El problema es que estas mafias meten a 100 personas donde solo cabe, como mucho, medio centenar. Si la travesía se alarga, empieza a faltar comida o agua y la gente se vuelve loca. Incluso tienen alucinaciones. Si no eres fuerte o tienes a gente que te proteja a bordo puedes acabar atado y tirado al mar para que el viaje del resto no peligre», relata en francés en un audio.

Uno de los grandes problemas de la ruta argelina (que llega a las Baleares, Alicante, Murcia o Almería) y la atlántica (con destino Canarias) es la imposibilidad de calcular la duración del viaje. Dependiendo de las condiciones meteorológicas, la primera puede durar 12 horas o más de 24, y la que sale de África Occidental desde pocos días hasta más de una semana. La del Estrecho, mucho más corta y rodeada de embarcaciones de toda condición, tiene la ventaja de que la costa se ve desde el primer minuto si el día es claro y eso reduce también el miedo de los tripulantes.

Ambos jóvenes que han hablado con este periódico insisten en la necesidad de apoyarse en la fuerza del grupo, lo que puede determinar la diferencia entre la vida y la muerte. Conocen casos de personas que solo viajaban con un «aliado» y que, al morir este de insolación o en una pelea, han terminado perdiendo también la vida a manos del capitán «para evitar que los delaten a la llegada a puerto como responsable de la embarcación e integrante de la mafia.

En estos primeros seis meses del año, la ruta que parte de las costas argelinas a Levante o Baleares ha experimentado un aumento considerable de llegadas. Así lo confirma a este periódico Íñigo Vila, director de Emergencias de Cruz Roja, quien asegura que «nos preocupa, igual que en Canarias, por el factor insular, que implica complicaciones logísticas: materiales, personal, transporte… Es diferente a operar en la Península, donde puedes mover recursos más fácilmente de Málaga a Almería, por ejemplo».

El motivo de que esta ruta haya ganado en llegadas no obedece a una razón única. Se trata, más bien, de un fenómeno multifactorial: «Los cambios en los flujos migratorios son relativamente normales. Después de más de 20 años atendiendo pateras, hemos visto rutas de todo tipo: primero, desde la Península y el Estrecho, luego Alborán, más tarde Canarias… Cuando baja la intensidad en un lado, sube en otro. Inicialmente, las llegadas eran sobre todo a Mallorca, pero también han llegado pateras a Ibiza y últimamente incluso a Formentera».

La más mortífera

Según los datos de Cruz Roja, de enero a mayo habrían atendido a 2.686 migrantes solo en Baleares frente a los 6.027 del año pasado. Una tendencia al alza teniendo en cuenta que aún no ha empezado al temporada de más llegadas, que va desde agosto a noviembre.

Los datos de la ONG Caminando Fronteras refutan esta teoría y van más allá. En los primeros cinco meses de este año han contabilizado 328 personas muertas en la ruta argelina, según revelan en su último informe dado a conocer la semana pasada.

En total, 1.865 personas de 22 nacionalidades han fallecido en los primeros cinco meses de 2025 en trayectos con destino a España desde distintas rutas migratorias, el 80 % de ellas en la ruta atlántica con destino a Canarias, que sigue siendo la más mortífera. El problema de la ruta argelina, según la citada ONG, es que adolece de mecanismos de detección temprana de medios de rescate ante las alertas y de protocolos conjuntos por la débil colaboración con Argelia, algo que marca la diferencia cuando hablamos de desapariciones en esta travesía.