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Cerrada ovación al Rey en Las Ventas

El Rey, ovacionado durante el himno, presidió su última Corrida de Beneficencia

El Rey Juan Carlos saluda desde el palco Real de la Monumental de Las Ventas, a donde esta tarde ha acudido para presidir la primera Corrida de Beneficencia
El Rey Juan Carlos saluda desde el palco Real de la Monumental de Las Ventas, a donde esta tarde ha acudido para presidir la primera Corrida de Beneficencialarazon

Clamorosamente unánime. Así, con la rotundidad de las tardes de gloria y la emotividad de las faenas soñadas por los grandes mitos del toreo recibió Madrid al Rey Don Juan Carlos. Su última Beneficencia como Jefe de Estado.

Faltaba algún segundo para que el reloj del tendido Cinco diera las siete menos cuarto. Desde antes, mucho antes, el tramo que separa el patio de arrastre de la entrada al Palco Real era un hervidero. Expectación máxima. Decenas, centenares de aficionados de todas las edades agolpados en las vallas de seguridad. Muchos de ellos, aguardando con sus móviles para inmortalizar una instantánea para la posteridad. Como las decenas de cámaras y periodistas. A la espera, todos. Entonces, a falta de ese cuarto de hora, irrumpió la cohorte real. Coches oscuros de lunas tintadas. Del segundo, puerta del copiloto abierta, emerge la figura más esperada. Lluvia de palmas. Vítores. El Rey Don Juan Carlos sale, tras ser ayudado a incorporarse, y recorre unos metros. Traje gris y corbata del mismo verde esperanza que el traje de luces que hace una semana terminó hecho jirones en una multitudinaria Puerta Grande de Miguel Ángel Perera. Enseguida, al encuentro, le recibe Ana Botella, también de verde, flanqueada por el ministro de Cultura, José Ignacio Wert y el presidente de la Comunidad, Ignacio González. Metidos ya en las entrañas de la plaza, vuelven las ovaciones. Gritos de «¡Viva el Rey!».

Minutos después, la legión de medios de comunicación aguarda en el mismo ruedo en el que están a punto de jugarse la vida El Juli, Fandiño y Talavante. Tras varios amagos, se asoma Su Majestad. Rompen las palmas. Atronadora ovación. De gala. Interminable. Los acordes del himno, de fondo, casi inapreciables. Emocionante. Muy emocionante. Más de un minuto de acústica ovación. El himno llega a su final y el tendido, espoleado, explota. El bullicio crece aún más en vítores. La afición y la gente del toro son así. Agradecidas. Como los dos brindis de El Juli y Alejandro Talavante, nuevas oportunidades para que las palmas de respeto afloraran en honor al Rey. Su última Beneficencia. Ya lo cantó El Juli en su brindis: «Por ayer, por hoy, por siempre, eternamente agradecidos por dignificar nuestra Fiesta».