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Opinión

Consolidación simbólica, responsabilidad y futuro

La Monarquía parlamentaria, las autonomías y las instituciones democráticas son instrumentos no de privilegio, sino de servicio

Ambiente en los balcones el día en que Doña Leonor juró la Constitución Gonzalo Pérez La Razón

Un símbolo es un elemento que representa algo más allá de su sentido literal. Su valor radica en que siempre evoca un significado más profundo o abstracto, fruto de una atribución humana, esencialmente arbitraria. Los Estados también crean símbolos y acciones simbólicas, muchas veces con el propósito de construir una realidad compartida que facilite la convivencia y la administración del poder de manera más legítima y razonable.

Hace medio siglo, el 22 de noviembre de 1975, Juan Carlos I asumía la Jefatura del Estado en un tiempo de cambio profundo para España. Aquel acto simbólico marcó el inicio de un trayecto colectivamente compartido: la transición hacia la democracia, el fortalecimiento de nuestras instituciones y el acompañamiento de una sociedad que aspiraba a la libertad, la prosperidad y la igualdad. Recordar hoy esa fecha no es un ejercicio de nostalgia, sino un compromiso con el presente y también con el futuro.

Desde Castilla-La Mancha, como presidente autonómico, reivindico y defiendo la dimensión vertebradora de la Corona en nuestra convivencia democrática. En una nación que se ha transformado radicalmente, contamos hoy con ciudades más cohesionadas, una sociedad más plural y unas administraciones más próximas. La Monarquía parlamentaria ha desempeñado un papel esencial de estabilidad, moderación y representación internacional que proyecta la imagen de una España creíble en el mundo. En definitiva, hemos puesto un símbolo al servicio de la ciudadanía.

Para nuestra comunidad, esos valores, verdaderas brújulas para la acción, son hoy más necesarios que nunca. Castilla-La Mancha es una tierra donde la diversidad geográfica, económica y social convive en un desafío permanente. En este contexto, la Monarquía y las instituciones actúan como un puente entre la pluralidad y el interés general. Asumo que gobernar no es imponer, sino convocar; no es dividir, sino sumar. En este sentido, esta celebración representa un acto simbólico de reconocimiento hacia todas y todos los que construyeron España desde la Constitución de 1978, hacia quienes creyeron que otro proyecto colectivo era posible y lo hicieron realidad. Sabemos bien que el reconocimiento de las distintas sensibilidades y perspectivas constituye una de las claves esenciales para edificar la paz social.

No resulta fácil destacar los logros sin subrayar también los desafíos. La ciudadanía de Castilla-La Mancha, como la del conjunto del país, reclama hoy servicios públicos de calidad, igualdad de oportunidades, vivienda digna, sostenibilidad y empleo. En ese empeño, la Corona ha ejercido una labor de representación que trasciende los vaivenes partidistas, y eso tiene un valor simbólico añadido. Pero no podemos conformarnos con evocaciones: corresponde a los gobiernos, tanto autonómicos como nacional, actuar con rigor, transparencia y cercanía.

Celebrar los 50 años de la proclamación de Juan Carlos I es rendir homenaje a una etapa que nos abrió puertas, pero también nos hizo mirar hacia adelante. En Castilla-La Mancha asumimos con intensidad ese horizonte: apostar por la educación, la sanidad, el desarrollo rural, la innovación y el empleo como palancas de futuro. Y lo hacemos en el marco que la Constitución y la Monarquía parlamentaria fijaron, junto al Estatuto de Autonomía, que nos ha permitido avanzar con identidad propia sin renunciar a nuestra pertenencia al conjunto de España.

Quiero aludir también al papel de la juventud. Aquellos que nacieron en los últimos años, quizá contemplen esta efeméride sin memoria directa de aquel 22 de noviembre de 1975. Por eso, resulta más imprescindible que nunca convertir este aniversario en semilla de participación, democracia activa, sentido de pertenencia y responsabilidad cívica. En Castilla-La Mancha lo hacemos con orgullo, pues somos una tierra de generaciones que trabajan por hacer realidad el ideal de una comunidad más próspera, más justa y conectada con el mundo.

Celebro este aniversario desde la gratitud. Gratitud a quienes forjaron nuestro régimen democrático, gratitud a quienes lo defienden cada día y gratitud a quienes lo renovarán. Al conmemorar los 50 años de la proclamación de Juan Carlos I, no solo miramos atrás, sino que reforzamos nuestro compromiso con una España fuerte y diversa, en un continente cambiante y globalizado.

Reafirmo que la Monarquía parlamentaria, las autonomías y las instituciones democráticas son instrumentos no de privilegio, sino de servicio. Y en ese servicio trabaja mi Gobierno, reafirmando la acción simbólica que permite que cada pueblo y cada ciudad de nuestra región construyan un destino compartido, en el marco de una España moderna, plural y solidaria.

* Emiliano García-Page Sánchez, presidente de Castilla-La Mancha