Neptune Strike 23

El portaaviones británico Queen Elizabeth, buque insignia de la Royal Navy, da plantón al Juan Carlos I español y al Cavour italiano

Una avería de última hora obliga al gigante británico a regresar a su base de Portsmouth cuando tenía que participar en unas maniobras de la OTAN.

Imagen de la cubierta del portaaviones británico Queen Elizabeth, con sus F-35B
Imagen de la cubierta del portaaviones británico Queen Elizabeth, con sus F-35BRoyal Navy

El portaaviones británico "Queen Elizabeth", el buque insignia de la Royal Navy cuyo coste ascendió a 4.000 millones de libras, regresó sorpresivamente el pasado domingo a su base naval de Portsmouth, pese a que el fin de su singladura estaba previsto para mediados de noviembre.

Partió el 8 de septiembre para asumir su papel de buque insignia del Carrier Strike Group del Reino Unido y para que su tripulación participara en diversas acciones para ponerse a prueba en varios escenarios diferentes, preparándolos para operaciones futuras.

El comodoro James Blackmore, comandante del Carrier Strike Group, dijo que la formación estaba diseñada "para estar en el mar trabajando junto a los aliados para avanzar en la integración". El grupo ha estado operando en el Mar de Noruega y el Mar del Norte junto con aliados vinculados a la OTAN y la Fuerza Expedicionaria Conjunta (JEF), incluidos Noruega, Suecia, Finlandia, Países Bajos, Bélgica, Francia, Estados Unidos y Alemania.

La JEF es un grupo de trabajo de alta preparación comprometido con la seguridad regional que puede responder a las crisis junto con la OTAN o como una fuerza independiente. Se llevaron a cabo feroces misiones de ataque y entrenamiento de estilo combate con una gran variedad de barcos y aviones participando.

Pero, si tenía previsto el regreso para mediados de noviembre, ¿a qué se debe esta vuelto a puerto precipitada? Las especulaciones se han disparado Los informes sugirieron que había una falla en el barco que necesitaba ser reparada, pero no hay nada oficial, ya que la Royal Navy declinó hacer comentarios a las cuestiones al respecto de los medios británicos. Un portavoz dijo que "el HMS Queen Elizabeth ha regresado al puerto para una parada logística y un breve período de mantenimiento".

El pasado lunes, 30 de octubre, el "Queen Elizabeth" tenía previsto unirse a las Fuerzas Navales de Ataque y Apoyo de la OTAN (STRIKFORNATO) que participan en el ejercicio Neptune Strike 23-3 liderado por la OTAN, que está previsto que se desarrolle hasta el 10 de noviembre. Se trata de una demostración tangible del poder y la capacidad de la Alianza de la OTAN en operaciones multidominio, destacando la evolución natural de la capacidad de la OTAN para integrar las capacidades de guerra marítima de alto nivel de los grupos de ataque de portaaviones para apoyar la defensa de la Alianza. mediante la ejecución de Actividades de Vigilancia mejoradas (eVA).

Así estaba prevista la participación del portaaviones británico junto al italiano "Cavour", buque insignia de la Marina Militare italiana, y al "Juan Carlos I", buque insignia de la Armada española, integrado a su vez en el Grupo Expedicionario Dédalo 23, integrado en el ejercicio, con sus Harrier AV-8B, helicóptero AB212, SH-60F y SH-60B, junto con el 1º Batallón de Desembarco.

El despliegue del Carrier Strike Group del Reino Unido se producía pocos días después de que el HMS Prince of Wales, el otro portaaviones británico, partiera de Portsmouth hacia Estados Unidos para desarrollar algunas técnicas operativas avanzadas con drones Mojave, cazas furtivos F-35B Lightning y aviones de rotor basculante MV-22 Osprey del Cuerpo de Marines de EEUU.

El nuevo secretario de Defensa, Grant Shapps, aseguraba que con el despliegue simultáneo del "HMS Queen Elizabeth" y el "HMS Prince of Wales", la Royal Navy "envía un fuerte mensaje de que la capacidad del Reino Unido para operaciones de portaaviones se encuentra entre las más fuertes del mundo”. ¿Es realmente así? se preguntan algunos expertos en Reino Unido.

Pues, evidentemente, no. Hay que recordar que el más nuevo de los dos buques, el "HMS Prince of Wales", (también el más caro de su historia), tuvo que pasar un largo periodo de tiempo en el dique seco desde agosto de 2022, tras sufrir un fallo mecánico, pese a que llevaba menos de tres años en activo, pues entró en servicio el 10 de diciembre de 2019. El buque sufrió un daño en el sistema de propulsión que habría afectado a una conexión en el eje de transmisión de estribor que une los motores principales del portaaviones con las hélices, provocando daños importantes en el sistema de propulsión.

Tras su reparación, ahora es el otro portaaviones el que falla, aunque por el momento no sabemos la gravedad de la avería o si se trata solo de un pequeño problema de fácil resolución.

Todo ello ocurre mientras arrecian las críticas contra la Royal Navy y, en concreto, sobre sus dos portaaviones, por carecer del sistema de catapultas que permite el lanzamiento de una mayor número de aviones y más variados. "De hecho, el único avión que puede desplegar es la versión B del F-35, el jump jet. Este no es tan bueno como otros F-35 y como otros aviones de combate en general, porque está lastrado por su pesado y su voluminoso equipo de empuje vertical. Esto significa que no puede transportar tanto combustible ni armamento como un avión de combate normal. También cuesta mucho más comprarlo y pilotarlo", aseguraba un experto.

Tan caro es este caza (el mismo que quiere España para el LHD Juan Carlos I), que Reino Unido solo ha adquirido ocho unidades del F-35B cuando el barco está diseñado para transportar hasta 36 aviones de combate y cuatro aviones radar.

Actualmente, la Marina de guerra británica está estudiando la posibilidad de dotar a sus dos mayores barcos con catapultas -sistemas de lanzamiento y recuperación de aviones- para poder operar aviones realmente capaces en un escenario de guerra. Su ausencia supone que los aviones de radar de largo alcance, como los utilizados por las armadas estadounidense y francesa, no son una opción para la Royal Navy y en su lugar "se emplean helicópteros de vuelo más bajo, incapaces de ver tan lejos o de operar tan lejos del buque nodriza", escribe Lewis Page.

Estas palabras se unen a las que hacía esta primavera un investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), que advertía en un artículo dirigido a la comunidad militar que Reino Unido corre el riesgo de perder su posición preponderante en la OTAN y en Europa si no se apuesta por un aumento del presupuesto en defensa. Ben Barry, que fue director del Estado Mayor del Ejército Británico y participó en el pasado en misiones de la OTAN en Bosnia, aseguraba en su artículo que el ejército "es el menos modernizado de los servicios británicos".

También se hacía eco de las declaraciones de un general de Estados Unidos que le había dicho recientemente al ministro de Defensa británico, Ben Wallace, que "ya no veía como una fuerza de combate de primer nivel" a Reino Unido por los continuos recortes en este sector. Fuentes de defensa revelaron que el primer ministro británico, Rishi Sunak, corre el riesgo de fracasar en su papel como "primer ministro en tiempos de guerra" a menos que tome medidas urgentes dada la creciente amenaza a la seguridad que representa la Rusia de Vladimir Putin.