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Don Juan Carlos, rey de Aragón y conde de Barcelona

La Razón
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Me han preguntado mi opinión sobre el futuro de Cataluña. Haber vivido más de veinte años allí me da cierto conocimiento de esa sociedad. Quieren saber si, caso de independizarse del resto de España, creo que se convertiría en república o seguiría siendo una monarquía. Aunque mi deseo es que siga formando parte de España, en el hipotético caso de una proclamación de independencia mucho me temo que prescindirían de la monarquía.

Nuestro actual monarca ostenta una serie de títulos relacionados con Cataluña, como el de Rey de Aragón o Conde de Barcelona. Además, su hijo es Príncipe de Gerona, Duque de Montblanc, Conde de Cervera y Señor de Balaguer, todos ellos en territorio catalán. Cuando era Delegado de la Asociación Monárquica Europea en Tarragona recibí ciertas desagradables amenazas por quienes no demostraban ese «seny» catalán tan cacareado. Ser monárquico en Cataluña no era fácil. Ahora lo es menos. Tengo grandes amigos catalanes, monárquicos y republicanos, y parte de mi familia es catalana. La historia de Cataluña está unida a la Corona de Aragón y ésta, desde los Reyes Católicos, al resto de los reinos peninsulares. Desde entonces esos reinos han caminado unidos para bien de todos, incluida Cataluña. «L'union fait la force», reza el lema de la monarquía belga. La guerra de Sucesión, que venció Felipe V, dio como consecuencia el Decreto de Nueva Planta de 1707. El archiduque Carlos, apoyado por parte de los catalanes, ingleses, portugueses y holandeses, y por extranjeros como los príncipes Guido de Starhemberg o Jorge de Hesse-Darmstadt, fue proclamado rey Carlos III de España, no de una Cataluña independiente como algunos dicen, y entró en Madrid donde fue recibido con frialdad; luego fue elegido emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico.

El centralismo borbónico, heredero del absolutismo francés de Luis XIV, era la forma de Estado que los nuevos tiempos propugnaban. Sin embargo, Cataluña, ya en época borbónica, siguió siendo industriosa y avanzada, no a pesar de los reyes borbones sino con el apoyo de éstos. Ya no estamos en tiempos del Despotismo Ilustrado pero los reyes siguen teniendo la virtud de amar por igual a todos sus súbditos, ahora ciudadanos. El Rey de España nació en Roma pero es tan madrileño como andaluz, y tan navarro o gallego como catalán. El Príncipe de Gerona acaba de estar en Cataluña donde ha soportado estoicamente ciertas inconveniencias.

Los catalanes independentistas, que no son todos los catalanes, sueñan con una república y no con una monarquía catalana bajo un mismo rey, al estilo de la Commonwealth británica. El Rey de España tiene el deber de mantener la unidad del territorio español y no creo que en su programa figure, ni por asomo, constituirse en Rey de una Cataluña independiente mientras sigue siendo monarca del resto de España. Por desgracia, el espíritu del Marqués de Tarradellas murió hace tiempo e intentan acallar el de Josep Pla o el de Albert Boadella. No se dan cuenta de que ser catalán y español no sólo no son condiciones incompatibles sino que son una misma cosa. Lamentablemente no es la historia que han aprendido en la escuela, sólo en catalán, las últimas generaciones de catalanes.