Opinión
La gran ovación
Pedro Sánchez llega al congreso del PSOE en medio de una situación insostenible
Pedro Sánchez llega al congreso del PSOE en medio de una situación insostenible, con Begoña Gómez y su hermano, David, imputados, Víctor de Aldama tirando de la manta y la federación madrileña abierta en canal.
Por si fuera poco, aparece en escena una empresaria que detalla cómo llegaba dinero negro a la sede de Ferraz. Situación que, de ser cierta, abriría la puerta a una investigación por financiación ilegal en el PSOE.
Sánchez presentó una moción de censura en el momento en que el PSOE tenía el peor resultado desde 1977, justificándola en la corrupción del Partido Popular. En los asuntos que le afectan a él y a algunos dirigentes del partido, la moción de censura parece ser que la merecen los jueces, de hecho, alguna querella ha interpuesto.
Pero la corrupción no es el único problema del líder socialista. La estabilidad del Gobierno depende de un hilo que sujetan los independentistas y su socio, Sumar, está en caída libre. Sánchez es una bomba de relojería andante que puede estallar en cualquier momento y no está claro que el PNV y algún otro socio de investidura le siguiera apoyando en caso de que los procesos judiciales sigan adelante con visos de prosperar.
El informe de gestión que deberá dar en el congreso socialista tendrá como plato principal la Ley de Amnistía, el cupo catalán y el protagonismo dado a Bildu. Aunque, es probable que también incorpore dar el mando de la gobernabilidad a Carles Puigdemont, gobernar en coalición con el partido de Íñigo Errejón y Yolanda Díaz y dar alimento ideológico a Vox.
En lo orgánico, Sánchez hablará de paz y cohesión, defenderá la purga de Juan Lobato como un acto de apartar a un desleal y, de paso, dará un aviso a navegantes para disuadir cualquier intención de los dirigentes críticos. Sánchez acostumbra a usar la fuerza para contrarrestar los argumentos de quien no coincide con él y lo hace en la picota pública para que cunda el ejemplo.
Liquidar a un adversario es su especialidad. La técnica utilizada es sencilla, acorrala a la víctima ejerciendo toda la presión sobre ella, en forma de llamadas telefónicas, declaraciones del entorno directo de la Moncloa, en las que se le aconseja marcharse, editoriales y noticias del medio de comunicación oficial del PSOE y la amenaza a los leales para que dejen caer al líder destronado. En definitiva, que el resto se adhiera a la postura oficial bajo pena de ser purgado también.
Las traiciones se multiplican, ninguno piensa que él será el próximo, como no lo pensó Lobato en 2015. La consecuencia es que, en pocas horas, se quedó solo y sin fuerzas para dar la mínima batalla en el congreso federal. Con un poco más de arrojo podría haber sido coprotagonista del fin de semana, pero eso requiere otra pasta.
El saldo de la controversia madrileña es difícil de entender. Se comete, presuntamente, un delito, y quien lo comete, presuntamente, la jefa de gabinete del jefe de gabinete, Sra. Sánchez Acera, sigue contando con el respaldo del líder y maniobrando políticamente en el PSOE.
Por otra parte, quien tuvo reservas en cometer la ilegalidad, ha sido vilipendiado, desacreditado y se ha visto obligado a dimitir después de haber sufrido el acoso de la dirección del partido.
Los cerrajeros de Ferraz, Simancas y compañía ya están reconstruyendo el camino a Óscar López, que junto a Reyes Maroto en el Ayuntamiento de Madrid, encabezan el clan de Segovia que ha sido ungido por el dedo divino para dirigir los designios del socialismo madrileño.
Al congreso federal no asistirán, por primera vez, Felipe González ni las figuras más relevantes del PSOE anterior a Sánchez, pero eso le da igual al líder socialista, con un José Luis Rodríguez Zapatero convertido en caricatura cubre el expediente.
A pesar de todo eso, lo más probable es que, este fin de semana, los delegados al congreso del PSOE reciban con una ovación a Pedro Sánchez que será el preludio de cómo terminará el fin de semana.
En el PSOE de Sánchez el furor de los aplausos es inversamente proporcional a la debilidad del líder. Cuando perdió las elecciones municipales y autonómicas el grupo parlamentario le recibió con una soberbia ovación, aún no se sabe exactamente qué aplaudían ni por qué, pero lo importante era aplaudir con fuerza.
Tampoco está claro qué aplaudirán en Sevilla, si la imputación de la familia del presidente, la de su ex número dos, la matanza política en Madrid o el sometimiento al independentismo debilitando al Estado.
En el PSOE, tener expectativas políticas es incompatible con discrepar de la dirección. La pérdida de prácticamente todos los gobiernos regionales crea una mayor dependencia de los nombramientos del gobierno y la participación en listas electorales, pero eso no puede ser el elemento que determine apoyar incondicionalmente todas las decisiones y circunstancias del líder.
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