Opinión

Hace un año ya

Sánchez necesitaba tiempo y una noticia capaz de distraer a la sociedad española

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el CongresoAlberto R. RoldánFotógrafos

En estos días se está recordando que, hace un año, Pedro Sánchez vivió su particular excedencia de empleo. Justo cuando se conoció que un juzgado abría una investigación sobre posibles delitos de su esposa, el presidente del Gobierno dejó entrever que se estaba planteando abandonar la actividad política. Las elucubraciones han ido en dos sentidos: si fue una táctica premeditada para preparar un relato sobre lo que podía venir después, o si se trataba de un arrebato. Ambos argumentarios tienen como denominador común que la imputación a su entorno judicial está en el epicentro de la reacción.

Desde el PSOE se suman a la segunda explicación y utilizan la palabra emocional para dar un barniz de humanidad a la carta abierta que envió Sánchez. Sin embargo, hay muchos otros que conocen el carácter calculador del líder socialista y cuestionan que se tratase de una improvisación.

El caso es que Sánchez necesitaba tiempo y una noticia capaz de distraer a la sociedad española. Es indudable que logró ambos objetivos.

En esos días armó un relato de victimismo y llenó el arsenal con balas con destino a la judicatura y a los medios de comunicación que no muestran afinidad. El intento de desacreditación a los jueces en general y, en particular, de los titulares de los juzgados en los que se ventilaban los asuntos que le afectan, ha sido una campaña orquestada en la que diversos miembros del ejecutivo y de la dirección del partido han participado.

También se puso en el punto de mira algunos medios de comunicación señalados como fabricantes y difusores de fake news. Tampoco hay que obviar que las decisiones más controvertidas, como el cupo catalán o los avances con el independentismo catalán en materia de inmigración las ha tomado con mayor desparpajo, si cabe, que antes de la semana de pasión.

En lo interno, se ha evidenciado la parálisis del PSOE. Lo lógico es que, en una organización en la que su líder pone en duda su propia permanencia, se hubiesen activado posibles alternativas a su liderazgo. Sin embargo, el poder orgánico de Sánchez ha aumentado, ha descabezado a algunos líderes regionales, como el de Madrid o el de Castilla y León y ha impuesto a su entorno duro en Andalucía y Valencia.

La única explicación a esta parálisis de los socialistas nadie es que nadie creyó que Sánchez fuese a dimitir y que, además, quien se mueve o respira fuerte, no sale en la foto.