Opinión

Leonor da una lección con un discurso impecable, comprometida con la Constitución, la democracia y los ciudadanos

Su impecable discurso contrastó con el de Francina Armengol, cuyas palabras eran más propias de un acto electoral

MADRID, 31/10/2023.- La princesa Leonor pronuncia un discurso tras recibir de manos de su padre, el rey Felipe, el Collar de la Orden de Carlos III, en el salón de Carlos III del Palacio Real, tras el acto de la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias por su mayoría de edad ante las Cortes Generales, en una solemne sesión conjunta de las dos cámaras legislativas que se ha celebrado este martes en el hemiciclo de la Cámara Baja. EFE/JuanJo Martín POOL
La Princesa Leonor durante su discursoJuanJo MartínAgencia EFE

Engalanado estaba el Congreso para recibir a la Princesa Leonor en este día histórico. No asistían al acto ni el lendakari, Íñigo Urkullu, ni el presidente de la Generalitat catalana, Pere Aragonés, que parecen olvidar que representan a todos los vascos y catalanes, incluidos aquellos que no les votaron, los que se sienten españoles y los constitucionalistas. Tampoco lo hacían Ione Belarra, Irene Montero y Alberto Garzón, para los que el respeto a la pluralidad política y la lealtad institucional no les parece algo a practicar, pese a ser ministros en funciones. Pero ni siquiera un gesto tan falto del más elemental sentido del decoro, uno que obligaba a Pedro Sánchez a prometer a la Princesa la lealtad del Gobierno sin su presencia al completo, conseguía empañar este día: la Monarquía parlamentaria tiene futuro.

Llegaba la Familia Real a la Carrera de San Jerónimo, arropada por miles de ciudadanos que salían a recibir y acompañar a la comitiva. Y, tras pasar revista el Rey a las tropas formadas en el exterior, entraban acompañados por el presidente en funciones, que tenía que pasar el mal trago, con carita de gastroenteritis, de escuchar junto a la Familia Real el himno. La misma a la que intentaron dinamitar aquellos a los que, por un puñado de votos, está a punto de regalar la amnistía que enmienda las palabras que en 2017 pronunciaba el Monarca junto al que se situaba en ese preciso instante. Como para no tener mala cara. Los «vivas» de los españoles al Rey y a España no ayudaban. Y mientras la Familia Real saludaba a un pueblo que les jaleaba entusiasmado, a él le pasaba la mano por la espalda Armengol, con bailarinas planas de brilli brilli, de las de poder bailar aunque bebas, como diciendo: «Aguanta, que ya pasa».

En el hemiciclo en pie, a falta de los diputados de BNG, ERC, Junts, Bildu, PNV, y del pecio de Podemos e IU, comenzaba la presidenta del Congreso su discurso. Lo hacía saludando en todas las lenguas cooficiales, las de los que no habían venido, empezando en catalán y acabando en euskera, dejando el «buenos días» del español que nos une a todos justo después del gallego. En medio, para igualar, que no parezca más oficial. El diablo está en los detalles. Saludaba con el preceptivo desdoblamiento de género a todas y a todos (senadores, diputados, amigos) y señalaba, qué ironía, el compromiso de la Princesa con la Constitución en el 45 aniversario de la aprobación de esta. Tiene guasa, debía estar pensando. Y yo también me estaría tocando el pelo todo el tiempo de ser ella, de tener que pasar el bochorno de defender en un discurso ante los Reyes, y ante España, el cumplimiento y la vigencia de una Constitución a la que mi partido vilipendia. Presumía de Presidencia europea, de tener peso y de ser referentes, y aprovechaba para meter con calzador la igualdad de género, el cambio climático, la diversidad, la redistribución de la riqueza, la desigualdad social y casi toda la agenda 2030 por orden alfabético. Más que el discurso de la jura parecía un acto electoral. Este PSOE nunca defrauda.

Aunque, para calzador, el de las citas. Tres poetas, uno en cada una de las lenguas. Elegidos, parece, al azar, como si a un granujilla de ocho años con pocas ganas de hacer los deberes le hubiese tocado hacer el discurso y, tras teclear en Google «poeta catalán», «poeta vasco» y «poeta gallego» (para poder decir algo, como sea, en cada lengua cooficial) le hubiese dado a «voy a tener suerte» y copiado lo que salió en la primera entrada. Y así citaba, sin el más leve sonrojo y con voz engolada, como si lo dicho fuese un pensamiento filosófico de gran enjundia condensado en un breve sintagma, algo como «yo también quiero navegar». Que lo mismo podía haber dicho «yo también quiero adelgazar» o «que me toque la lotería». No descarto la insensibilidad de esta que escribe como motivo para no pillar la profundidad de la cita, pero me parece improbable porque sí me ha parecido tiernísimo y emocionante ver al Rey, padre orgulloso, colocándole la coleta a su primogénita cada vez que le ponían una medalla.

Contrastaba pues, enormemente, ese discurso casi de aliño y que no ha estado a la altura, ese decir lo que creo que hay que decir y, luego también y como sea, a toda costa, lo que yo quiero decir, con el que ofrecería más tarde la Princesa. Impecable, comprometida con la Constitución, con la democracia y con los ciudadanos. Fiel a la unidad de España, consciente de sus responsabilidades y sin ánimo de eludirlas, pedía: «Confíen en mí. Como yo tengo puesta toda mi confianza en el futuro de nuestra nación». Y poco se puede añadir.