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La estrategia de la derecha

«Una máquina de transformar votantes», las cuentas del PP con la inmigración

Los sondeos internos de Génova avalan el giro de Feijóo con la inmigración

El presidente del PP, Núñez Feijóo, con la responsable del plan migratorio, Alma Ezcurra DIEGO PUERTA-PPEUROPAPRESS

La inmigración se ha convertido en el principal eje sobre el que gira la estrategia del Partido Popular. O uno de ellos. Por una razón tan simple como que en la sede de Génova han detectado que se trata de un fenómeno «transversal», que está propiciando un cambio sociológico en España de gran calado.

Los datos: en Andalucía, comunidad socialista por antonomasia hasta hace relativamente poco, hay una provincia, Almería, en la que Vox ya se sitúa por delante del PSOE. Para el equipo de Juanma Moreno no hay ninguna duda: el auge de la formación verde está estrechamente vinculado con la llegada de pateras en un punto caliente del mediterráneo. Más ejemplos: la Región de Murcia, donde tuvo lugar la última cumbre entre Alberto Núñez Feijóo y los barones de su partido y donde este verano las localidades de Jumilla y Torre-Pacheco se convirtieron en noticia por la (no) integración de la población musulmana. La demoscopia apunta a una tendencia: Vox segunda fuerza.

Otro dato más: en Cataluña, la fuerza política con el discurso más xenófobo y racista contra los inmigrantes, Aliança Catalana, es la que más crece a día de hoy. Por eso, Barcelona es el lugar elegido por el presidente popular para presentar, el próximo martes, su plan migratorio. En la cúpula de la formación no tienen duda de que la inmigración se ha convertido en «una máquina de transformar votantes».

Los cálculos que hacen, a través de las encuestas privadas que manejan –a las que ha tenido acceso LA RAZÓN–, les lleva a la siguiente conclusión: «La inmigración puede convertir a votantes de izquierdas en votantes de derechas». Según la evolución que marcan los sondeos, en España el bloque de la izquierda, que encabeza Pedro Sánchez, cada vez mengua más en detrimento del de la derecha, que unas veces engorada por el PP y otras, por Vox. De forma pormenorizada, en los lugares que soportan una mayor presión migratoria, los trasvases se acentúan todavía más.

Esa es una de las tantas razones por las que Feijóo, el pasado verano, nada más celebrar su congreso nacional, ordenó a Alma Ezcurra, su número tres como vicesecretaria de Acción Sectorial, elaborar un plan integral que logre identificar con claridad cuál es la postura del PP en el debate migratorio. Todas las medidas están a punto de ver la luz. Hasta ahora, lo que ha habido es un aperitivo. El «visado por puntos», o la propuesta de retirar el Ingreso Mínimo Vital para las personas que lleguen a nuestro país en situación irregular y no hayan contribuido previamente con el Estado.

El PP está endureciendo de manera ostensible su discurso migratorio a pesar de las críticas que le llueven desde la izquierda política y mediática. «A estas alturas, a Feijóo le da igual lo que diga el opinador de turno, ha fijado un rumbo y tiene muy claro a dónde quiere ir», subrayan en su equipo, donde avanzan que no piensan retroceder un milímetro, porque el riesgo es quedar desdibujados del mapa y desaparecer, como le ha ocurrido a tantos partidos conservadores en Europa.

En el núcleo duro del presidente popular han tomado buena nota de la transmutación de sociedades occidentales, como la de Francia. En realidad, todos los países europeos, incluso los dirigidos por líderes socialistas, están endureciendo su política migratoria movidos por el clamor social. Pero el caso de Francia es paradigmático y, según los populares, corrobora la tesis de que hay un salto de izquierda a derecha.

El ejemplo de Francia

«¿Dónde ha crecido más la extrema derecha de Marine Le Pen en una ciudad como París? ¿En las zonas nobles? ¿En los Campos Elíseos? No, ha sido en el extrarradio, en las zonas con renta más baja, donde en su día residían los votantes de la izquierda más combativa. Ahora, son los que votan al Frente Nacional», razona un destacado dirigente próximo a Feijóo. En este país, además, la nula capacidad que han demostrado en los últimos años los sucesivos gobiernos –conservadores y liberales– a la hora de gestionar no solo la llegada descontrolada de personas sin papeles, sino su integración en la sociedad gala. El resultado: un incremento de los guetos que, a su vez, ha disparado entre los aborígenes un sentimiento nacionalista y de aversión al forastero.

En el terreno político, la realidad sociológica de Francia ha beneficiado a Le Pen. En Italia, primero aupó Salvini, luego a Meloni. En el Reino Unido, el populista Farage podría hacerse con el podio si nada cambia. Y lo cierto es que líderes socialistas de la talla del último canciller alemán, Olaf Scholz; el premier británico, Keir Starmer, o la primera ministra danesa, han aplicado mano dura con la inmigración.

Fuentes populares destacan la anomalía de nuestro país: «La política migratoria del PP se parece más a la de Starmer que a la de Vox». Y, sin embargo, el PSOE mantiene un «discurso buenista». Esto se debe, consideran las fuentes consultadas por este diario, al sometimiento de Pedro Sánchez con sus socios de izquierdas. «Sumar, ERC, Bildu, no consentirían jamás» que encarase con más contundencia la llegada de inmigrantes a nuestro país. «Es rehén de los suyos en política migratoria».

Entretanto, algunos votantes socialistas empiezan a cambiarse de bando. Los sondeos de Génova reflejan que, en España, «seis de cada diez ciudadanos se muestra a favor de endurecer la política migratoria». Razón por la cual, añaden, ningún dirigente socialista ha entrado al detalle de las medidas anunciadas por Feijóo. Aunque, sin ir más lejos, el portavoz parlamentario, Patxi López, sí que lo hizo. Otra cuestión es que, luego, los hechos del Gobierno no concuerden con sus palabras. Porque, antaño, el ministro que recibió un duro revés del Tribunal Supremo –la sentencia llegó en enero de 2024– por devoluciones de menores en caliente... fue Fernando Grande-Marlaska. Socialista. No popular.

La brecha entre el Gobierno y el primer partido de la oposición en esta materia es total. Y aunque hay ministros, e incluso algunas voces críticas dentro del PP, que alertan de que «el marco benefica a Vox», Feijóo no piensa cambiar su rumbo. «La opinión pública sabemos dónde está».

Desde que el presidente popular introdujo en su discurso la temática migratoria, el equipo de análisis electoral que comanda Elías Bendodo ha percibido una ligera mejoría. Si el verano, marcado por la gestión de los incendios y por los sucesos de Jumilla y Torre-Pacheco, fue un periodo de crecimiento para Vox, el otoño lo está siendo para el PP. El promedio de estudios que manejan en la planta séptima apuntan a una cifra que gusta a Feijóo: 150 escaños. El objetivo es aun mayor. Hay disonancia entre las casas encuestadoras. Pero todas –salvo el CIS y el CIS 2.0, que es la empresa de Iván Redondo– apuntan en la misma dirección: el bloque de la derecha está en condiciones de superar los 200 escaños en el Congreso de los Diputados y el bloque de la izquierda cosecharía su peor resultado en democracia.

De ahí que el PP, lejos de cambiar el paso, quiera apostar por la inmigración de forma decidida. «Es algo que afecta a los votantes de las clases medias y bajas. Hay una urgencia. No se okupan grandes pisos en Sotogrande, se okupan en zonas residenciales de barrios obreros». Además, otro factor importante: el nicho más preocupado por la inmigración, según los citados sondeos, son los jóvenes. «Somos el único partido que, sin ser Vox, puede ofrecerle al votante un plan sensato». En esa línea se desarrolló el encuentro que mantuvo Feijóo con sus presidentes autonómicos en Murcia. Control de las fronteras, ordenar el acceso de los inmigrantes a los servicios públicos y neutralizar el «efecto llamada» fueron algunas de las prioridades que fijaron los principales mandos populares.

Eso sí, en todo momento rechazaron asumir los postulados de Santiago Abascal, que directamente pide el hundimiento del Open Arms. «Cada inmigrante debe ser tratado como ciudadano responsable de sus actos, con derechos y deberes. Ni es una víctima que no es dueña de sus actos, como dice el PSOE, ni es un delincuente por defecto, como dice Vox». La solución, defendió Feijoo en el discurso de cierre, no es «ni regularizarlos a todos ni echarlos a todos al mar».