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«Mariano, llegó la hora de dejarlo»

La noche del pasado jueves fue larga y dolorosa. Fue su esposa Viri, al filo de la madrugada, la que instó a Rajoy a poner el punto y final. También habló con Ana Pastor.

«Mariano, llegó la hora de dejarlo»
«Mariano, llegó la hora de dejarlo»larazon

La noche del pasado jueves fue larga y dolorosa. Fue su esposa Viri, al filo de la madrugada, la que instó a Rajoy a poner el punto y final. También habló con Ana Pastor.

Nadie en su entorno familiar tiene dudas: aunque fuerte en lo político, Mariano estaba muy tocado en lo personal. La tarde del pasado jueves marca un antes y un después en la vida de Rajoy. «Se le vino a la mente aquel debate electoral en que Pedro Sánchez le acusó de indecente», recuerdan ahora algunos de sus allegados. Un duelo dialéctico sin precedentes ante las cámaras de televisión, previo a las últimas generales, en el que el líder del PSOE le profirió su mayor insulto. Y Rajoy no estaba dispuesto a soportar ni una más. «A mí nadie me cuestiona la honorabilidad», le dijo a Soraya Sáenz de Santamaría poco antes de salir del Congreso y enfilar hacia ese largo almuerzo de marras en un restaurante cercano a las Cortes. Según quienes estuvieron con él en esa aciaga tarde, el ex presidente estaba molesto y muy dolido por los acontecimientos. «Le pudo el factor humano», dice una de las ministras salientes que compartieron con Rajoy esas dilatadas horas que hoy ya son historia.

Fue esa misma noche, cuando llegó a La Moncloa a eso de las once, el momento de su decisión definitiva. Y en ello tuvieron un papel esencial varias personas. Su mujer Elvira, sus hermanos Mercedes y Enrique, y su cuñado Paco José Millán. Todos ellos conforman el núcleo duro familiar de Rajoy con enorme influencia y con todos habló a lo largo de la tarde. Pero fue su esposa, Viri, la que lanzó el broche final: «Mariano, llegó la hora de dejarlo». Así se lo espetó al filo ya de la madrugada, pues según fuentes muy cercanas esa noche las luces en el complejo presidencial se apagaron tarde, muy tarde. Hace tiempo que la esposa de Rajoy deseaba poner punto y final a una historia que les ha herido especialmente. «Es muy injusto, cuando hasta las menores facturas las pagaban de su bolsillo», explican varios trabajadores del complejo presidencial, que destacan la austeridad en los gastos de la economía familiar del matrimonio y cómo la esposa del ex presidente ha sido una administradora minuciosa, casi de libro.

Hasta última hora de la mañana del jueves, Mariano creyó que la moción no salía adelante. Pero con independencia del resultado político, lo que más le trastocó fue que toda la Cámara, toda en pleno, cuestionara su papel en la corrupción. Hasta el último momento escuchó algún consejo de sus íntimos, incluidos sus hermanos, que le sugerían dar la batalla. «Sal a la tribuna y defiende tu honradez», le dijo su gran amiga Pilar Rojo, ex presidenta del Parlamento gallego y una de las personas más próximas. Pero se le quitaron las ganas y en su entorno recuerdan que las acusaciones de indecencia de Sánchez en aquel infausto debate electoral «le taladraban los oídos». En la misma tarde del restaurante Arhay, plagado de llamadas, faxes y wasaps, Mariano le encomendó a Elvira que fuera preparando la mudanza. Fue todo muy rápido, pues hace semanas que muchas pertenencias de los hijos de la pareja se habían trasladado al chalet de Aravaca, dado que Marianito y Juan querían un poco de intimidad y preparaban unos estudios de trabajo en la residencia familiar.

La noche del jueves fue larga y dolorosa. Según trabajadores de Moncloa, el matrimonio se retiró muy tarde a dormir y por ello Mariano llegó también al Congreso comenzado el debate de la moción el viernes por la mañana. Tenía decidida su salida y por eso jamás contempló la dimisión. «Sería aceptar mi culpa, eso nunca», le dijo a su hermana Mercedes poco antes de llegar al Congreso, la persona con quien habla todos los días para comentar los avatares de salud de su anciano padre, que acaba de cumplir 96 años. Otra de las personas muy contactadas ha sido Ana Pastor, la todavía presidenta del Congreso dado que la legislatura no está disuelta, estrecha amiga y leal colaboradora. «Tú haz lo que tengas que hacer, yo me voy». Esta conversación se produjo la tarde del viernes, horas antes de la promesa de Pedro Sánchez en La Zarzuela, cuando Pastor supo que su gran amigo de tantos años tiraba la toalla. El resto de ministros, en la comida del sábado en un restaurante de El Pardo, no tenían ni idea a excepción de Soraya Sáenz de Santamaría, a quien se lo había insinuado.

En estas últimas horas, todos cuantos han estado con él coinciden: «Le ha pesado el factor humano». El político apacible, tranquilo, campechano y rocoso como pocos no pudo ni quiso soportar un ataque a su honradez. Se va con una elegancia enorme, una situación política indescriptible, y muchos le echarán de menos. «Que nadie diga que tengo apego a los cargos», bromeaba en ocasiones con su persona de confianza en los medios, Carmen Martínez Castro. Cierto, nunca los ambicionó pero le vinieron dados. Se va sin el dedazo de su antecesor Aznar, pero con la conciencia tranquila. En los alrededores de su urbanización en Aravaca ya se la he visto con el chándal puesto para sus habituales caminatas. Mariano Rajoy Brey, a punto de cumplir 40 años de vida política, en estas horas duras, sólo le ha hecho un ruego a su mujer: «Viri, cómprame unas zapatillas nuevas que voy a andar de lo lindo».