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Corona

¿Es la Monarquía la última frontera ideológica de Moncloa?

La ausencia de Sánchez en Roma es la enésima afrenta de una larga lista que la Corona resiste con contención

Felipe VI y Pedro Sánchez, a su llegada a la reunión del Consejo de Seguridad Nacional PoolMoncloa

El gesto tenso, contenido y sufriente de los Reyes con la cara manchada de barro el 3 de noviembre en Paiporta va a ser difícil de olvidar. Monárquicos, republicanos o mediopensionistas, da igual de qué signo o condición, la gran mayoría de españoles coincidieron en que habían visto a dos líderes en acción. Los reconozcan o no como propios. El contrapunto, la marcha del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de la escena de la batalla campal obró en sentido contrario. Sin entrar en las motivaciones de aquella salida precipitada, lo cierto es que ahondó una zanja entre los dos Palacios, la Zarzuela y la Moncloa, que no ha dejado de ganar profundidad.

El estoicismo demostrado por Felipe VI y Doña Letizia en Valencia es una buena metáfora de la compostura con la que la Casa del Rey está encajando los desplantes del Gobierno. Silencio, ausencia de reacción (ni en público, ni en privado), incluso podría afirmarse que se procura lo contrario; quitar hierro, contemporizar, tratar de explicar lo inexplicable. Una forma de actuar que casa bien con una institución que mira a la Historia y no al corto plazo, aunque los hechos sean tozudos y hablen por sí solos.

Ninguna intención

Rebobinando de lo último a lo más antiguo, esta misma semana el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha vuelto a faltar al lado del Rey en la entrega de credenciales diplomáticas en el Palacio Real. Es verdad que este miércoles tenía «excusa» porque había un Consejo de Ministros extraordinario y se reunía el Consejo de Seguridad Nacional tras el apagón, pero no lo es menos que la cita no estuvo en ningún momento en su agenda.

Desde que el diplomático Camilo Villarino fuera nombrado jefe de la Casa del Rey hace poco más de un año, Albares no ha acudido a ninguna de estas ceremonias en las que los nuevos embajadores se presentan ante Felipe VI. Suele enviar al subsecretario de Exteriores en su lugar pese a que antes de que llegara Villarino sí acudía cuando podía. La explicación, según algunos, es que no le gusta ejercer de «súbdito» y, según la mayoría de fuentes consultadas, tiene más que ver con su mala relación con el jefe de la Casa, que viene de lejos y es personal.

Sea como fuere, ¿es ese un motivo para renunciar a un acto de semejante carga simbólica? Quizá, como en tantas cosas en la vida, es una confluencia de factores. La distancia de Moncloa con lo que tiene que ver con el Rey le pondría fácil ignorar a un viejo rival al que no aprecia y al que incluso vetó para una plaza de embajador en Moscú que Villarino perseguía. Lo que se dice matar dos pájaros de un tiro.

Menos audiencias

Volviendo al jefe del Ejecutivo, el funeral en Roma del Papa Francisco, del que Pedro Sánchez se borró y en el que volvió a dejar solo al Monarca, es la última afrenta pública. Y decimos pública porque LA RAZÓN ha podido saber de fuentes bien informadas que su comunicación, cuando se ven, es bastante fluida. Sin embargo, las audiencias privadas se han ido espaciando cada vez más desde la pandemia de 2020 y nunca han recuperado el ritmo que, al menos en Zarzuela. desearían. Las conversaciones telefónicas, que sí se producen, no pueden sustituir el cara a cara que antes duraba al menos una hora y que no solía trascender a los medios de comunicación.

Felipe VI, en la entrega de credenciales esta semana en el Palacio RealJUAN CARLOS HIDALGOAgencia EFE

Los motivos que podrían explicar el alejamiento progresivo de Sánchez de la figura del Monarca tampoco se antojan obvios. Su participación en las exequias del Papa, por ejemplo, solo le habría reportado visibilidad (que no le desagrada, precisamente) en un momento delicadísimo de la escena internacional. Los Reyes acabaron estrechando la mano de Donald Trump y su esposa Melania en el rito de la paz en plena guerra arancelaria y diplomática entre Estados Unidos y la Unión Europea. Un momentazo diplomático de portada imposible de provocar. Y difícil de superar.

Un ex político de la Transición que pide no ser identificado considera que la explicación de este abismo entre Zarzuela y Moncloa que tan sobreactuado resulta tiene un fondo de agenda política a nivel meta: «El PSOE se ha quedado sin ideología y la Monarquía representa la última frontera. Es una bandera que han cogido aún de manera soterrada y que en algún momento se hará más evidente». En su opinión, el «problema» de la mala comunicación entre los dos radica más en el entorno de Sánchez, que rema contra Zarzuela, que en el propio jefe del Ejecutivo.

Manipulación

La otra cara de la moneda del asunto que trata este artículo es la forma en que Sánchez hace uso de la figura de Felipe VI cuando sirve a sus intereses. Acaba de cumplirse un año desde que el presidente del Gobierno se tomara cinco días para «reflexionar» si quería seguir liderando España (cosa insólita en el mundo entero). Una vez vencido el plazo fue a comunicarle en persona su decisión al jefe del Estado, alimentando todo tipo de especulaciones y atrayendo (aún) más atención a su persona.

Esta semana hemos podido asistir a otro hecho sin precedentes. El Monarca se ha desplazado por primera vez desde la Transición al Palacio de la Moncloa para presidir la reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad Nacional con motivo del apagón del pasado lunes. Desde Zarzuela, de nuevo, aluden a las «necesidades operativas» y a la «evidente conveniencia» de que fuera Felipe VI quien recorriera los seis kilómetros que separan ambos complejos.

El Monarca tiene en los próximos días dos viajes internacionales. El próximo lunes estará en República Dominicana, donde el pasado mes de agosto acudió en solitario a la toma de posesión del nuevo presidente, Luis Abinader. Es cierto que se trataba de una reelección, pero el artículo 64.1 de la Constitución Española deja claro que el Rey debería ir siempre acompañado de un «ministro de jornada», como se conoce al miembro del Gobierno que acompaña a la Casa Real en sus actos oficiales. Y el fin de semana próximo los Reyes acudirán al 80 aniversario de la liberación del campo de concentración de Mauthausen. Aún se desconoce quién será ese «ministro de jornada», aunque en esta ocasión no hay duda de que habrá uno porque el Ejecutivo ha englobado esta efeméride en su agenda política de los 50 años sin Franco. Pero eso ya es otra historia.