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Moción de censura

Naufragio de la pinza PSOE-Vox

Abascal se ciñe al victimismo sin propuestas. Sánchez da alfombra roja a Díaz. El PP ignorará hoy a Vox, «no es nuestra fiesta»: su objetivo es el centro

El guion se cumplió este martes en el Congreso de los Diputados, al convertirse la moción de censura en una pinza entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de Vox, Santiago Abascal, para debilitar al jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. El discurso del candidato, el economista Ramón Tamames, resultó poco actual, impreciso y viejuno, por lo que sólo sirvió para dar la estocada y llevar al naufragio a esa pinza de Sánchez y Abascal.

Los dos se unieron en el ataque a Feijóo, y también en alentar la confrontación entre bloques. La moción era el refugio de Vox para recuperar foco y agenda después de que el mal resultado de las elecciones andaluzas, la crisis de Macarena Olona y el nuevo liderazgo en el PP les dejara en estado de K.O. Abascal no hizo ninguna propuesta, como tampoco la hizo su candidato, y buscó el apoyo del victimismo más agresivo y de los ataques a Sánchez y a Feijóo para intentar recomponer su granero electoral bajo la máxima de que Vox es un partido imprescindible para defender la agenda ideológica. Es decir, los temas que conectan con el macizo de la raza del votante de Vox.

Si Abascal construyó su discurso sobre la base del reproche al PP de que no cuida la alianza con ellos, Sánchez también atacó a Feijóo, pero, precisamente, por lo contrario, ya que le presentó como un líder «vendido» a la extrema derecha.

Vox tiene un suelo de voto muy alto, y aunque la moción de censura pueda desgastarles algo, está seguro, al menos a día de hoy, en un 12-15% de voto. Su prioridad es frenar lo que ocurrió en Andalucía, y taponar la fuga de voto útil al PP. Sánchez también tiene que frenar la fuga de voto al PP, que es por donde más está ampliando en estos momentos el principal partido de la oposición sus expectativas electorales. Capta cuatro votantes socialistas por uno de Vox, según sus estudios. Y las encuestas privadas también coinciden en que hay más de medio millón de votantes que pierden los socialistas porque hoy se irían a la papeleta del PP. Más otro medio millón de votos que se declara en la abstención porque la posibilidad de un Gobierno PP-Vox no les asusta, por más que Moncloa lo quiera convertir en el preludio de la llegada de las siete plagas.

Además de la visualización de esta pinza entre Abascal y Sánchez, en la necesidad compartida de debilitar a Feijóo, la intervención del candidato a la Presidencia del Gobierno confundió el escenario haciendo todavía más estridente la caricatura del debate parlamentario. El Congreso no es un claustro universitario ni una sala de conferencias ni tampoco la plaza de toros desde la que pronunciar un mitin.

Con el camino allanado, Sánchez aprovechó la ocasión que se le brindaba para reivindicarse y hacer brillar también a la otra «camiseta» con la que se presentará el PSOE a las elecciones generales, la de la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Alfombra roja para que Díaz se sirviera de la moción de censura de Abascal para vestir de largo su proyecto político de la mano de Sánchez, y con Moncloa dedicada a subrayar la situación de fuera de juego en la que queda Pablo Iglesias.

Ahí, en el pulso dentro de la izquierda, es donde el PSOE se juega, o así cree, las elecciones generales. Y mientras Iglesias no se apea de su posición de confrontación, en el argumentario del entorno de Yolanda Díaz y de Pedro Sánchez ha empezado a entrar el mensaje de que si Podemos se queda fuera de la plataforma que liderará Díaz ya no les importa tanto porque la marca de Iglesias está tan debilitada que su votante acabará apoyando a la hoy vicepresidenta del Gobierno de coalición. En la dirección popular miden ya el impacto en la opinión pública de todas sus decisiones y entre sus votantes la mayoría respalda la abstención, seguidos del voto en contra de la moción de censura. La opción con menos respaldo es el voto a favor de la censura presentada a Vox.

También tienen medido el impacto del discurso y de la estrategia del líder popular que apunta a llamar a una mayoría social, por encima de los bloques, y que permita al PP un gobierno en solitario. La decisión de abstenerse en la votación de la censura está muy calculada, como también el mensaje con el que el líder popular se dirige al electorado en su conjunto. Desde satélites de la izquierda empezaron a agitar la idea de supuestas discrepancias dentro del PP sobre la estrategia con Vox. Pero el liderazgo interno de Feijóo no está cuestionado por ninguno de los principales resortes orgánicos del partido. La expectativa de victoria une siempre mucho dentro de todas las formaciones, y las pocas voces que cuestionan que no se cuide más la aproximación a Vox son residuales y herencia de la etapa de Pablo Casado, como ocurre dentro del grupo parlamentario.

Hoy fijará posición Feijóo, y también es el turno de la portavoz en el Congreso, secretaria general del partido, Cuca Gamarra. La moción de censura no introduce ningún cambio en la línea de campaña del PP. La decisión es firme: esquivar la confrontación con Vox –entienden que la moción «no es nuestra fiesta»–, y seguir cultivando el perfil moderado y constructivo del candidato a la Moncloa.