Extremo Centro

Niño, de eso no se habla

Los cargos de representación miran culos y cometen errores

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras intervenir durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, a 19 de marzo de 2025, en Madrid (España). El gasto en defensa protagoniza la sesión de control al Gobierno tras la reunión del presidente del Gobierno con los grupos parlamentarios. Además, han hablado del acuerdo de ayer entre el Gobierno y Junts sobre la modificación de la Ley de Extranjería y el reparto de menores migrantes de Canarias. 19 MARZO 2025;DEFE...
El presidente del Gobierno sale del Congreso de los Diputados Eduardo ParraEuropa Press

Afortunadas generaciones de españoles convivieron en nuestro país con una tenue fiscalización pública, de espíritu abiertamente católico, que venía a celebrar la sensata sentencia: «Vicios privados, virtudes públicas».

Dentro de esa visión mediterránea sobre el pudor se ejecutaba una cierta prudencia en el ágora al expresar juicios sobre aquello que afectara en cuestiones de dinero o bien de bragueta a nuestros servidores públicos.

Imperfectos como somos por definición, e inteligentes como ratones coloraos, mediante una extendida tolerancia con la ambigüedad, si bien nunca íbamos a jugarnos el cuello en cada frase reconociendo ante los demás algo tan peligroso como es la verdad, por lo menos seríamos todos más capaces de no mentir. Ya que es la mentira, que no el error o la equivocación, el sujeto principal a evitar en quien ostenta un poder sobre todos los demás. Por su dimensión acumulativa, puesto que va tomando espacios progresivos en la persona por su capacidad para infiltrarse como una sustancia corrosiva en cualquier proceso de toma de decisiones.

Por un lado, los procesos de extensión de la transparencia y los mecanismos de control en la contratación pública que surgieron como reclamación en la anterior crisis económica, y que cristalizaron en la nueva política defendida por Ciudadanos.

Por el otro, la moralización de la vida sexual que ejecutó la revolución cultural feminista de 2016 a 2019 por parte de Podemos.

Subidos como estábamos a la juvenil moda ideológica, le compramos a la tropa de «penenes» de Somosaguas aquella terrorífica expresión de «lo personal es político».

Y a los veteranos y baqueteados políticos que venían de atrás, y sabían más de nosotros que nosotros mismos, no les quedó otro remedio que mentirnos como cosacos sin ningún remordimiento.

Como la cosa se va calmando, quizás ahora seremos capaces de reconocer con madurez que los cargos de representación en España miran culos y cometen errores. También que forman una gran masa de salarios públicos entre los 50.000 y los 90.000 euros. Esa política de clase media, aunque a muchos les suene mal, no les hace especialmente privilegiados porque sus retribuciones cada vez se encuentran más lejanas de su nivel de responsabilidad.

El Estado contemporáneo ha extendido su influencia hasta límites nunca antes vistos, cada vez concentra más poder, emite más deuda y toma decisiones más críticas sobre el futuro de nuestra propia comunidad.

La Gran Concertación operada en los últimos años entre administraciones, empresa, tercer sector y presupuesto público deja cada vez menos espacios para las parcelas verdaderamente autónomas de pensamiento y expresión.

Muchos no le pedimos al poder que nos arregle la vida, simplemente que no nos metan en una guerra. Personalmente, no le pido que deje de mentirnos, porque si la «sitcom» de Los Sánchez ha demostrado algo, con sus cartas y sus hermanos y las comidas de Josefina Bonaparte en el Ateneo, es que a una parte relevante de los españoles nos gusta que nos mientan los nuestros en la puta cara.

El poder ha aprendido desde la Covid que se sale de la vergüenza de las propias mentiras doblando la apuesta, señalando como culpables a la oposición y montando operaciones mediáticas con muertos antiguos como si fueran víctimas nuevas.

Los ministros candidatos se la pasan levantando antorchas y piras en las que quemar a los caseros, a los tuiteros y a tu niño que te ha salido muy facha. Todos chivos expiatorios con los que pueden satisfacer las ganas de sangre virtual de la masa.

Se escucha la rotación de los cañones de las direcciones de contenido mediático y cultural, que con un estruendo por encima del que es habitual ya apuntan a lo católico, a la Princesa de Asturias y a las Españas alternativas a Barcelona, que hoy, más allá de lo político, se están gestando en Valencia, Málaga y Madrid.

Con el marcaje habitual de pellizcos de monja, bromitas irónicas y comentaristas orgullosamente mariquitas de la prensa rosa, nos van a desplegar una máquina del fango financiada por Televisión Española. Y el escondido Contreras, que lleva décadas sirviéndose de lo público, nos promete una nueva factoría de documentales, insultos y originales faltas de respeto.