Opinión
Los que callan, otorgan
Los asociados de Sánchez no quieren que caiga el Gobierno, por mucha cloaca que haya
Los asociados de Pedro Sánchez parecen haber entrado en una carrera por ver quién de ellos está más escandalizado por la corrupción –siempre presunta– de las esferas del pedrismo. De manera que vemos a los portavoces de la alianza tardo-sanchista trasladando el mensaje de que no van a aceptar depravación alguna, sea del Gobierno, sea del partido. Los hay que hasta decidieron no acudir ayer a la sesión de control, se supone que en señal de protesta por lo que está sucediendo. Se presupone, porque a la hora de la verdad, cuando se les pregunta por la ausencia, no dicen ni por asomo que sea por causa del Informe Santos o las meretrices de Ábalos. Tenían otras cosas que hacer. De manera que estamos ante una especie de farsa o pantomima, pues los que mucho ladran, apenas muerden, y no acaban de rematar, no saben qué pedirle a Sánchez a cambio de su apoyo.
Lo único que tienen claro es que no quieren que caiga el Gobierno, por mucha cloaca que haya. Y que hay que aprovechar el momento para arrancar a Pedro cuanto esté dispuesto a dar con tal de seguir en La Moncloa. O sea, la hipocresía en estado sublime. El apogeo del postureo. Tienen que decir que condenan la corrupción, pero sin pedir que se convoquen elecciones, no vaya a ser que gane la derecha. Y es mejor la corrupción que la derecha. Ergo Sánchez Castejón debe continuar, pues sólo de esa manera ellos van a poder seguir sacando ventajas de sus posiciones de privilegio.
El problema es que ese teatro no puede ser eterno. Llegará un momento en que no van a tener más remedio que retratarse, no ya con palabras y artificios, sino votando. A Sánchez le gustaría llegar a un acuerdo para que le apoyasen en una hipotética moción de confianza, tras lo cual haría una profunda crisis de Gobierno destituyendo a Fernando Grande-Marlaska y descabezando a la UCO. Sólo así podría aspirar a enterrar tanta basura. Pero ninguno de los aliados se va a comprometer en las actuales circunstancias, por mucho que el presidente les dé cuanto pidan. Nadie quiere salir retratado en un escenario de tráfico de mordidas, enriquecimientos súbitos o negocio de furcias, salvo que a cambio Puigdemont consiguiera la independencia de Cataluña. Claro que hay que suponer que hasta ahí no va a llegar Sánchez. Y si el rédito es menor, no va a compensar que sus votantes indepes les identifiquen con la descomposición del régimen.
Es todo un problema. Cuando se llega a la conclusión, como parece haber llegado Podemos, de que renta más denunciar la necrosis de Ferraz que apoyar al Gobierno, nada de lo que se les ofrece resulta interesante. Es más interesante enfrentarse a Pedro. Y estamos en un momento en el que, de Podemos a Bildu, desde el Bloque a la Chunta, de Compromís a los Comunes, están todos mirándose de reojo para ver quién es más contundente en la denuncia de la herrumbre.
Quizás sean Junts y el PNV lo que se están quedando más desnudos. Dos partidos de derechas avalando las inmoralidades de la izquierda. Descolocados y anclados en posiciones contrarias a su propia ideología, a la de quienes les votan, se aferran al discurso facilón de que «para nosotros, lo único importante es la independencia».
Ya pero, y de la adulteración del voto en las primarias, del cobro de comisiones, de los casos de cohecho y soborno, de la perversión de la moral, ¿tienen algo que decir Aitor Esteban y Carles Puigdemont? Los que callan, otorgan. Y a los dirigentes de ambos partidos se les ve estos días bastante mudos.