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Crisis en el PSOE

A Sánchez se le acaba hoy la "tregua" de las cumbres internacionales

El presidente afronta un oscuro horizonte doméstico tras marcar perfil en las citas de la ONU y la OTAN

Pedro Sánchez ante el plenario de la Cumbre de Sevilla EUROPAPRESSEUROPAPRESS

Hoy termina en la ciudad de Sevilla la IV Conferencia Internacional de la ONU sobre la Financiación para el Desarrollo y, con ella, se evapora el último balón de oxígeno de Pedro Sánchez antes del Comité Federal del sábado. No se le puede negar al presidente del Gobierno su habilidad para realzar su perfil internacional cuando se le complican las cosas en casa, aunque ni siquiera él es inmune al azar y sus caprichos.

La cita de Sevilla que Sánchez va a clausurar esta tarde comenzó con un error de protocolo que lo obligó a él y a su esposa a repetir el saludo a los Reyes para que los medios pudieran captar el momento. Muchas veces se atribuyen estos enredos al narcisismo del jefe del Ejecutivo, algo que no siempre es cierto. Se han dado casos en los que él y Begoña Gómez han colaborado con Zarzuela para salvar situaciones que no han provocado, pero nadie negará que el arranque de esta cumbre de la ONU no auguraba buenos presagios.

El mal fario siguió durante su rueda de Prensa en la capital andaluza. La intervención de Sánchez el lunes junto al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ante los periodistas coincidió con la entrada en prisión de Santos Cerdán. Como era de esperar, allí nadie atendió ya al desarrollo sostenible o a la desigualdad ante el cambio climático.

Desde luego que la reunión en Sevilla con 200 delegaciones y medio centenar de jefes de Estado o de Gobierno ha estado más que justificada y debe contar con la atención de toda la comunidad internacional. La causa ha sido justa y pertinente, aún más desde que Donald Trump decidiera cargarse la totalidad de la agenda de la extinta Usaid.

Lo reprobable de Sánchez no son las batallas que elige, muchas de ellas más que legítimas como la causa palestina. El problema radica más bien en el cuándo, el cómo y, sobre todo, el porqué. La reciente cumbre de la OTAN celebrada en La Haya es un buen ejemplo. El 5% de incremento en el gasto en Defensa que exigía EE UU para que Trump no dejara en la estacada a los europeos no lo va a cumplir nadie. Todos lo saben y no es "casus belli". Sin embargo, el único que puso pie en pared fue el presidente del Gobierno y por razones que muy poco tenían que ver con la Alianza Atlántica y mucho con desviar la atención del TEMA y contentar a sus socios de legislatura.

Esta semana ha cogido la bandera de la defensa del libre comercio frente a la guerra arancelaria de Trump, el gran ausente en la cumbre. También el mítico 0,7% del PIB que cada país debería dedicar a programas de impulso a los países más desfavorecidos según lo acordado en la ONU en 1972. Declaraciones que nadie puede refutar, como que los aranceles "no son un arma arrojadiza, sino un freno", pero que van destinadas a vestirlo como el antagonista mayor del inquilino de la Casa Blanca. Un rol que se antoja cortoplacista y cortado solo a su medida porque carece de la mano izquierda necesaria en Diplomacia para dejar a tu país en un lugar digno, pero no imposible, en la relación con EE UU.

La primera celebración en Madrid del Día de la Independencia de EE UU desde que Trump repite como presidente ha tenido lugar el martes en la Plaza de Las Ventas con escasísima, por no decir nula, presencia del Gobierno español. Es verdad que la legación aún no tiene embajador, que llegará como pronto en otoño, pero también lo es que en el ambiente flotaba el pésimo momento que vive la relación bilateral. Ni siquiera las palabras de la encargada de Negocios, Rian Harris, que recordó "el papel vital que desempeñó España en la lucha de Estados Unidos por la independencia" y una amistad "que se remonta al nacimiento de nuestra República" disiparon la sensación de desencuentro y distancia.