Gobierno de España

Sánchez confía en que Iglesias cederá «in extremis»

Moncloa confía en que el líder de Podemos rebaje sus exigencias de entrar en el Gobierno y les apoye «aunque sea el 25 de julio»

El presidente en funciones Pedro Sánchez, en una foto de archivo tomada en el Palacio de la Moncloa. Foto: Jesús G. Feria
El presidente en funciones Pedro Sánchez, en una foto de archivo tomada en el Palacio de la Moncloa. Foto: Jesús G. Ferialarazon

Moncloa confía en que el líder de Podemos rebaje sus exigencias de entrar en el Gobierno y les apoye «aunque sea el 25 de julio».

El «truco» de Pedro Sánchez, tan celebrado por esos gurús monclovitas que conciben la política como si fuera un juego de secuencias bien condimentado para que su retransmisión difunda la imagen que se busca, sigue siendo poner en contradicción el compromiso de los demás con la gobernabilidad del país. Es decir, crear las condiciones –relato tras relato– para que el resto de fuerzas políticas pague preventivamente las consecuencias de una investidura fallida.

El principal interpelado es Pablo Iglesias. La reciente oferta del líder de ultraizquierda –comunicada a Sánchez de antemano a su paso por La Moncloa– de someter a la investidura un pacto de coalición ya fue sentenciada por el alto mando socialista como «puro tacticismo»: «Otra mirada más a sus intereses personales y partidistas», apuntan.

Los despachos más cercanos al presidente en funciones siguen instalados en el reproche a Podemos y su líder: «¿Cómo tratar con un potencial socio que te dice ‘O aceptas mis condiciones o atente a las consecuencias’?» Curiosamente, uno de esos estrategas presidenciales, permanentemente ataviado estos días con las razones de Estado, prefiere ver la paja en el ojo ajeno: «Hablamos un lenguaje distinto al de Iglesias, empeñado en tomarse el futuro del país como una partida de ajedrez».

Aunque Sánchez rechaza las pretensiones de Iglesias cobijado en las enormes diferencias que mantienen sobre Cataluña, el temor real que se revela cuando se rasca algo más sobre el asunto, es que si Iglesias o alguno de los suyos se sentase en el Consejo de Ministros, la inestabilidad política de la que han hecho gala los morados a lo largo de su existencia política dinamitaría la legislatura antes de completarla. «Sería una constante montaña rusa llena de crisis», señala gráficamente esa misma fuente. El divorcio a medio plazo estaría servido. El líder socialista desea dar estabilidad a su Gobierno durante cuatro años, y el carácter mesiánico, polémico y excesivo de entender la acción pública del líder de Podemos son sinónimos de total desequilibrio.

Pero con 123 diputados, y con la actual configuración del Congreso, el PSOE no tiene más remedio que priorizar los pactos de izquierda, aunque con guiños, de esos que «no se pueden rechazar», al centro-derecha. Es lo que La Moncloa denomina «acuerdos de estabilidad». En esa lógica, el enorme plató en el que ha convertido Pedro Sánchez toda su acción, mantiene el foco de atención sobre PP y Cs, presionándoles de momento para «regalarle la abstención» y casi culpándoles de «antipatriotas» si no ceden y le «obligan» a echar a andar el Gobierno con el inestable apoyo del independentismo. Puro atrezo.

A ello se dirige la activación de otra ronda de consultas este próximo martes. Lo básico para la estrategia de La Moncloa es exponer a Pablo Iglesias y a Pablo Casado al veredicto de la opinión pública. Albert Rivera, que ha calado el percal, ha decidido tirar por la calle del medio. Por segunda vez dará plantón a Sánchez. Sabe bien el líder naranja que desde las sentinas del poder va a ser tachado de «antisistema». Es consciente de la que se le viene encima. Pero, está resuelto arrostrar las críticas por negarse a acudir a la convocatoria de quien, aunque en funciones, no deja de ser el presidente del Gobierno. Prefiere que se visualice desde el primer momento que Cs no va a facilitar el marketing del mandatario del PSOE.

Así las cosas, el pleno de investidura va camino de convertirse meramente en una enorme caja de resonancia para enfrentar a todos salvo a Sánchez, y muy particularmente al mandamás morado, al dilema de cambiar el paso. «¿A ver hasta dónde es capaz de aguantar el desafío Iglesias?», retóricamente se preguntaba en los pasillos del Hotel Palace un destacado dirigente de Ferraz. Entre socialistas reina el convencimiento de que Podemos no puede permitirse otra vez zancadillear la puesta en marcha de un Gobierno de izquierdas. «Si repitiese la jugada de 2016 sería su muerte como partido con la debilidad que arrastra actualmente», asegura el mismo socialista

De hecho, en el círculo del secretario general del PSOE vaticinan que habrá entendimiento in extremis con los morados, quizá el 25 de julio, en la segunda ronda de votaciones. Aun así, y por precaución, un equipo en el cuartel general del puño y la rosa se afana en los preparativos de una repetición electoral: «Si hay que volver a las urnas, desde luego mejor el 10-N que dentro de un año y medio metidos de lleno en el guirigay que creará una ruptura traumática con Podemos».