Elecciones generales

«Si quieres verme habla con Moragas»

Rajoy ha vuelto a confiar en el «hombre de la mochila» para las que serán sus elecciones decisivas. El presidente valora del diplomático catalán su discreción y ese «punto borde» que le hace temido y respetado

Moragas saluda a Rivera, al que conoce desde hace años de Barcelona, el día de la primera ronda con Rajoy
Moragas saluda a Rivera, al que conoce desde hace años de Barcelona, el día de la primera ronda con Rajoylarazon

«A mí no me duelen nunca los hombros aunque la carga sea pesada». Era una frase que Jorge Moragas Sánchez solía decir cuando llegó al Congreso como diputado por Barcelona en la VIII Legislatura, año 2004. Siempre con una mochila a la espalda, era un tipo peculiar, irónico y dicharachero. Su carrera diplomática y el manejo de las lenguas fascinaron a José María Aznar, que le nombró asesor de Protocolo en Presidencia del Gobierno. Era un fervoroso liberal, con aires de aventurero, cabello revuelto y equipaje siempre dispuesto que no se paró en barras ante la dictadura cubana durante un incidente en el mismo aeropuerto de La Habana. Fidel Castro decidió expulsarle de Cuba, a donde había viajado para reunirse con la disidencia. Ese día, el intrépido Moragas ganó puntos en el partido, fue nombrado responsable de Relaciones Internacionales y comenzó una andadura fulgurante junto a Mariano Rajoy hasta convertirse en su auténtica sombra: «Si Mariano es el Quijote caballero, Jorge es su fiel escudero», aseguran en Moncloa.

Hijo de una tradicional familia de los barrios altos de Barcelona, este diplomático de buena cuna, sibilino, astuto y cosmopolita, se convirtió en la mano derecha del presidente Rajoy y su «fontanero» de mayor confianza. Ya lo dijo un día el ministro de Exteriores Paco Ordóñez: «Los que estamos viajados y hablamos idiomas tenemos mucho ganado». Hete aquí a Moragas, embajador en la sombra, amigo de Angela Merkel, David Cameron y con buenos contactos en Estados Unidos, celoso guardián de la agenda de su señor. Por su poder y cercanía se ha ganado algunos enemigos, pero el gallego ha hecho oídos sordos a cualquier ataque hacia su leal colaborador. Su nombramiento como director de la campaña del 20-D lo demostró, y su reválida en esta nueva del 26-J así lo atestigua. Jorge tiene algo que Mariano valora mucho: discreción a ultranza, distancia de quien conviene y ese punto «borde» que le hace temido y a la vez respetado. Sus antiguos compañeros de carrera le definen como divertido, elegante y coqueto. Con ese toque de «comedida arrogancia» de los chicos bien educados en los colegios de Pedralbes y Sant Gervasi, dice uno de ellos.

Un día en el Congreso le pregunté por su mochila impenitente. «Papeles secretos», me respondió con sorna sobre su contenido. Los mismos que en diferentes idiomas ha paseado por los despachos europeos y que desplegó en el agitado Congreso del PP en Valencia. En aquel cónclave, decisivo para el liderazgo de Mariano Rajoy, el diplomático Moragas se fajó en serio y realizó una auténtica «conspiración florentina» en favor de su jefe. Fue entonces cuando de verdad se ganó toda la confianza de Rajoy: «Te voy a echar el guante», le dijo el líder del PP al ficharle como coordinador de presidencia y Relaciones Internacionales del partido. Según varios dirigentes que lo vivieron, Mariano buscó en Moragas lealtad, modernidad y dinamismo. El catalán se puso a ello, trabó una potente red de coordinación entre Moncloa y Génova, y ejecutó una agenda de selectos contactos internacionales. «Si quieres verme, habla con Moragas», comenzó a decir el presidente a cuántos solicitaban audiencia.

Jorge revolucionó la página web, los enlaces en internet del partido y las cancillerías extranjeras. «Pasa más tiempo con el presidente que con su propia familia», afirman algunos de sus colaboradores a quienes exige un cómplice silencio. Jamás ha concedido entrevistas, aunque siempre es amable con los periodistas que conoce de hace tiempo en el Congreso. «Tiene ojo de lince para distinguir a pelotas e interesados», advierten en su equipo.

Celoso guardián de su vida privada, era un viajero incansable por recónditos lugares con su mujer, Paloma, y sus dos hijas, ya adolescentes, hasta que fue designado jefe de Gabinete de Rajoy. Desde ese día, todo cambió y se hizo aún más impenetrable. «Callado y cerrado», le definen personas de su entorno. Con un fervor natural por el mundo anglosajón, completó sus estudios de leyes y diplomacia en Estados Unidos y Francia, dónde descubrió el comic, el cine y la pintura. Entiende de arte y le gustan el expresionismo abstracto o el paisajismo catalán de principios de siglo. Confiesa que le habría gustado ser director de cine y ha visto infinidad de veces «Lawrence de Arabia», de David Lean. En sus años académicos circulaba con sus amigos en moto por las laderas del Tibidabo, un pasión heredada de su padre que fue director de competición de Montesa. «Era un hombre de mundo, aventurero, soñaba con experiencias nuevas», opinan en aquel grupo. El ingreso en la Escuela Diplomática le ofreció ese sueño y en julio de 1995 consigue uno de los puestos más deseados por los quinientos candidatos que aspiraban a entrar en La Moncloa. Allí comenzó su nueva andadura.

Moragas entró en el departamento de Protocolo del entonces presidente del Gobierno, Felipe González, cuando se definía el ingreso de España en la Unión Europea. Y será en 1996, con la llegada de José María Aznar, cuando empieza a tentarle la política. Su perfil cosmopolita, capacidad de trabajo y condición de catalán liberal no nacionalista atraen a Aznar que le otorga cada vez más poder e influencia. Poco a poco descubre los entresijos monclovitas y, según un veterano dirigente, «sabe surfear con habilidad» en el cambio de liderazgo del PP.

«Ala oeste»

Tras la salida de Aznar y las dos derrotas del 2004 y 2008, Jorge se mostró leal a Mariano Rajoy y se ganó su confianza. Desde entonces, ha sido el confidente y amigo del presidente en la llamada «Ala oeste» de la Moncloa, junto a la Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y la Secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro. En este Gabinete en la sombra se diseñan las grandes estrategias de Gobierno y la agenda del Presidente. Con el resto de ministros, y por motivos de coordinación profesional, mantiene buena relación con los titulares de Exteriores, Defensa y su paisano de Interior, Jorge Fernández.

Apasionado andarín conocedor del Ampurdán y la isla de Menorca, dónde en verano suele alquilar una casa, el líder del PP le ha confirmado como su director de campaña en esta difícil encrucijada del 26-J. «De nuevo le ha echado el guante», dicen en el partido. Bastante desconocido para el gran público, ajeno a los tópicos sobre su persona, cicerone, mano derecha, fiel escudero y sombra de Mariano Rajoy, este diplomático catalán vuelve al campo de batalla. Y lo hace con la mochila al hombro que le introdujo en política, sin que le duelan prendas o músculos por servir fielmente a su señor. En este año cervantino, Moragas es a Rajoy lo que Sancho al ingenioso hidalgo Don Quijote. Y de nuevo cabalga.