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Opinión

El síndrome Montero

La soberbia de la perpetradora no asumirá su error

Irene Montero visita una exposición en el Museo del Traje A. Pérez MecaEUROPAPRESS

Partido Popular y Partido Socialista pactan para acabar con las rebajas de penas y las excarcelaciones de agresores sexuales, esas que jamás iban a ocurrir y que eran maledicencias machistas a causa de la entrada en vigor de la ley del «solo sí es sí», y en Unidas Podemos acusan inmediatamente a sus socios en el Gobierno de recortar los derechos de las mujeres.

Se entiende que para los de la formación morada es derecho inalienable de la mujer el ver como sus victimarios son beneficiados por una ley errática. Dice Irene Montero, además, que el PP ha «humillado» al PSOE. En todo caso, digo yo, a quien humillaría es a ella, que es a la que enmienda la plana por necesidad social y le recuerda la chapuza de reforma. Y ojo aquí que parece que defiendo a los socialistas y ni mucho menos, que ellos participaron activamente en el desastre. Pero es que lo de esta señora es ya merecedor de que su apellido dé nombre a algún tipo de trastorno cognitivo.

Uno que impide al que lo sufre percibir y evaluar los hechos en toda su amplitud, desvinculándose siempre de toda consecuencia negativa de los actos propios y celebrando como éxito todo buena intención independientemente de los resultados, además de estar convencido de que es imprescindible su labor y presencia para el correcto devenir de los acontecimientos. Todo ello, claro, despreciando siempre al adversario (incluso al socio, a los hechos me remito).

Una mezcla de Munchausen por poderes, Dunning Kruger y Hubris con un pelín de Tourette. Que al Partido Popular, como quien no quiere la cosa, le ha llamado «antisistema» por querer acabar con el coladero de delincuentes. Antisistema. Al PP. La lideresa de los que querían tomar el cielo por asalto y rodear el Congreso de los Diputados allá por 2015, si los resultados de unas elecciones en un Estado de Derecho les daban disgustito, no otra.

Yo creo que el problema, en realidad, lo tienen con el diccionario, más que con la democracia. Que también. Desconocen, y desprecian, la semántica y la lexicología de nuestro idioma. Las palabras significan lo que ellos quieren en cada momento. Así, hoy el Partido Popular es antisistema, corregir una ley fallida es retroceder en derechos, feministas son las que legislan favoreciendo a los delincuentes en lugar de a las víctimas y corregir a Irene Montero es humillar al PSOE. Y así el mar era el cielo y la noche la mañana. Que las estrellas rocío, que la calor la nevada. Y si lo dice la Montero, punto en boca.

Lo paradójico de todo es, como tantas veces, lo especular de los comportamientos: si Podemos prefiere desproteger a las mujeres antes que pactar con PSOE, Vox prefiere abstenerse antes que unir el sentido de su voto a Unidas Podemos, a ERC y EH Bildu. Y por ese motivo y no otro ha preferido no votar, para no alinearse con ellos. Cada vez es más complicado el encaje de bolillos populista para mantenerse fiel a las convicciones pero lejos del adversario, incluso cuando en algún momento coinciden las tesis sostenidas. O especialmente en esos casos.

A favor de las correcciones han votado PSOE, PP, Ciudadanos y PNV, de manera que el jueves, en el pleno del Congreso de los Diputados, la proposición de Ley saldrá adelante y la próxima semana llegará al Senado. Y, diga lo que diga la ministra podemita Montero, por mucho que frunza el ceño y repita apretando los puñitos que es una vuelta al «Código Penal de La Manada», las mujeres no vamos a experimentar un retroceso en nuestros derechos. Lo que sí va a ocurrir es que las víctimas de violencia sexual van a estar seguras de que sus agresores no se van a beneficiar de una Ley mal hecha, ni siquiera porque la soberbia de su perpetradora le impida asumir un error y también abandonar el ministerio.

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