PSOE

Susana Díaz: comienza la cuenta atrás

Mientras los barones socialistas aguardan en ordenada fila el paso adelante de la presidenta andaluza, a las bases del partido les inquieta la adoración que le rinde el flanco conservador

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, momentos antes de la grabación del mensaje institucional de Fin de Año, en el patio del Rectorado de la Universidad de Sevilla
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, momentos antes de la grabación del mensaje institucional de Fin de Año, en el patio del Rectorado de la Universidad de Sevillalarazon

Según se suceden los turrones y avanzan en su curso natural las negociaciones para la investidura del presidente del Gobierno, a Susana Díaz le está ocurriendo como a esos luceros que aparecen titilantes en el cielo antes del amanecer. Lo que nadie ha podido constatar aún a ciencia cierta es si los titubeos de la presidenta de la Junta de Andalucía, el centelleo de esta particular Estrella de la Mañana, se debe a un proceso de transformación en gigante roja o en desvanecerse en agujero negro. En lo que sí hay coincidencia es en que la presidenta andaluza se debate entre la explosión o la implosión, en un ser o no ser cuya levedad empieza a revelarse insoportable.

Es lo propio de los astros que acceden a su madurez. Mientras los barones socialistas aguardan en ordenada fila el paso adelante de Susana Díaz, a las bases del partido les inquieta la adoración que se le rinde a la baronesa desde el flanco conservador mediático. Es una cuestión de tiempos. La derecha nacional ya ha mostrado sus cartas: la estabilidad de España depende de un pacto de investidura apoyado por los votos de los grupos parlamentarios del Partido Popular, PSOE y Ciudadanos.

Pero en el camarote socialista no lo tienen tan claro. Y en la travesía andan navegando. En la reunión del Comité Federal posterior al 20-D, Pedro Sánchez advirtió el clásico recurso dramático de la felonía en el primer acto. Así al menos lo percibió el secretario general de los socialistas, más seducido por un acuerdo de las siniestras parlamentarias al que podría aspirar a presidente que a una cobertura a la reelección de Rajoy que lo obligaría a una astuta oposición: el caso es que su abuela sería la única encantada con las dos opciones.

Al margen de los afanes de supervivencia o de las tácticas más o menos tuertas, la sintonía de fondo que tiene Susana Díaz con Mariano Rajoy no la comparte el actual líder socialista con ninguno. Los mensajes televisivos de los políticos en fin de año, cada vez más parecidos a las publicidades previas a las campanadas, vinieron a certificar que la presidenta en San Telmo acude a la sinonimia con tal de no resultar cacofónica con el dictado del residente en la Moncloa. Qué fueron si no el consenso y el espíritu de la Transición invocados por Susana, ¿no era el mismo acuerdo de «amplio espectro» que Mariano reclamó un día antes?

Para espectro el que se le viene cada noche encima a la presidenta andaluza. Ante la decisión de precipitar la celebración del Congreso Federal, como pretende ella y una parte de los barones, o retrasarla hasta la primavera, que es el deseo de la dirección del PSOE, el tintineo de la alcoba despierta hasta a las marmotas. En la madrugada, las nanas suenan a metales pesados de Wagner y así es imposible que pueda una conciliarse con el sueño. Las sacudidas nocturnas de Susana Díaz son debidas precisamente al espectro, más parecido, eso sí, a un fenómeno físico que a una aparición shakesperiana.

Como en la energía electromagnética, el rango recorre el infinito desde los rayos cósmicos a las ondas de radio en un aumento progresivo de longitud. De ese tramo, la naturaleza ha reservado al ojo humano lo perceptible, un estrecho vector cuyos extremos se escapan al ultravioleta y al infrarrojo. Más allá, desde Alberto Garzón a Pablo Iglesias, se produce la invisibilidad. Y desde Newton, defiende una parte del PSOE, se conoce que la luz visible sí contiene los tonos azul y naranja. Eso es mucho pedir. A la cachorrada militante, tribus posmodernas, le tientan demasiado las opciones de la otra mecánica, relatividades e incertidumbres teóricas incluidas. Es más la masa indocta de ver «Juego de Tronos», con sus simplistas enemistades y sus rituales decapitaciones, que de mirar el interés general.

Para teorías y principios, los de Felipe González, el viejo sabio de la prole a quien se le atribuye un papel protagonista en este esperado drama sobrevenido. Los 90 (89, en realidad) escaños de un Parlamento que hará sin duda resurgir la práctica cabalística exigen la intervención del chamán. Andalucía, tierra de González y de Díaz, se ha vuelto a afianzar como bastión socialista en todo el país y el poder, quizá la mera supervivencia, ha de estar fortificado por la urdimbre de una hilada estrategia. El fenómeno, cosa formidable, deberá asemejarse al de la luz, de naturaleza ondulatoria y crepuscular, inmaterial y material, la cuadratura de un círculo que encumbró al joven Maxwell al altar del viejo Newton. Las llamadas se producen. También las visitas. Pero será ella, al cabo, quien se enfrentará a las los tribunales de catedráticos de la más variada laya.

Y en esa guisa se encuentra San Telmo en su centelleo. Tiritera. Tic-tac. Unos divisan el horizonte y otros no dejan de mirarse el reloj. El poder, el partido, la Nación. Ay, la Nación. A la espera de que sedimente el polvo de la estrella, batallas intergalácticas mediante, el astro sigue parpadeando a manojitos, como el lucero de la mañana. Claro que el PSOE no puede esperar para siempre. Igual que la energía, que la onda sea visible o se quede en la invisibilidad depende de la longitud y de la frecuencia. Y en el partido, una máquina de gobernar al por mayor hasta hace bien poco, por si acaso ya le bisbisean el destello a Eduardo Madina, fatuo fotón en aquellas primarias frente a Sánchez, apagado por un feroz manotazo de la sultana. Mientras, Susana, en sus intentos por dormir, cuenta borreguitos y deshoja su margarita más cósmica: estrella o agujero negro.