El periscopio

Entre el temor y el olvido

Pujol y Ábalos, vampiros de la corrupción, tuvieron y ejercieron todo el poder, pero ya no tendrán la gloria.

El expresidente de Catalunya Jordi Pujol, ingresado por neumonia a la espera de juicio, durante su ultima aparicion la presentación de su libro 'Des dels turons a l'altra banda del riu'.
El expresidente de Cataluña Jordi PujolParedes / Ep

«Se le van los recuerdos, ya no conoce a mucha gente». La frase corresponde a persona muy cercana a la familia Pujol y era la base del informe forense sobre el deterioro cognitivo del expresidente de la Generalitat, que le habría impedido ser juzgado por la Audiencia Nacional junto a sus siete hijos por presunto enriquecimiento ilícito.

Contra todo pronóstico, los magistrados de la Sala de lo Penal rechazaron archivar la causa y acordaron juzgar al patriarca de la saga más poderosa e influyente de Cataluña durante casi tres décadas. Eso sí, dada su avanzada edad de 95 años, Pujol seguirá el juicio por videoconferencia desde su domicilio barcelonés, dónde se recupera de una neumonía.

La familia, la defensa y sus médicos recibieron la noticia como «un mazazo», según fuentes de su entorno. Pese a todo, Jordi Pujol i Soley se mantuvo recio y sereno, alegando estar a disposición del tribunal dentro de su delicada salud.

11 años después de aflorar aquel dinero oculto en Andorra, que la familia siempre atribuyó a una herencia del abuelo Florenci, padre de Pujol, llega el proceso sobre la gran figura del nacionalismo catalán. Un hombre entre el poder, el ostracismo y una rehabilitación política en los últimos meses.

En medio de la feroz campaña del «sanchismo» contra los jueces, es esta una semana de calvario jurídico que oscila entre el olvido de Pujol, alegado por sus médicos, y los temores de José Luis Ábalos a ingresar en prisión.

Con tan solo distancia de unas horas entre la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, el desfile de la familia Pujol y varios empresarios se cruza con las comparecencias mañana de quien fuera ministro de Transportes y todopoderoso «número tres» del PSOE, José Luis Ábalos, junto a su asesor Koldo García.

Ábalos ha confesado su miedo a entrar en la cárcel, dado las elevadas penas que solicita Anticorrupción. «Buscan intimidarme», dice el exministro ante el intento de perseguir un dinero que jura no tener. Afirma que sus cuentas bancarias están en precario, niega todas las acusaciones y advierte que no dejará su acta de diputado, aunque acabe en Soto del Real.

Recinto penitenciario que acaba de abandonar su sucesor y antaño fiel «sanchista», Santos Cerdán, a quien ahora nadie conoce. Empezando por el presidente del Gobierno, enfrascado en una peligrosa cruzada sin precedentes contra el Poder Judicial.

Según su entorno, Pujol vive tranquilo pero horrorizado con el actual escenario político. Con este juicio, el gran patriarca de la saga es de nuevo protagonista en la vida pública. Ha pasado largo tiempo desde aquel julio de 2014 en que Pujol hizo pública su tremenda confesión de haber mantenido oculta una fortuna en paraísos fiscales de Andorra y Suiza. Desde entonces se desató una cascada de ofensas, desencuentros, ataques, persecución en los tribunales y días de cárcel para sus hijos.

El ya casi centenario presidente reverenciado, fundador de Convergencia, quien pactó con los gobiernos democráticos de Felipe González y José María Aznar, la figura política nacionalista con más peso entre Cataluña y Madrid, afronta un juicio que sus médicos van a seguir muy de cerca. Y atención, tiene ya escritas unas memorias que prometen ser de antología.

El otro gran protagonista de la semana, Ábalos, vuelve al Supremo mientras en Moncloa y Ferraz «no les llega la camisa al cuello», opinan dirigentes socialistas. Entre el temor a que algunos «canten» y el olvido de una presunta reunión con Arnaldo Otegui, que deja muchos oscuros en el aire, el gran líder resiste y ataca como un ciervo herido. Pujol y Ábalos, vampiros de la corrupción, dos hombres y un destino. Tuvieron y ejercieron todo el poder. Ahora es ya seguro que no tendrán la gloria.