Familia
¿Sola y borracha? No, gracias
Es irresponsable que desde un Ministerio se proclame algo así. Años y años de campañas contra el alcoholismo juvenil, contra los botellones y fomentando la moderación y la prudencia, a tomar por rasca
Ni a mi peor archienemiga le desearía yo volver a casa sola y borracha. Os lo juro. ¡Qué pena más grande volver así de entre todas las posibilidades existentes!
Pudiendo volver sola, sobria y estupenda. O sola y con ese puntito guay que te permite mantener la dignidad sin renunciar a ensalzar la amistad, saber que no debes enviar un WhatsApp a ESE o cantar rancheras con relativa solvencia. O volver acompañada por un tío que esté como un tren de cercanías o una moza de carnes prietas, según tus gustos y preferencias. Los dos borrachos, vale, pero lo justo para que la cópula sea satisfactoria. O sin ir borrachos y disfrutar de la misma. O no yacer pero mantener una conversación interesantísima y descubrir que tenéis doscientas cosas en común. Volver a casa como a una le plazca, pero sin necesidad de dar pena o vergüenza a nuestro paso, sin poner en riesgo nuestra integridad física. Como os decía, ese cuadro no se lo deseo yo ni a esa zorra que vosotros y yo sabemos.
Que sí, que entendemos a lo que os referís, queridas. Que lo que queríais decir es que las mujeres tenemos derecho a llegar sanas y salvas a casa, en las condiciones que sean. De verdad que os hemos captado. Tampoco es que sea el eslogan de una profundidad tal que solo lo pillen unos pocos elegidos, o que necesite una tesis para ser comprendido en toda su amplitud. No es que tenga unas referencias literarias que precisen de un bagaje cultural que te rilas para desentrañar su significado. Lo hemos pillado a la primera, como todo el mundo. Pero una cosa es leerlo en una pancarta del 8M y otra que lo haga público la cuenta oficial en redes del Ministerio de Igualdad. El Ministerio de Igualdad, ojo. No Unidas Podemos, ni Laquenodebesernombrada a título personal. No, señores. El Ministerio de Igualdad. Voy a presionar dos veces consecutivas enter, al más puro estilo Roy Galán, para darnos unos segundos y que pensemos todos juntos en esto.
Hola, he vuelto. Sigamos.
Así es. Tal cual. Exactamente igual que si el Ministerio hubiese escrito un “Machete al machote” o un “la talla 38 me aprieta el chocho”. No procede. Porque no es lo mismo pintar una pancarta con tus amigas en una comisión escolar para una manifestación, mientras compartís cookies caseras sin gluten, que redactar un lema para un órgano de la administración pública. No es lo mismo. Puede ser, no te digo yo que no, de gran vistosidad y facilito de corear a ritmo de batucada. Sencillo de recordar, corto, rima asonante, con un puntito canalla y rebelde. No os lo negaré. Pero es más para pintárselo en el entreteto con pintura corporal libre de toxicidad a una de las de Femén que para ser compartido en redes bajo el emblema de un órgano de la administración pública.
El que más y el que menos, no lo negaremos a estas alturas, hemos vuelto alguna vez de esa guisa a casa. Pero hay una cosita, una insignificante, que se llama prudencia. Yo admiro, de verdad os lo digo, el carácter perroflautil flowerpower de la Ministra. Ese candor con el que, a sus 32 castañas, sigue pensando que la violencia cero es una meta asumible y objetiva a la que aspirar. Pero en el mundo real los monstruos existen, y no son verdes ni tienen cuernos. Y, a veces, las buenas personas, por incidencias azarosas, se cruzan con ellos con dramáticas consecuencias. Así, por la misma razón por la que no le recomendaría a nadie, pese a estar en su derecho a hacerlo, pasearse por Pitis de noche, con puñados de billetes de cien euros asomando por sus bolsillos, un Rolex resplandeciendo en su muñeca y las llaves de un Porsche en la mano; tampoco le desearía a nadie volver a casa borracha y sola. Le diría más bien, si la aprecio, que se espere un momento que llamo a un taxi, mientras le sujeto el pelo al vomitar. Que para eso es mi amiga. O le diría que se quede en mi casa y que preparo tortitas para desayunar. Ya no solo por decoro, sino por precaución.
Es irresponsable que desde un Ministerio se proclame algo así. Años y años de campañas contra el alcoholismo juvenil, contra los botellones y fomentando la moderación y la prudencia, a tomar por rasca porque nuestra ministra es, al fin y al cabo, una activista estudiantil con cartera ministerial. Cualquier día nos sale con un “mucha policía, poca diversión” y ya verás tú qué bochorno.
Pareciera, desde su advenimiento, que el Ministerio de Igualdad ha mutado en una especie de chiquipark para adultas, en el que lo mismo se reparte tarta, que se pinta un mural, que se corean frasecitas pijipunkis mientras las tenemos entretenidas sus ocho horas diarias y no están, yo qué sé, impartiendo clases de extraescolares de crochet empoderador o cupcakes tranversales. Un lugar lleno de “tías superpreparadas” (sic), instagrameras y youtuberas, hipermotivadas, supervitaminadas y mineralizadas, que van a cambiarnos la vida a golpe de retweets, likes, chapas y camisetas.
Este Ministerio cuqui rezuma amateurismo. Cuando no es una cosa es otra. La actitud adanista, las constantes declaraciones irresponsables o poco meditadas, el activismo impropio de alguien con responsabilidades políticas (no se puede estar en misa y repicando), el confundir obstinadamente hacer política para todos con imponer la ideología de unos cuantos, los discursos hueros, las faltas de ortografía y defectos de forma y contenido en un anteproyecto de ley que corría mucha prisa anunciar y presentar antes del 8 de marzo.
8 de marzo, hoy, que, como cada año, estaré manifestando mi disconformidad con todo este dislate haciendo justo lo que se supone que no debería hacer: consumir, cuidar, estudiar y trabajar. Todo. Así que, como cada año también, si os encontráis en una terraza con una morena que atiende el teléfono, escribe en un portátil, bebe cerveza, habla con hombres y mujeres indistintamente, y cuida a alguien o a algo, soy yo. No dudéis en saludar. Brindaremos juntos, un año más, por la recuperación de la cordura.
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