
Educación
5 frases que los buenos padres evitan, y por eso sus hijos les escuchan
Educar desde el respeto y la confianza es el mejor camino para que exista un respeto mutuo

Muchos padres se esfuerzan por educar con cariño, límites y respeto a sus hijos, pero a veces, sin querer, ciertas frases sabotean esa conexión. Lo que decimos y cómo lo decimos tiene un impacto directo en cómo ellos reaccionan y se comunican. Hay expresiones que pueden generar distancia, frustración o rebeldía en los niños.
Los padres que logran mantener una relación basada en el respeto mutuo evitan ciertos errores de lenguaje. No se trata de ser los padres perfectos, sino de ser conscientes de que las palabras que usamos todos los días educan tanto como los actos. Por eso, reconocer que hay ciertas frases que alejan más que unen es un paso clave hacia una crianza más sana y efectiva.
1. Nunca digas "Porque lo digo yo"
Esta frase tan típica bloquea el diálogo y transmite autoridad sin empatía. No se trata de discutir ni de negociar cada cosa, sino de mostrar una forma de liderazgo firme, pero empática. Esta forma de hablar valida sus emociones y, al mismo tiempo, deja claro que tú tomas las decisiones con calma y seguridad.
En su lugar, ofrece una explicación breve que les ayude a entender tu decisión, incluso si no están de acuerdo: "Sé que no te gusta esta decisión. Te la voy a explicar y después seguimos adelante". Así se fomenta el respeto mutuo y les enseñas a aceptar límites con comprensión, no por miedo.
2. Nunca digas: "Si no escuchas, perderás X cosa"
Mejor di: “Cuando estés listo para hacer X cosa, podremos hacer esta otra".
Las amenazas suelen generar resistencia porque ponen a los niños a la defensiva. Esta frase cambia la dinámica de poder: mantiene el límite claro, pero le da al niño el control sobre cuándo está preparado para cumplirlo. No se elimina la regla, sino la confrontación.
3. Nunca digas: "Deja de llorar. Estás bien"
Ignorar las emociones de un niño le enseña que sus sentimientos no son válidos o que son demasiado intensos. Esto provoca una desconexión emocional, y los niños que se sienten desconectados suelen resistirse a ayudar. Cuando un niño se siente escuchado, se calma más rápido y genera mayor confianza hacia ti.

Por ello, una buena alternativa a esta frase es: "Veo que estás molesto. Cuéntame qué está pasando".
4. Nunca digas: "¿Cuántas veces tengo que decírtelo?"
Esta pregunta, cargada de frustración, asume que el niño se está portando mal a propósito. Pero muchas veces, lo que parece rebeldía es en realidad confusión, desconexión o una habilidad que aún está desarrollando. Al cambiar el enfoque, invitas a buscar soluciones en lugar de culpar, y eso permite atender la verdadera causa del problema.
En lugar de decir esta frase a tu hijo, una buena opción sería: "Te he preguntado sobre esto varias veces. Ayúdame a entender qué está pasando".
5. Nunca digas: "Deberías saberlo mejor"
En esta ocasión, es mejor decir: "Algo está impidiendo que muestres tu mejor versión ahora. Hablemos sobre ello". ¿Por qué funciona esto? Porque decir “deberías saberlo mejor” avergüenza al niño y cuestiona su integridad.
En cambio, la frase alternativa refleja un cambio de enfoque: pasa del castigo a la colaboración. Asume lo mejor de tu hijo y fomenta la autorreflexión en lugar de la defensa. Envía un mensaje claro: "Confío en ti y estoy aquí para ayudarte."
El verdadero secreto para que los niños escuchen
Los niños se desarrollan mejor cuando se sienten respetados, seguros emocionalmente y parte del proceso. Estos cambios en las palabras que usamos no son simples ajustes de lenguaje, sino una transformación en nuestra forma de entender la crianza.
En lugar de ver la desobediencia como algo que hay que reprimir, comenzamos a interpretarla como una señal: una invitación a conectar, aclarar o brindar apoyo emocional. Cuando respondemos con empatía y liderazgo en lugar de control y críticas, disminuyen los conflictos y criamos niños que confían en nosotrosse autorregulan con mayor facilidad y crecen para ser adultos emocionalmente fuertes.
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