
Educación familiar
Lo que no hacen los padres de niños seguros (y por qué marca la diferencia)
Evitar ciertos hábitos puede ser la clave para que los niños crezcan con autoestima, autonomía y confianza real en sí mismos

Los niños que se sienten capaces es porque han crecido en un entorno que refuerza su valor. Esa es la gran diferencia entre un niño que se atreve a expresarse sin miedo y otro que se retrae ante cada reto. Y, en gran parte, tiene que ver con los hábitos que los padres repiten (o evitan) día tras día.
Criar a un niño seguro no implica repetirle frases motivacionales todo el tiempo, sino construir un ambiente donde entienda que equivocarse está bien, que los errores no lo definen y que puede confiar en su capacidad para aprender, resolver y conectar con otros.
Aquí algunas de las cosas que los padres de niños seguros evitan hacer y, sobre todo, lo que hacen en su lugar.
No les dicen que todo se consigue "por talento"

Lo que hacen: Les enseñan el valor de la práctica
Según el psicólogo Carl Pickhardt, una de las mejores formas de fomentar la confianza es asignar tareas que supongan un reto progresivo. Cuando un niño ve que mejora con el tiempo y el esfuerzo, construye una imagen interna de sí mismo como alguien capaz. "En vez de elogiar solo el resultado, refuerzan el proceso: la constancia, la práctica, el compromiso", asegura.
No los sobreprotegen de los retos
Lo que hacen: Los retan dentro de un marco seguro
El psicólogo asegura que la incomodidad forma parte del crecimiento. Las familias que crían hijos seguros no huyen del conflicto ni del esfuerzo, sino que los encuadran como parte del camino. Como sugiere Pickhardt, darles responsabilidades ajustadas a su edad y dejar que prueben (y a veces fallen) es esencial para que construyan seguridad.
No resuelven siempre los problemas por ellos

Lo que hacen: Les enseñan a pensar por sí mismos
Resolver cada obstáculo por adelantado limita la autonomía. En cambio, los padres que fomentan la seguridad animan a sus hijos a buscar soluciones. Así, cuando se enfrenten a un problema solos -en el colegio o más adelante en la vida- sabrán que tienen recursos internos para afrontarlo.
No ven el fracaso como un reflejo de su valor
Lo que hacen: Les enseñan a ver el error como una oportunidad
Cuando un niño fracasa, lo importante no es evitar la frustración, sino enseñarle a interpretarla de forma constructiva. En vez de frases como "no pasa nada", estos padres preguntan: ¿qué aprendiste?, ¿qué harías diferente? El error deja de ser una amenaza y se convierte en una herramienta.
No castigan la curiosidad

Lo que hacen: Fomentan las preguntas y el deseo de saber
El especialista también habla del impacto de la curiosidad en la construcción de la autoconfianza. "Un niño curioso aprende a confiar en su capacidad para explorar, hacerse preguntas y descubrir respuestas. Eso crea una base sólida para desarrollar persistencia, autocontrol y capacidad de adaptación", señala Pickhardt.
No invalidan sus emociones
Lo que hacen: Les enseñan a entender y gestionar lo que sienten
Finalmente, el psicólogo comenta que pocas cosas debilitan más la confianza que sentir que tus emociones son "incorrectas". Estos padres acompañan, validan, ponen nombre a lo que sus hijos sienten y les dan espacio para expresarlo. Así aprenden que lo que sienten tiene lugar, y que pueden sostenerse incluso en medio del miedo, la rabia o la tristeza.
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