
Historia
Así es el cementerio más melancólico del mundo que se esconde en Galicia
En él descansan los restos del hijo de Valle-Inclán y hay quien afirma que sus arcos siguen en pie porque fueron “pegados con grasa y sal de sardina”

Entre viñedos de Albariño y brisas del Atlántico, reposan las viejas piedras de Santa Mariña Dozo. Al caer la tarde, los arcos de esta antigua iglesia recortan siluetas góticas contra el cielo. Las ruinas, cubiertas de musgo y enmarcadas por cipreses, cobijan un pequeño camposanto cuyos silencios solo interrumpe el susurro del viento.
No es casualidad que el escritor gallego Álvaro Cunqueiro lo definiera como “el cementerio más melancólico del mundo”. Quien pasea entre sus tumbas y sus muros siente la mezcla de sobrecogimiento y belleza que impregna un pedacito de tierra casi único.
Historia entre ruinas
La iglesia original fue construida en el siglo XII sobre una capilla románica anterior, y en el siglo XV se transformó en un elegante templo de estilo gótico marinero, impulsado por Doña María de Ulloa, heredera de los señores de Fefiñáns. Durante siglos, fue el centro espiritual de Cambados, hasta que en el siglo XIX quedó abandonada tras derrumbarse parte de su estructura.
A partir de entonces, y con la parroquia trasladada al convento de San Francisco, el lugar pasó a ser cementerio parroquial, quedando las tumbas insertas entre las capillas, arcos ojivales y muros derruidos del viejo templo.
Declarada Monumento Nacional en 1943, Santa Mariña Dozo es hoy un Bien de Interés Cultural y forma parte de la red europea de cementerios singulares, junto con lugares tan emblemáticos como el Père-Lachaise de París.
Un gótico marinero a cielo abierto
Pese a la ruina, el arte sigue latiendo en Santa Mariña. Cuatro grandes arcos ojivales marcan la estructura de una nave sin techo, adornados con bolas de piedra y relieves de los Doce Apóstoles, pecados capitales y escenas bíblicas. Las capillas laterales y la base de una torre completan este conjunto de gótico tardío y sencillez marinera.

La integración del cementerio entre las ruinas convierte el lugar en un espacio de melancólica belleza. Las tumbas, muchas cubiertas de musgo o flores silvestres, ocupan lo que antaño fue la nave principal. Aquí descansan generaciones de cambadeses bajo inscripciones en gallego o castellano antiguo, en un lugar que ha inspirado tanto a escritores como a viajeros.
Josefina Blanco y la memoria de Valle-Inclán
Entre las sepulturas hay dos nombres ligados a la literatura española: Joaquín María del Valle-Inclán, hijo del célebre autor, y su madre, la actriz Josefina Blanco. El bebé falleció con pocos meses de vida y fue enterrado en Santa Mariña. Años más tarde, Josefina pidió reposar junto a él. Su tumba aún puede visitarse, sencilla y conmovedora.
Cada año, durante Todos los Santos, se organizan actos conmemorativos en su honor, reforzando el vínculo del cementerio con la historia emocional y literaria de Galicia.
Leyendas, sal de sardina y turismo espiritual
Como todo enclave gallego que se precie, Santa Mariña Dozo también tiene sus leyendas: una habla de que el derrumbe de la iglesia fue un castigo divino por un sermón blasfemo; otra asegura que los arcos aún en pie resisten porque fueron “pegados con grasa y sal de sardina”.
Hoy, este cementerio tan particular es uno de los lugares más visitados de Cambados. Turistas, peregrinos y curiosos lo recorren en silencio, atraídos por su armonía entre ruina, arte, historia y naturaleza. Santa Mariña Dozo es mucho más que un camposanto: es una catedral melancólica del recuerdo, una página viva de esa Galicia que mira al mar con alma y piedra.
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