Nuevo pontífice

Naturaleza
Cuando la marea del Cantábrico retrocede, Areosa revela su secreto: un estrecho arco de arena fina que se abre paso entre acantilados oscuros. El sonido rítmico de las olas resuena amplificado por las paredes de roca, como un susurro de otro tiempo. Bajo la luz del amanecer, el agua cristalina adopta tonos esmeralda y el reflejo del cielo juega entre las pozas y las grietas.
Es un rincón casi escondido, un diminuto olimpo que aparece discretamente ante quien se aventura por la costa lucense en busca de lugares que explorar. A fin de cuentas, Areosa no es una playa multitudinaria; es más bien una cala recóndita cuyo encanto radica en su atmósfera íntima y salvaje, como sacada de un relato marinero.
Esta ensenada se encuadra en escarpada costa de Ribadeo, moldeada durante milenios por el mar. La zona pertenece a la llamada Rasa Cantábrica, una meseta litoral de la que emergen playas al pie de abruptos acantilados, separadas entre sí por afilados farallones de roca. La de Areosa es una de esas pequeñas calas rocosas que pueden pasar desapercibidas si el visitante no se acerca lo suficiente al borde del precipicio.
Su arena se fue acumulando en una grieta natural de la costa, dibujando con el tiempo este minúsculo arenal resguardado entre paredes de pizarra y cuarcita. En días de temporal, el oleaje golpea con fuerza entre las rocas, ensanchando poco a poco la abertura; en días de calma, deja entrever tranquilas charcas, testimonio de la paciencia con la que el mar esculpe su paisaje.
Pero la historia de Areosa no sólo la escribieron las olas, también la redactaron los hombres. A comienzos del siglo XX, esta cala fue testigo de la próspera actividad minera de la comarca. De hecho, su nombre proviene de un antiguo cargadero de mineral que existió en la playa y cuyos restos, restaurados, aún pueden verse sobre las rocas.
Hasta este punto llegaba un ramal de ferrocarril procedente de las minas de A Pontenova, y mediante grúas sobre una larga pasarela de madera se cargaba el hierro en buques mercantes. Aquellos barcos de gran calado no podían entrar en la ría de Ribadeo por riesgo de encallar, así que se aprovisionaban aquí, en mar abierto.
Hoy el llamado O Cargadoiro forma parte de un parque etnográfico y funciona como mirador histórico. Muy cerca se alza además el antiguo Fuerte de San Damián (siglo XVII), otra atalaya estratégica desde la que divisar la ría y la costa cantábrica.
Areosa es una playa diminuta: apenas 50 metros de longitud en bajamar, encajada en un entrante de la costa que le sirve de refugio natural. Dos paredones de roca de unos 5 metros de altura la protegen del viento, creando un microentorno apacible.
El suelo combina arena fina de tono dorado grisáceo con cantos rodados y afloramientos rocosos. Cuando la marea está alta, el oleaje prácticamente cubre toda la franja de arena, que puede reducirse a apenas un par de metros de anchura.
Por este motivo, los visitantes suelen planificar su llegada en marea baja, momento en que la playa muestra toda su superficie y es posible pasear entre las rocas descubiertas. Las aguas son extraordinariamente limpias y transparentes, invitando al baño y al buceo en superficie en días tranquilos.
De hecho, Areosa resulta un lugar muy atractivo para practicar snorkel, gracias a la riqueza de vida marina en torno a sus peñascos sumergidos. Entre algas ondulantes se dejan ver pequeños peces, cangrejos y moluscos, ofreciendo un pequeño ecosistema costero para quien se aventure con gafas y tubo. Ahora bien, al estar abierta al Cantábrico, el oleaje es moderado a fuerte según la jornada. En días de mar agitado, las corrientes y rompientes pueden ser peligrosas y no se recomienda adentrarse a nadar mar adentro.
La tranquilidad de Areosa, por tanto, depende del clima: puede ser un remanso para nadar plácidamente o un espectáculo salvaje de olas golpeando las rocas. El entorno inmediato es totalmente natural. No hay construcciones a la vista, solo los verdes prados en lo alto del acantilado que contrastan con el azul del mar, y el perfil inconfundible del faro de Isla Pancha recortándose en la distancia. La playa carece de servicios turísticos; nada de chiringuitos, duchas o socorristas, realzando, si cabe, su carácter virgen.
Areosa pertenece a un espacio protegido dentro de la Red Natura 2000 (Zona de Especial Conservación) y a la Reserva de la Biosfera del Río Eo, por lo que su conservación es prioridad. Tan solo se ha acondicionado lo mínimo para el visitante: una escalinata para descender desde lo alto y, en la parte superior, un pequeño aparcamiento de tierra y una área de descanso con mesas de picnic.
Gracias a ello, el acceso es sencillo (se llega en coche desviándose de la carretera N-634 y luego caminando unos metros) pero el lugar mantiene una atmósfera sosegada, incluso en plena temporada estival suele registrar baja ocupación. En Areosa, el lujo es la sencillez: la brisa marina, el rugido del oleaje y la sensación de descubrir un enclave apenas alterado por el hombre.
Visitar A Areosa es adentrarse en un entorno natural que demanda ciertas precauciones y preparativos. Al planificar la excursión, conviene tener en cuenta los horarios de las mareas: es preferible acudir con marea baja para disponer de mayor zona de arena y poder explorar las pozas intermareales con seguridad. Con pleamar, la cala prácticamente desaparece bajo el agua.
Dado que no hay socorrista ni servicios, se recomienda extremar la prudencia al bañarse y no alejarse de la orilla, especialmente si el mar está picado. En días de fuerte oleaje, lo más sensato es conformarse con disfrutar del paisaje desde la orilla y posponer el baño para otra ocasión.
Es conveniente también llevar calzado adecuado, ya que para bajar a la playa hay que usar una escalera tallada en la ladera y caminar entre algunas rocas. Y si a uno le gusta el buceo ligero o hacer snorkel, no debe olvidar el equipo: la claridad del agua y la vida submarina de la cala brindan la oportunidad de curiosear bajo la superficie.
Para llegar hay dos opciones principales. La más cómoda es en coche: desde Ribadeo debe tomarse la carretera N-634 dirección oeste unos 4 km hasta encontrar el desvío señalizado hacia la costa (playa de Areosa). El camino termina en una pequeña zona de aparcamiento sin vigilancia, a escasos metros de la bajada a la playa.
La opción alternativa es a pie o en bici, siguiendo la ruta senderista que bordea el litoral ribadense. Existen senderos bien marcados que conectan la villa de Ribadeo, el faro de Illa Pancha y las diferentes calas (Os Castros, As Illas, Rochas Brancas, etc.) hasta llegar a Areosa y más allá.
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