
Cultura
Así son las mujeres a las que Galicia dedica uno de sus días más especiales
Guardaron coplas en la memoria, sacaron lo mejor de una pandeireta y cantaron a la vida con los pies en la tierra

Hay canciones que no se escriben: se heredan. Vienen envueltas en la memoria de una aldea, en el eco de una voz que canta mientras lava la ropa en el río o desgrana maíz junto al fuego. Son coplas que no nacieron para el papel, sino para sobrevivir de boca en boca, de madre a hija, de vecina a comadre, como un hilo invisible que sostiene la lengua, el ritmo y el alma de un pueblo.
En Galicia, esas canciones muchas veces tienen nombre de mujer. Se llaman Eva, Rosa, Adolfina, Prudencia, Asunción, Teresa, Manuela. Suenan, a ratos, temblorosas, otras veces decididas como el golpe de una pandeireta, llenando inviernos de música y caminos de palabras. Sin pretenderlo, fueron poetas y cronistas, músicas y maestras, autoras sin firma de una obra inmensa.
Este año, Galicia se detiene para escuchar a esas mujeres. Para rendirles el homenaje que merecen. Porque mañana, sábado 17 de mayo, el Día das Letras Galegas 2025 no será para un escritor o escritora, ni para una figura de biblioteca: será para todas ellas, las cantareiras. Las que hicieron del canto un refugio y una resistencia. Las que guardaron la lengua cuando estaba prohibida. Las que, sin saberlo, sembraron la música que ahora florece en nuevas generaciones.
La Real Academia Galega ha decidido dedicar esta celebración colectiva a las cantareiras y a la poesía popular oral, un tributo que busca dignificar la memoria de las mujeres que, generación tras generación, han sido guardianas silenciosas del patrimonio inmaterial de Galicia. Un homenaje que se hace carne en los nombres de Adolfina y Rosa Casás, Eva Castiñeira, Prudencia y Asunción Garrido, Teresa García, Manuela Lema y tantas otras que, con sus voces y pandeiretas, dieron forma al alma musical del país.

Estas mujeres no sólo cantaron, sino que preservaron -en un contexto de represión, pobreza y emigración- las palabras que hilaban la memoria del pueblo. Y lo hicieron en las fiestas, en las ruadas, al terminar los trabajos del campo o al lavar ropa para fuera. Lo hicieron por instinto, por amor, por herencia. Ahora, Galicia las eleva a la categoría de autoras imprescindibles.
Guardianas de la tradición
Todo arrancó con la designación oficial, el 5 de julio de 2024. Ese día, la Real Academia Galega acordó una candidatura múltiple que da voz a las muchas mujeres que, durante décadas, atesoraron, enriquecieron y transmitieron una tradición centenaria desde el anonimato, en un tiempo en que el espacio público musical pertenecía casi en exclusiva a los hombres, simbolizados por la figura del gaiteiro.
Rosa y Adolfina Casás Rama, tía y sobrina naturales de Cerceda, fueron descubiertas por la musicóloga suiza Dorothé Schubarth en los 80. Durante años, sus voces habían estado silenciadas por la modernización del ocio, pero cuando se reencontraron y les prestaron una pandeireta, brotaron cantigas improvisadas con una fuerza intacta. La propia Schubarth, autora del Cancioneiro Popular Galego junto a Antón Santamarina, quedó asombrada por su talento.
Eva Castiñeira, nacida en Muxía en 1926, emigró a A Coruña para trabajar como asistenta. Fue allí donde su voz fue descubierta por los fundadores de la discográfica Ruada. En 1981, invitada por Milladoiro, se convirtió en la primera pandeireteira en actuar con un grupo folk sobre un escenario, dejando una huella profunda en la evolución de la música tradicional gallega.
Del campo a los escenarios internacionales
La historia de las Pandeireteiras de Mens es aún más sorprendente. Cinco mujeres de la parroquia de Mens, en Malpica de Bergantiños, fueron invitadas en los años 70 a subirse a un escenario por primera vez. Algunas ya superaban los 80 años.
Durante dos décadas, viajaron por Francia, Portugal, Argentina… Siempre vestidas de luto, con el pañuelo en la cabeza y su pandeireta en una bolsa de plástico, sin renunciar nunca a su estilo. Fueron, según dijo el propio Gonzalo Torrente Ballester tras verlas actuar, “la imagen de las madres y abuelas que los emigrantes habían dejado atrás”.
Ese mismo lamento fue el que escuchó Schubarth al llegar a las aldeas: “Moitas cantareiras non tiñan unha pandeireta de seu”. Compró la mejor que encontró en Compostela y se la llevó para grabar a las protagonistas de estas letras. A partir de esos encuentros espontáneos brotaron canciones que parecían nacer de la tierra misma, como si el tiempo no hubiese pasado.

Del olvido al reconocimiento
La dictadura supuso un paréntesis para esta tradición. El desdén por la lengua y la cultura gallega fue acompañado de un desarraigo que interrumpió en muchas familias la cadena de transmisión. Las cantareiras resistieron como último bastión de un mundo que parecía desvanecerse, hasta que la nueva ola de música gallega las rescató. De ellas nacen muchas de las voces de hoy: desde Fuxan os Ventos o Milladoiro, hasta Mercedes Peón, Leilía, Xabier Díaz, Faia Díaz, Baiuca, Caamaño&Ameixeiras, Fillas de Casandra o las Tanxugueiras.
A través de estas artistas, el legado de las cantareiras ha llegado al siglo XXI. Grabaciones como Recolleita o canciones como la “Jota de Eva” o “Ao pasar pola Coruña” -interpretadas por grupos como Leilía o Luar na Lubre- son apenas una muestra del eco contemporáneo de aquellas melodías que nacieron al calor de una aldea, al ritmo de una vida dura pero musical.
Este Día das Letras Galegas 2025 será el segundo en la historia con una dedicatoria colectiva, después de que en 1998 la RAG centrase su mirada en los trovadores medievales de la ría de Vigo. Ahora lo hace con las mujeres que, sin saber leer ni escribir muchas veces, tejieron los versos de una literatura viva, a través de la música. Como reza el verso de Luísa Villalta que sirve de nexo entre la celebración de 2024 y la de este año: “As coplas aprendidas na saia da avoa”.
Las protagonistas de este homenaje no aparecen en los libros de texto, pero han dejado una herencia más profunda que muchas plumas ilustres. Son las voces que cantaron la vida y la muerte, el amor y la emigración, la alegría y el dolor. Son las mujeres a las que Galicia dedica uno de sus días más especiales.
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