
Historia
Así es la torre que defendió la ría de Arousa de los vikingos
Sus ruinas, situadas en un pequeño islote frente a un barrio marinero, han vivido siglos de batallas y leyendas

Sobre un pequeño islote frente al barrio marinero de Santo Tomé do Mar, en Cambados, se levantan aún los restos de la torre de San Sadurniño.
Aunque solo sobreviven unos muros castigados por el paso del tiempo y las mareas, su silueta recortada frente a la ría de Arousa ayuda a recordar el pasado heroico de esta villa gallega.
La torre fue, durante siglos, el ojo vigilante de la costa. Construida en torno al siglo VIII o IX, probablemente sobre los restos de alguna antigua fortificación romana o fenicia, formaba parte de un sistema defensivo que protegía las rías gallegas y el camino hacia Santiago de Compostela de las incursiones vikingas y de otros pueblos que llegaban del mar en busca de saqueos.

Desde lo alto de San Sadurniño, las hogueras alertaban de la llegada de los piratas: la señal pasaba de la torre de A Lanzada a San Sadurniño, de allí a la de Cálogo en Vilanova y, por último, a las Torres de Oeste en Catoira, preparando a toda la comarca para defenderse.
Durante la Alta Edad Media, esta atalaya era clave para la seguridad de la ría. El arzobispo compostelano Diego Gelmírez reforzó sus muros en el siglo XII, consciente de la importancia estratégica de la torre. Bajo su impulso, se mejoró la infraestructura portuaria de Cambados, lo que trajo riqueza y convirtió a la villa en un destacado punto comercial.
Aquel período de esplendor se reflejó en el crecimiento de la villa y en la construcción de pazos que aún hoy forman parte del patrimonio de la zona.

La torre vio llegar a normandos, sarracenos y corsarios; soportó asedios y revueltas. En el siglo XV, durante la revuelta de los Irmandiños, los campesinos sublevados la destruyeron. Años después, Gómez de Sotomayor, hermano de Pedro Madruga, la reconstruyó y la convirtió en lugar de residencia, con una pequeña capilla dedicada a la Virgen María.
El destino volvió a ensañarse en 1755, cuando el gran terremoto de Lisboa sacudió la costa gallega. La torre sufrió graves daños y nunca volvió a ser reparada.
Sus piedras quedaron a merced del viento, del salitre y de las leyendas que, desde entonces, rodean sus ruinas. De esta torre se cuentan historias de pasadizos ocultos bajo las rocas, de tesoros enterrados y de reyes moros que, desde lo alto de la torre, imponían su ley.
Se puede llegar hasta la torre cruzando un puente desde la playa cambadesa de A Mouta o, si la marea está baja, incluso caminando.
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