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Turismo

Así es la villa marinera más cinematográfica de Galicia

Sorprende con sus casas indianas de colores vivos, las cabrias que dan nombre al lugar y una atmósfera que conquistó a cineastas como Pedro Almodóvar

Las cabrias sobre las que se secaban las redes, en la arena. Turismo de Galicia

En la Ría de Ares, al abrigo de un mar sereno que a veces parece un espejo de plata, se levanta una aldea singular: Redes. Un rinconcito marinero en el que las casas parecen flotar sobre el agua y las redes, que antaño dieron sustento a los vecinos, siguen marcando la identidad de este espacio. Uno en el que cada diminuta calle es un viaje en el tiempo y cada fachada de colores, una historia que mezcla salitre, emigración y retorno.

A fin de cuentas, pasear por Redes (A Coruña) viene a ser algo así como adentrarse en un escenario cinematográfico. No en vano, Pedro Almodóvar la escogió como localización para su película Silencio y las cámaras de la popular serie gallega Padre Casares también encontraron entre sus plazas y callejuelas la esencia de un pueblo que parece hecho para la gran pantalla.

Las cabrias, origen del nombre

A orillas del mar, sobresaliendo sobre la arena como esculturas de madera, se alzan las célebres cabrias. Son palos cruzados y sostenidos de manera vertical que en otra época servían a los marineros para colgar las redes y dejarlas secar al viento.

Hoy se han convertido en un emblema del pueblo y en la explicación de su nombre: Redes. Estas sencillas estructuras, humildes y literarias, resumen siglos de trabajo, resistencia y vida ligada al océano.

El visitante que contempla las cabrias frente a las fachadas pegadas al mar comprende de inmediato esa unión entre aldea y ría. Aquí no hay frontera entre tierra y agua más allá del horizontes: las casas se levantan casi sobre las olas, como si quisieran participar del vaivén marino.

Puerto de Redes. Wikipedia

El eco de la emigración

Otro de los tesoros de Redes se esconde en sus viviendas indianas, las coloridas casas modernistas que construyeron aquellos vecinos que en su día partieron en busca de fortuna y regresaron con nuevos aires arquitectónicos. Sus fachadas, cuidadosamente conservadas, aportan un cromatismo único que convierte cada esquina en un lienzo.

Entre ellas destacan la casa de Paco Bello y la de Concha Amado, símbolos del esplendor de finales del siglo XIX y principios del XX. Y, por supuesto, la Casa Azul de la Praza do Pedregal, cuyo torreón azulado se ha convertido en uno de los iconos visuales de la villa. Estas construcciones recuerdan que Redes no vivió solo del mar, sino también de los viajes transatlánticos que marcaron el destino de miles de gallegos.

Una aldea para perderse

Quien llega a Redes entiende pronto el dicho popular: “En Ares non te pares, en Redes non te quedes e en Camouco para pouco”. Porque lo que realmente pide este lugar no es una visita fugaz, sino perderse entre sus callejuelas, dejarse seducir por el rumor del agua golpeando las piedras del puerto y respirar la tranquilidad que desprenden sus plazas.

La Praza do Pedregal, en el centro del pueblo, actúa como una especia de punto de encuentro de vecinos y visitantes, un espacio en el que la vida avanza al ritmo lento de los días de verano. Y desde la Rúa Nova se accede a la Punta de Modias, donde reposan los restos de una batería defensiva del siglo XVIII que recuerda el pasado estratégico de la ría.

Aunque pequeña, Redes recibe cada año a numerosos visitantes. Tanto es así que se ha habilitado un aparcamiento en las afueras para preservar la calma de sus estrechas calles.

El conjunto resulta tan armonioso que parece un cuadro: el mar como fondo, las casas indianas como pinceladas de color y las cabrias como firma de identidad. Un paisaje en el que aún se escucha el eco de las voces marineras y se percibe el peso de las historias de quienes partieron y volvieron.

Casas en Redes. Turismo de Galicia

Redes, un secreto a voces

Quizá por todo ello, Redes se ha convertido en un secreto cada vez menos oculto, en una joya que despierta interés en todo el noroeste de Galicia. Es aldea y es plató, es historia y es presente, es refugio y es ventana al mar.

Visitar Redes es sumergirse en un modo de vida que, aunque se adapta a los tiempos, sigue respirando autenticidad. Un pedacito de tierra que recuerda que Galicia no se entiende sin su mar, y que la belleza, muchas veces, se esconde en los pueblos más pequeños.