Gastronomía
Grandes de España: Jordi Cruz, comunicador de prestigio
Es el chef más joven de nuestro país y el segundo del mundo en recibir el macarron
Es una de las caras más conocidas de la gastronomía española. Desde 2013, se cuela cada semana en los hogares de los españolitos ejerciendo de ‘poli’ malo en MasterChef, el archifamoso concurso. Como Pepe Rodríguez y, en menor medida, Samantha Vallejo-Nágera, este manresano nacido en 1978 ya era un crack antes de ser mediático. Su vocación, según cuenta, se despertó pronto, con 7 añitos. Era el pequeño de seis hermanos y un día cocinó para su madre, que se encontraba indispuesta, unas judías verdes con patatas. Desde entonces, lo tuvo claro. Con solo 14 años empezó a trabajar en Estany Clar de Cercs (Barcelona) y aquí le cayó su primera estrella Michelin, lo que le convirtió, con sus 24 años, en el chef más joven de nuestro país y el segundo del mundo en recibir el macarron. No era el primer premio, porque ya el chaval despuntaba, pero sí el que le puso en el radar gastro.
Los reconocimientos se sucedieron y Cruz seguía avanzando. En 2007 saltó al restaurante Angle (Barcelona) y al año siguiente logró la primera estrella para este espacio (consiguió la segunda en 2019). En 2010 llega ABaC Restaurant & Hotel, donde empezó a forjarse su leyenda a lo grande. Obtuvo la segunda estrella en 2012 y la tercera en 2017, lo que le colocó en la Champions de los cocineros. En 2012, cuando todos los grandes cocineros abrieron espacios más asequibles, él hizo lo propio con Ten’s Tapas, pero con mucho éxito, a diferencia de otros que no supieron conceptualizar un espacio ni entender que el público no compra lo que sea por mucho que venga avalado por un nombre. Participar en MasterChef le vino muy bien.
Hoy, además de ostentar un buen puñado de estrellas, Jordi Cruz se ha consolidado como un comunicador de prestigio, pues ha presentado las campanadas de Fin de Año, tiene seis libros y puede presumir de que acaba de sacar del horno su mejor creación: Noah, su primer hijo, fruto de su idílico amor con la arquitecta brasileña Rebecca Lima. Los premios de la vida, qué duda cabe, son los más dulces.
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