Casa Real

La nueva vida de un melancólico Don Juan Carlos

El monarca vuelve a refugiarse en sus amigos, en las regatas y en la caza para sobrellevar la pérdida de su hermana.

El funeral de la infanta Pilar presidido por los Reyes Felipe y Letizia y con la presencia destacada de Don Juan Carlos y Doña Sofía ha servido para ver de nuevo al monarca. Desde que acudió a la casa familiar de Puerta de Hierro el día que falleció su hermana y después al cementerio de San Isidro no había vuelto a aparecer en público. En esas dos fechas su semblante era triste y hubo testigos presenciales que confirmaron que la mañana del entierro a Don Juan Carlos se le escaparon las lágrimas. Una imagen que solo los presentes pudieron calibrar al ser una ceremonia privada. Unos momentos muy parecidos a la mañana del 3 de abril de 1993 cuando se celebró el funeral por el alma del conde de Barcelona en la basílica de El Escorial. En la retransmisión de TVE se pudo ver al hijo del Rey sin poder contener el llanto igual que le sucedió a Doña Sofía. El mismo lugar y parecida situación se ha vuelto a repetir para el adiós a la infanta Pilar, la hermana querida. En ella, Don Juan Carlos encontró siempre apoyo en lo momentos más complicados que vivió hasta su abdicación.

Cariño y comprensión cuando dentro de su propia familia el terremoto Corinna Larsen supuso un abandono oficioso. En aquellos días, con su salud más que resentida y sin compañía en el Palacio de la Zarzuela, solo los más íntimos iban a visitarlo según contaba el añorado Pepe Oneto. En cuanto podía se iba hasta el chalet de su hermana Pilar «que es la casa que mejor se come de todo Madrid», decía. Antes de su operación de corazón y de que le implantaran los stent coronarios, la apariencia física de Don Juan Carlos no era buena. Aparecía hinchado, seguramente por la medicación, y torpe en sus andares. De hecho acudió a Winblendon para animar a Nadal y la sorpresa fue que apareció con una herida en la frente. La explicación fue que tropezó y al caer chocó con una mesa, o al menos es la que desde Zarzuela recibió quien esto escribe y por lo tanto no hay que poner en duda.

Los comentarios sobre la salud del soberano han sido de ida y vuelta en estos últimos tiempos. A raíz de las imágenes que se han visto en el funeral de carácter institucional por la muerte de su hermana, las informaciones sobre este tema se han actualizado. El Rey emérito apareció en El Escorial con el rostro compungido pero con la piel más tersa y sin la hinchazón de los últimos años. Sus hechuras a los 82 años también han disminuido al compararlas con la de su hijo. Estos cambios físicos tienen su razón de ser: se ha sometido a tratamientos antiedad (sin retoques estéticos) que según varios profesionales de medicina estética pasaría por sesiones de Indiba, remodeling y oxigenoterapia cuyo resultado mejora el aspecto físico. En cuanto a la pérdida de kilos ya explicó en su día el responsable del equipo médico que le intervino en agosto pasado que para Don Juan Carlos era de obligado cumplimiento cambiar su dieta alimenticia por otra más saludable. Menús poco condimentados, evitar las grasas, rebajar los hidratos y las carnes rojas es el abc de las personas de su edad que han sufrido algún tipo de problema coronario. Y parece que ha hecho caso. Al menos así lo confirman testigos que han compartido con él jornadas cinegéticas.

Después de los meses obligados de recuperación en Zarzuela con fisioterapeuta a diario, alimentación austera y pocos viajes retomó su actividad de ocio al no tener agenda institucional. Hay que recordar que se convirtió en rey jubilado por elección propia. A partir de ese momento se retiró de la vida pública y retomo su actividad de ocio. Entre sus aficiones se encuentra la caza. La primera fue en noviembre de 2019 y la segunda hace unas semanas. En las dos jornadas se acompañó de su grupo de cazadores que suelen ser siempre los mismos y entre los que se encuentran apellidos del mundo empresarial como Boluda, Cutillas, Corsini, Baez, Prado, Suárez, Pardo, que a veces acuden con sus hijos. En las dos ocasiones el lugar elegido ha sido la finca La Flamenca en la vega de Aranjuez a menos de una hora de Madrid. Él ya no participa en monterías donde hay que caminar por terrenos agrestes, pero sí en los ojeos de perdiz. Se traslada en un todoterreno hasta su puesto y puede pasar la mañana con su compañeros hasta que a mediodía se reúnen para comer en el palacete que hay en la finca propiedad del duque de Fernán Nuñez. Y en esos almuerzos es donde las amistades testan los cambio de hábitos gastronómicos que son la causa de su mejorada apariencia física. La propia infanta Pilar contaba en el Rastrillo de Nuevo futuro este invierno que «mi hermano es de buen comer como también lo era mi padre, la infanta Margarita, mis hijos y la mayoría de mis nietos. Y precisamente yo, que siempre me han sobrado kilos, adelgace con mi enfermedad. Mi hermano se cuida mucho pero ha tenido que suprimir muchas cosas».