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Vannesa Bryant: de ser la Yoko Ono de los Lakers a convertirse en la viuda de América

Vannesa y Kobe se conocieron cuando eran adolescentes y fueron consolidando su relación con los años.

Vanessa y Kobe con el Oscar que él ganó
Vanessa y Kobe con el Oscar que él ganólarazon

Si el destino ha arrebatado a la ciudad de Los Ángeles una gran parte de su identidad, a Vanessa Bryant y a sus tres hijas éste les ha despojado de su aliento, de su ánimo, de su moral y de sea lo que sea esa sustancia que llena el corazón de viveza, de energía... de amor. Sus sentimientos han quedado secuestrados por el dichoso capricho de la fatalidad y la que está siendo la semana más difícil de sus existencias fluye sin la fluidez de antes. Las cuatro han permanecido encerradas durante estos siete días eternos en su mansión de la costa de Newport Beach, a unos 80 kilómetros al sur de Los Ángeles. Les acompaña su núcleo más cercano, incluida Sofía Urbieta, la inseparable madre de la que se ha convertido en la viuda más honorada de la sociedad estadounidense.

La trayectoria vital de Vanessa es como salida de un cuento y el relato de la plebeya que se convierte en reina gracias a un príncipe que antes de ser rey se enamoró de ella, se ajusta a la realidad de manera milimétrica.Vanessa proviene de una familia rota desde que sus padres se divorciaron cuando ella era tan solo un bebé. Vivió con su madre en diferentes lugares del sur de California, en ambientes de posibilidades económicas muy reducidas incluso, después de que Sofía se volviera a casar por segunda vez. Kobe creció como el hijo de un jugador de la NBA que pasó su infancia entre un barrio bien de Philadelphia e Italia, donde su progenitor jugó varias temporadas. El que fue buque insignia de Los Angeles Lakers durante buena parte de las veinte campañas que pasó allí se saltó la universidad para recalar directamente en el baloncesto profesional. A los 20 años ya era una estrella emergente y le echó el ojo a una chica de 17, con ascendencia mexicana, a la que conoció durante la grabación de un vídeo musical y a la que durante su primera cita llevó a Disneylandia. Si alguien le hubiera dicho a Vanessa que pocas semanas después de conocer a un cazatalentos, grabaría dos vídeos musicales y acabaría siendo la pareja de Bryant, probablemente hubiera pensado que le estaban tomando el pelo. Era 1999 y el drama de esta joven acababa de dar el primer giro.

Hay dos cualidades que las que fueron sus amigas destacan de la Vanessa plebeya: su valentía para enfrentarse a los tipos duros que le perdían el respeto a ella o a la gente de su entorno y su buena onda generalizada. Según cuentan, el segundo atributo se fue difuminando a medida que la relación con Kobe se solidificaba y su carácter se volvió arisco con las personas que formaron parte de su pasado y, especialmente, con los dependientes de las tiendas de ropa y joyerías que frecuentaba. La tildan de demandante e incluso de déspota y garante de un trato carente de empatía y de barbilla excesivamente levantada. Que esas habladurías sean ciertas o fruto de la envidia nunca lo sabremos, pero que este parecer está muy extendido y que su pasear junto a Kobe era altivo es tan real como que siente una debilidad por los diamantes difícil de saciar.

Durante su juventud, Sofía y su padrastro no veían con buenos ojos que su hija menor de edad estuviera saliendo con un adulto que le mandaba flores al instituto y la recogía de clase a bordo de un Mercedes Benz. Cuando quisieron darse cuenta, ese chaval que salía en medios de comunicación y al que paraban por la calle para pedirle autógrafos aprovechó la celebración de su 18 cumpleaños para pedirle matrimonio. Se habían conocido seis meses antes y la sobreprotección maternal a la que estaba sometida Vanessa solo podía ser quebrada con un anillo de compromiso. Kobe estaba colado por ella y desoyó las recomendaciones de sus abogados sobre la necesidad de firmar un acuerdo prenupcial e incluso se distanció de su propia familia, ya que no veían con buenos ojos que se casara con una chica latina en lugar de con una afroamericana. Es lo que tienen los cuentos de príncipes y princesas, que la trama exige superar el rechazo del entorno.

Unidad a prueba de infidelidades

Uno de los aspectos que compartía la pareja era la frialdad con la que dejaban atrás a las personas con las que no querían tener relación, ya fueran familia o amigos. Se rodearon de los que quisieron, sin miramientos, y se dedicaron a formar una unidad familiar a prueba de infidelidades con un modelo matriarcal muy marcado. Durante los años en activo de Kobe, Vanessa se convirtió en la fuerza motriz del hogar, flanqueada por su madre, a la que el astro de los Lakers compró una casa a una sola manzana de distancia cuando se divorció de su segundo marido. Hay una célebre frase de un conocido de ambos que afirmó: «Si él es el que lleva los pantalones en la familia, ella es la que le dice cuáles debe ponerse». Vanessa marcó los tiempos de la relación y la influencia que tuvo en Kobe fue tal que lo medios más afilados la comparaban con Yoko Ono, señalada como la culpable de la desintegración de The Beatles, ya que decían que tenía «dominado» al astro de los Lakers hasta tal punto que le separó de algunos de sus amigos.

Los Bryant se casaron en 2001, tuvieron a su primera hija en 2003 y pocos meses después aparecieron juntos y con cara de circunstancia en una rueda de Prensa en el Staples Center para limpiar la imagen de un Kobe acusado de abusar sexualmente de una trabajadora de hotel en Denver, Colorado. Se trató sin duda del episodio más vergonzoso para la pareja en sus 19 años de relación. Pero siguieron adelante, y tras una etapa separados, superaron la situación y se mantuvieron unidos con la esperanza de poder saborear los frutos recogidos durante tantos años de sacrificios. El último partido que Kobe jugó en abril de 2016 fue uno de los días más felices de Vanessa, porque por fin tendría a su marido junto a ella y a sus hijas de manera constante, sin tener que compartirlo con patrocinadores, otros jugadores, medios de comunicación o ejecutivos. Aquel era el comienzo de una nueva vida en la que trajeron al mundo a dos hijas más. Era el momento de disfrutar de verdad y las últimas imágenes antes del accidente muestran a un padre de familia implicado y encantado que compartía la pasión del baloncesto con Gianna (13), también fallecida. Se esfuma así el proyecto de vida por el que Vanessa ha luchado y no le queda más remedio que representar la idea que Kobe tenía de ella: el seguir siendo «la mujer más fuerte que conozco».