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El verano pre Covid de Juan Valderrama: «Praia Verde, un paraíso al que escapaba»
«Era uno de esos veranos en los que los artistas trabajábamos mucho, ¿te acuerdas? (dice con tono melancólico). Teníamos pocos días de vacaciones, pero los exprimíamos. Este es uno de los paraísos a los que me escapaba: Praia Verde, que está cruzando la frontera de Ayamonte, y pertenece al municipio algarvío de Castro Marim. Es un lugar maravilloso y agreste. Ese día, a pocos metros de mi tumbona, vi cómo una pareja de nórdicos intentaba dar un zapatazo al camaleón que muestro en la mano. Un animalito con millones de años a sus espaldas, cuyo único mecanismo de defensa –dado que es muy lento– es el camuflaje, especialmente ante el animal más dañino: el de dos patas mal informado. Como está en peligro de extinción, empecé a gritar para que no le hicieran daño: ¡No lo hagan! ¡No lo hagan! Lo salvé en el último minuto. Le dejé reposando en mi mano para hacerme la foto. Lo tranquilicé, y lo dejé bajo un pino para que siguiera su camino». A Juan le fascinan los animales, «soy muy bichero porque me crié en el campo, en una finca de Sevilla, rodeado de un entorno rural donde mis padres me dejaban tener de todo: aves de todos los tipos, gallinas, no menos de 50 perros recogidos. Mi padre (Juanito Valderrama) me lo permitía. Me decía: hijo, ¿otro más?, y mi pobre madre (Dolores Abril) no decía nada. Creo que hasta le gustaban. Aprendía a relacionarme con ellos de tal modo que quise estudiar veterinaria, pero mi alergia al pelo de los perros me lo impidió, lo que obsta para que siga teniendo canes». Soluciona el problema lavándose las manos constantemente y encendiendo purificadores de aire, «pero no pienso dejar de vivir con ellos, respetarlos y cuidarlos». El único bicho que le produce respeto es el arácnido, pero incluso se niega a matar a las hormigas que corretean por cualquier cocina española en verano, «no puedo envenenarlas –explica– porque solo quieren llevarse una miguita de pan». La conciencia ecológica del artista va más allá de los animales, «cuando se declara un incendio es como si se muriera un amigo. Me arde el alma. O cambiamos un poquito el paradigma o nos iremos a la porra. Somos un desastre como especie», concluye el cantante que acaba de actuar en Los Veranos de la Villa con su espectáculo «Mujeres de carne y verso» en el que pone música a poetisas que van desde Safo a Gloria Fuertes, «porque la poesía en femenino se nos ha negado y hacían versos como catedrales». Estuvo acompañado de Cristina Pato, María Toledo, Miriam Cantero y Rozalén, «¿sabes que yo la presenté a los medios, desde el espacio que tenía en el programa de Carlos Herrera, en el que descubría talentos? La adoro. Sigo intentado encontrar perlas negras fuera de los ‘‘talent show’' con mi productora Kompetencia records; mi mayor ilusión sería convertirme en Mario Pacheco, que daba oportunidad a todo artista que merecía la pena». Seguimos hablando de veranos maravillosos y para Valderrama, amén de los de su infancia, en los últimos años se sitúan todos en su casa de Espartinas (Sevilla), «rodeado de los míos, alrededor de una piscina y una barbacoa. El sueño de cualquiera. Si, además, tienes un pozo y un huerto, te puede pillar el fin del mundo; se me ve poco urbanita, ¿verdad? Pues es la realidad. Soy de campo y la naturaleza me da vida, me da paz, me carga energía», concluye quien en septiembre retomará la gira congelada por la pandemia.
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