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Política

Bea Fanjul, el nuevo látigo del PP y su novio torero que gusta a los gays

La nueva presidenta de Nuevas Generaciones nada en ríos revueltos y no se calla nada. Salta al mundo rosa por su noviazgo con el torero Posada de Maravillas

Bea Fanjul
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«Tengo un lenguaje al que no están acostumbrados porque debo reproducir las barbaridades que dice la izquierda. No voy a dejar que me esquinen». Declaración de intenciones, también una advertencia, de Beatriz Fanjul. Quienes aún no la conocen, lo van a hacer. La diputada y presidenta desde este fin de semana de Nuevas Generaciones (NNGG) del PP –todavía está en la edad a sus 29 años– va a ser muchas cosas menos una política anodina, precisamente porque tiene poco de política.

Su carácter le impulsa a nadar siempre en ríos revueltos y a soltar la lengua: «Los del PSOE son unos social-vendidos». «No hace falta utilizar los dramas que han sufrido muchas mujeres para sodomizar a los hombres». «El lenguaje inclusivo es una gilipollez». «¿En qué fase abren los prostíbulos y las marisquerías para que os entretengáis menos en Twitter?» (dirigido a la izquierda durante el confinamiento). Sin esforzarse demasiado, sus filas de admiradores y detractores aumentan. En la de los indiferentes no van a encontrar a nadie.

«Soy como soy, sin esconderme», tal vez por eso casi nunca se maquilla y admite su pereza para peinarse y crear un conveniente fondo de armario. «A veces me han dicho que tengo cara de cría, que qué tal si me pongo una americana y unos tacones... Y yo contesto: si me duelen los pies, voy con zapatillas», decía en una entrevista en el «Confidencial Digital». Es el atractivo de la naturalidad, una cualidad más fácil de lucir cuando, como ella, se nace agraciada.

No parece que esa personalidad de puertas abiertas sea impostada porque también la demuestra cuando es su vida privada la que genera titulares. Hace unas semanas se reía en la prensa de los rumores que la emparejaban con «Pepe», como llama al alcalde de Madrid, su buen amigo José Luis Martínez-Almeida. Con la misma soltura acaba de reconocer su relación con el torero Juan Luis Ambel Barranco, conocido como Posada de Maravillas: «Es verdad, no me tengo que ocultar –ha dicho a ’'Vanitatis’'–. Tengo 29 años, estoy soltera y no tengo por qué mentir si mañana igual me ven con él por la calle de la mano». Y puntualiza: «Pero no es verdad que vayamos a vivir juntos».

Juan Luis Ambel Barranco
Juan Luis Ambel BarrancoLuis Diaz

Dios los cría y ellos se juntan, pensarán algunos, y acertarán si solo se refieren al atractivo de los guapos. Pero poco que ver con la clásica relación de taurinos con mujeres apegadas a la tradición. La pareja encaja más entre los «millennials» del cambio que en el folclore patrio. El auténtico espectáculo para Bea (ella prefiere el diminutivo) es la visión del mar sobre una tabla de surf o, mejor aún, el que disfruta ante un tablero de ajedrez, su pasión desde pequeña y su primera fuente de ingresos cuando durante un tiempo enseñó a principiantes los secretos del juego. Su otra debilidad es el grupo Smile, bilbaínos como ella, pop suave y divertido. La caña solo le gusta en la política. Ahí rompe cánones, como él lo hace en el toreo cuando admite que prefiere Justin Bieber al flamenco y defiende abiertamente los derechos del colectivo LGTB antes que la masculinidad mal entendida.

Afeó la actitud de Rajoy

Dicen de la diputada que su mayor virtud, y tal vez su principal tara, es no renunciar a ser un verso suelto. No es casual que suela mencionar a Cayetana Álvarez de Toledo como una de sus referencias dentro del PP, aunque siempre nombre en primer lugar a Pablo Casado para demostrar la lealtad debida y su estima personal. Pero que nadie espere de ella siempre la misma prudencia. Su personalidad desinhibida la llevó hace tres años a afear la actitud que mostraba Mariano Rajoy hacia el nacionalismo vasco y las víctimas del terrorismo. Aquel discurso en un acto de NNGG la sacó del anonimato y la ubicó en un sector que ella misma define como «la derecha sin complejos», lo que para otros significa compartir vecindario con Vox.

En una entrevista concedida a la revista «Vanity Fair», aseguraba no llevar la cuenta de las veces que le han llamado pija o facha. «Aunque lo que más suelen decirme es: 'Qué chica tan maja’'». Ahora que va a ganar protagonismo en el campo de batalla, necesitará ese filtro para que el lodo no le agrie el carácter.