Libro
La victoria final de Doña Sofía: perdón y aplausos para la Reina
Sabía del tono laudatorio y de perdón de las memorias de su marido, el rey Juan Carlos I, que recibió con una extraña mezcla de agradecimiento y resignación
La imagen de Alaska, de pie sobre el escenario del Teatro Real, mirando al patio de butacas repleto y pronunciando unas palabras cargadas de emoción ante la Reina Sofía, resume mucho más que un gesto artístico. «Majestad, gracias por tanto», dijo la cantante, provocando una ovación cerrada que se extendió varios minutos. El público, compuesto por artistas, empresarios, políticos y representantes del mundo cultural, se levantó para aplaudir a una mujer que, a sus 87 años, sigue siendo un símbolo de serenidad, servicio y dignidad institucional.
Ocurrió durante la 40ª edición del Premio BMW de Pintura, una cita ya clásica del calendario cultural español, y se produjo justo en los días en que el nombre de la Reina Sofía volvía a ocupar titulares por otro motivo muy distinto: la publicación de las memorias de su marido, Juan Carlos I, en las que el Rey «padre» le pide perdón públicamente y reconoce su papel fundamental en su vida y en la historia reciente de España. El momento fue tan espontáneo como sentido. Alaska, encargada junto al actor Álex González de presentar la gala, aprovechó su intervención final para dedicar unas palabras a la Reina Sofía. La artista, icono generacional y símbolo de modernidad, subrayó la importancia del compromiso de la monarca con la cultura y la solidaridad, antes de concluir con una frase que emocionó a todos: «Gracias, Majestad, por representar durante tantos años lo mejor de nosotros». El Teatro Real estalló en aplausos. La Reina, visiblemente emocionada, se llevó la mano al corazón y dedicó una sonrisa cómplice a la cantante. No es habitual ver a la Reina Sofía recibir homenajes públicos de este tipo, y mucho menos desde figuras tan alejadas del ámbito institucional como Alaska. Pero esa fusión –una figura clásica de la Corona y un icono de la Movida madrileña– simbolizó el reconocimiento transversal que la Reina sigue generando en la sociedad española.
La velada conmemoraba los 40 años del Premio BMW de Pintura, certamen creado en 1986 y considerado uno de los más importantes del panorama artístico nacional. Más de 1.300 invitados llenaron el Teatro Real. Además del componente artístico, la gala tuvo un marcado carácter solidario: la recaudación del concierto benéfico, interpretado por la Orquesta Sinfónica de RTVE, se destinó a programas de ayuda infantil impulsados por la Fundación Mundo en Armonía, que siempre ha estado vinculada a su hermana Irene que por primera vez no acude a este vento.
De Rey a Reina
El contraste entre la ovación del Teatro Real y las páginas que están saliendo a la luz de las memorias de Juan Carlos I resulta inevitable. Bajo el título «Reconciliación», el libro que se publicará el mes próximo en España, recoge, entre otros temas, un repaso íntimo a su vida personal, su reinado y su relación con la Reina Sofía. En uno de los pasajes filtrados a la prensa, el Rey Juan Carlos escribe: «Nada podrá borrar mis profundos sentimientos hacia mi esposa, Sofi, mi reina. España no podría haber tenido una Reina más abnegada e intachable. Le pido perdón por los errores que la hicieron sufrir».
En el texto reconoce «torpezas» y «ausencias» que dañaron su matrimonio, y destaca la «fortaleza silenciosa» con la que Sofía afrontó los momentos más difíciles de su vida pública.
El libro no es una sorpresa para la Reina Sofía, que ya sabía de la existencia de estos párrafos laudatorios, que recibe con una extraña mezcla de agrado y resignación. Aunque el matrimonio hace frecuentes videollamadas, el perdón público era una espina que el padre de Felipe VI necesitaba quitarse. El libro llega en un contexto de revisión histórica y personal. A punto de cumplirse el 50 aniversario de su proclamación como Rey (22 de noviembre de 1975), Juan Carlos I busca fijar su versión de los hechos tras años de distanciamiento institucional y críticas públicas. En sus memorias, además de reflexionar sobre su papel durante la Transición y sus relaciones internacionales, dedica un espacio relevante a su esposa, a quien describe significativamente como «el pilar silencioso de la Corona». Las palabras han sido interpretadas como un intento de reconciliación no solo personal, sino también simbólica: una forma de reconocer el papel de la Reina Sofía en la estabilidad emocional e institucional de la monarquía.
La cultura del servicio
El acto del Premio BMW de Pintura confirmó lo que ya venía percibiéndose desde hace meses: un regreso progresivo de la Reina Sofía a la primera línea pública, con una agenda activa en materia cultural y solidaria. A lo largo del último año ha presidido cerca de una veintena de actos oficiales, entre ellos entregas de premios de investigación, inauguraciones de exposiciones y actividades de la Fundación Reina Sofía centradas en la lucha contra el Alzheimer. Su presencia transmite continuidad en tiempos de cambio. Lejos de polémicas o discursos, Doña Sofía encarna una idea de monarquía más discreta, basada en la cultura del servicio, que contrasta con los sobresaltos mediáticos que acompañaron los últimos años del reinado de su marido. En el Teatro Real, su figura fue el hilo conductor de la velada. Al final, los organizadores entregaron un ramo de flores a la Reina, mientras la orquesta interpretaba una pieza de Manuel de Falla. El público volvió a ponerse en pie. Era la segunda ovación de la noche. El título del libro, «Reconciliación», parece extenderse al plano público. No se trata de una reconciliación privada, sino del reencuentro entre la Corona y la sociedad, representado en el aplauso de los asistentes.
Mientras su marido revisa con lupa los grandes hitos de su pasado, ella reafirma su papel en el presente a través de la cultura, el arte y la solidaridad. Y si las memorias de Don Juan Carlos buscan reconciliarse con su pasado, la Reina Sofía, sin decir una sola palabra, parece haberlo logrado ya, a través del arte, la templanza y la mirada cómplice de todo un Teatro Real puesto en pie.
El adiós silencioso de Irene
La hermana querida de la Reina Sofía sigue donde siempre ha estado, entre bambalinas. Este es el primer año que no acude a uno de sus eventos preferidos, los premios BMW de Pintura, donde siempre ha disfrutado del concierto de RTVE. Este año, tampoco ha ido a Marivent, como habitualmente había hecho. Su deterioro cognitivo y su delicada condición física la han apartado de la vida pública, en un escenario que habitó siempre desde la discreción. La última vez que la vimos en un acto público fue el pasado febrero en la boda de Nicolás de Grecia (iba en una silla de ruedas que era empujada por su hermana Sofía), en Atenas, un país que está en su ADN y donde quiere ser enterrada, junto con su hermano Constantino. No es el único familiar que mantiene en vilo a Zarzuela. La Infanta Margarita, de 86 años de edad, sigue recuperándose, bajo la siempre atenta mirada de sus dos hijos. Su plan inicial era reunirse estos días con su hermano Don Juan Carlos que está regateando en Sanxenxo, Galicia.