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El embarazo de Chabelita, nuevo culebrón

Chabelita Pantoja y su novio Alberto Isla
Chabelita Pantoja y su novio Alberto Islalarazon

Y a tenemos con qué distraernos en esa ruleta de emociones varias en que la televisión ha convertido España. «¡Sálvame!» nunca estuvo mejor aplicado en su doble versión vespertina y «deluxe». Lo de Chabelita –¿o acaso deberemos llamarla ya Isabel II?– primero impactó por el comunicado materno que supuso regocijo familiar, confirmación y también –ahí está lo malo– amenaza, que no viene a cuento ahora que la niña se ha hecho mayor de edad con la guinda de que, además, está de cuatro meses y medio. El futuro padre se llama Alberto Isla, tiene 19, es gaditano y aspira a ser matador de algo más que inocencia y entrega juveniles. Estos días difunden todo su pedigrí y hasta que ya tiene un niño de dos años nacido de una esporádica relación con una sevillana quinceañera que el mismo día del jubiloso aniversario, cuando Cantora aún bullía en celebración, hizo su debut televisivo: ella nos contó lo mal padre que es el tal Alberto, «que al principio venía a vernos una vez al mes». La acompañó su madre contando algunos detalles con ternura y mesura, que no todo han de ser lamentos y desgarros. Lo habían aceptado porque, según asegura, «así es la vida», y la mujer encandiló con su sencillo relato del traspié que la hizo abuela joven. «Nunca nos pasó ni un real, es un bala perdida», pero añadieron que milita en el PP como cierto aval acreditador.

El morbo está servido porque también han localizado al primer novio de Chabelita, a quien Isabel Pantoja no vio con buenos ojos. Impartió su buena ración informativa, se sentó y trincó como está mandado. Todo sucedió en sólo 24 horas y los oportunistas –afectados, eso sí, no neguemos su derecho– surgieron como setas, ahora que estamos en temporada. De aquí a que Chabelita dé a luz, me pongo en lo peor (que es lo mejor), porque tendremos nuevos testimonios inéditos con las tropelías de unos y otros. De momento, nadie ha confirmado si, tras el cumple en el feudo gaditano de los Pantoja, la grávida muchacha tomó el portante con dos maletas para rematar la faena –por utilizar términos afines al aspirante a torerito– con el tal Alberto. Y sólo estamos al principio de este nuevo culebrón nacional que emocionará, conmociona y saca jugo a sentimientos tan puros y generalmente desinteresados como la paternidad.

«¡Hay que ver!», suspiran las vecindonas sin llegar a responderse de tal cúmulo emocional. A partir de ahora, descubriremos a primos, sobrinos, familiares, adictos y detractores y hasta al vecino del quinto, que darán cuenta puntual de qué comen o qué garitos frecuentan, si son felices o infortunados y hasta qué pie calzan. Todo es un despropósito recaudador y de elevado chismorreo en el que Pantoja debería aplicar su comunicado ejemplarizante sólo dedicado a los medios informativos: ojo con desmadrarnos. «Como siempre lo hemos hecho, buscaremos la protección de la intimidad que las leyes nos otorgan», amenaza. Y enseguida templa gaitas admitiendo tal trago con que «el embarazo es fruto de una relación estable y duradera de amor», aunque la pareja tan sólo se conoce desde Semana Santa, porque Alberto salía con Kiko Rivera y así surgió romance tan embarazador. La cantante temió a los medios pero no reparó en las parentelas respectivas, que son las que añaden ajo y pimiento al tema. Tenemos para rato.