Entrevista

Aldo Comas, artista: «¿Aristócrata? ¡Como no sea de la venta de tabaco y whisky!»

Marido de la actriz Macarena Gómez, nos presenta su colección de pintura, mientras desmiente bulos sobre él

Aldo Comas
Aldo ComasDavid Palleja

Hablamos con el artista sobre el arte de disfrutar, de remontar y de perder el pudor... porque incluso, él lo tiene. Un poquito. Y no hablamos de Albert Rivera, por Dios.

Dicen que los extraterrestres existen, pero en realidad hace tiempo que sospechamos que Aldo Comas era uno de ellos. Conocimos un poco más del polifacético (y poliédrico) artista en ‘First Class’, y ahora presenta ‘Kamikaze’, que es una obra de arte y una performance arty que consta de una canción, una pintura que ejerce de portada del single y un videoclip. ¿Qué implica para usted ser un kamikaze?

Una forma existencial de lanzarte al vacío y de ponerte cachondo sin escuchar demasiado los convencionalismos sociales. Cuanto más he roto esquemas en mi vida, mejor me ha ido. Dediqué siete años a montar un proyecto y cuando lo conseguí, se fue al garete por el coronavirus. Me arruiné, me encerré en el campo y pinté cuadros por 200 euros para mis colegas. Ahora los vendo por 3.000/4.000 euros. Eso no habría pasado si no hubiera sido un kamikaze.

Para remontar cuando se toca fondo, ¿se necesita cabeza o valentía?

Hay que tener cabeza y un plan B. No sé si es cuestión de huevos, de inteligencia o de ambas cosas, pero creo que todo se mezcla. Antes me pasaba ocho horas al día analizando un business plan, por ejemplo, y ahora quizás me tiro cuatro mirando un cuadro fijamente para saber si pongo un punto negro. Emplear el cerebro de esa manera es un gran riesgo.

En el vídeo de ‘Kamikaze’ pinta sobre el cuerpo y la cara de su mujer. ¿Podríamos decir que es su Gala?

Sin duda. Es el amor de mi vida, y lo siento así cada vez más. Nos entendemos a la perfección, y no puedes ser un Dalí sin una Gala a tu lado. Me identifico mucho con él a nivel existencial. Siempre digo que soy su reencarnación, aunque suene pretencioso.

¿Le hizo gracia que participara en First Class, teniendo en cuenta lo celosos que son de sus vidas privadas?

Al principio no, porque dice que la palabra reality suena fatal, pero era una forma de hacer un alegato existencial de cómo vivir la vida y de posicionarme como pintor. Fue el comienzo de mi carrera de pintor y quería hacerlo para que se me reconociera como tal de forma pública. Fue mi condición para participar.

¿Le ha costado quitarse de encima el pudor de presentarse como artista? ¿O es algo a lo que no le dedica ni un segundo?

Si te digo la verdad, me ha dado pudor mucho tiempo, porque serlo es tan relativo y difuso… Pero hay quien se llama artista a sí mismo y no es nada. Ya no me avergüenza reconocerlo.

¿Puede vivir de la pintura? ¿O es todo fachada?

Ahora sí, pero porque vivo en el campo. Durante el coronavirus me di cuenta de que podía ser feliz con 500 o 1.000 euros al mes y de que si vendo un cuadro a 1.000 euros, tengo el sueldo de un español, y ahora lo vendo por cuatro veces más. He conseguido vivir del arte con el sufrimiento que conlleva. Había meses en los que le he tenido que pedir dinero a mi mujer y otros en los que me lo ha tenido que pedir ella, pero somos felices y tenemos amor.

Las redes sociales pueden ser hostiles con los famosos, ¿cómo le tratan a usted? ¿Se siente querido por sus seguidores virtuales?

No me insultan mucho, y eso que tengo todas las papeletas para que lo hagan. Contesto y bloqueo a los cuatro que lo hacen. Soy así de radical: mi Instagram es mi casa, y aquí mando yo. La envidia ibérica es un clásico, pero siendo como soy, no me ha afectado tanto como la gente creería que lo haría, porque soy sincero y transparente. Conozco a los periodistas, tengo un trato de tú a tú y creo que al final, cuando eres humano, no te metes en tantos líos.

Como disfrutón experto, ¿por qué estamos siempre tan amargados y enfadados?

España es un país en el que la envidia es deporte nacional. En Estados Unidos, cuando te arruinas y lo pones en el currículum, ganas puntos; en España, es una condena. Son maneras de pensar que vienen condicionadas por la división inherente del país, pero quiero romper una lanza a favor de España. Nos encontramos en el bar y ahí nos llevamos bien. La gente admira que en Francia se manifiesten por temas importantes, pero nosotros vamos al bar, que mola más. Estoy a favor de la cultura del «a tomar por culo».

¿Por qué hay tantos bulos sobre usted?

Exacto. Todo empezó cuando nos vieron a Macarena y a mí en la boda de Andrea Casiraghi y de ahí, ríos de tinta. España tiene un gran complejo con la monarquía y siempre ha tenido cierto fanatismo con la de Mónaco. Como nunca hablé de ello, no sabían qué decir, y por eso se lo han inventado todo. También han dicho que vengo de una familia rica, cuando en realidad, desde los 13 años he hecho de paleta, limpiador de bosques, camarero… En España les gusta la imagen del royal, pero yo, ¿de qué voy a ser aristócrata? ¿de la venta de tabaco y whiskey? Me niego a desmentir cosas, porque desmentir es igual de absurdo que hacer declaraciones.

Lo cierto es que su padre regenta una tienda de souvenirs. ¿Qué souvenir representa mejor a España ahora mismo?

Un cenicero de esos que pone eso de ¡Viva Esapaña! y al mismo tiempo, te apagas un piti. Desgraciadamente somos un país que nos quemamos a nosotros mismos y estamos más preocupados por jodernos, que por unificarnos.... Por eso, es imposible nuestra historia. Aunque no lo sientas, tienes que posicionarte para formar parte de un círculo social, algo que sobre todo, ocurre con la izquierda.