Caso Pandoro
Chiara Ferragni ante el juez
"Es un momento difícil en mi vida" ha asegurado la influencer italiana
Milán, martes 4 de noviembre. 09:45. Chiara Ferragni cruza la puerta del tribunal. "Es un momento difícil", dice. Es la frase más normal que ha dicho nunca. Y probablemente la más verdadera.
Ferragni ha decidido someterse al rito abbreviato: el procedimiento abreviado italiano. Traducción: velocidad y posible rebaja de pena a cambio de renunciar al espectáculo. Juicio a puerta cerrada. Nada de show. Nada de streaming. Nada de stories.
Campañas benéficas que no lo eran
La acusación es brutal en su simplicidad: estafa agravada por campañas supuestamente benéficas que no lo eran. El pandoro de Balocco -ese dulce navideño italiano- se vendió a nueve euros (triple del precio normal) con un claim emocional: parte de lo pagado iba para un hospital de Turín. No era así. Balocco había donado 50.000 euros meses antes. Las empresas vinculadas a Ferragni ingresaron, según fiscalía, más de un millón.
La influencer más influyente del planeta lifestyle está acusada de haber hackeado el algoritmo moral de la caridad.
Y sin embargo, algo revela el subsuelo procesal: solo una consumidora -76 años- se personó como acusación particular. Y ha sido compensada: 500 euros. Firmado y cerrado.
La otra acusación técnica viene de una asociación de consumidores (Casa del Consumatore) que rechazó un acuerdo de 5.000 euros y quiere algo más conceptual: una campaña en redes para prevenir estafas digitales.El juez decidirá en la próxima audiencia: 19 de noviembre. El veredicto: enero 2026.
Mientras tanto, Ferragni se parapeta detrás de una línea defensiva quirúrgica: ya ha cerrado la parte administrativa (pagó 1 millón de multa por práctica comercial incorrecta) y ha donado más de 3 millones de euros a entidades sociales. Es la tesis de sus abogados: no hay delito, hay corrección en curso.
Pero este juicio lo que juzga, antes que cifras, es una era.
Ferragni -28,1 millones de seguidores hoy; llegó a tener casi 30- fue el absoluto paradigma de la influencia como infraestructura. No era una selfie. Era una industria. Y todo eso implosionó en cuestión de ocho días hace dos años, cuando el caso Pandoro estalló.
Perdió seguidores. Perdió contratos. Perdió facturación. Perdió la pareja -Fedez- con quien había construido la narrativa perfecta de familia digital europea. En el colapso, lo que se desplomó no fue solo un negocio: fue el relato.
Hoy, Chiara está en modo silent rebuild. Solo contenido profesional. Nada íntimo. Nada emocional. Cero conflicto.
Porque hay algo que Chiara ha entendido: en 2025, recuperar reputación no es volver a ser querida. Es volver a ser confiable.
Y ese juicio ya no está en manos de los jueces. Está en manos del público.