
Belleza
El espejo del Alma: Adriana Abascal: radiofrecuencia y suitilezas con bisturí
"Es la prueba de que la belleza es 30 por ciento genética, 50 por ciento cuidados y 20 por ciento, actitud"

Es mexicana y tiene ese acento suave que encandila a los hombres. Desde su primer marido, Emilio Azcárraga, el que fuera el hombre más rico de América Latina y dueño del imperio Televisa, hasta su segundo, esta vez español, Juan Villalonga, presidente de Telefónica y ex íntimo amigo del presidente Aznar a su tercer esposo, el guapísimo francés Emmanuel Schreder, del que se divorció hace tres años. Pero como no hay tres sin cuatro, le llegó su príncipe azul y esta vez italiano: Manuel Filiberto de Saboya, nieto del último rey de Italia.
Ella es cultísima. Habla inglés, francés e italiano (además de español) y estudia mandarín. Al ser preguntada por si solo le gustan los millonarios, Adriana respondió que: «Si yo tuviera un puesto en el mercado, me casaría con el pescadero».
A sus 55 años, Adriana es la prueba viviente de que el glamour no caduca. Su rostro es tan impecable que dan ganas de preguntarle: «¿Qué brujerío usas?». Aunque todo parece indicar que su secreto no es magia, sino una combinación perfecta de genética, cuidados y actitud.

¿Cirugías? Sí, pero con inteligencia. Abascal no niega haberse hecho algunos retoques, pero los ha elegido con la precisión de un cirujano plástico con MBA. Nada de transformaciones radicales, sino sutilezas que resaltan su belleza natural.
Me consta que es fan de la tecnología Thermage que es la radiofrecuencia más potente para el tensado de la piel. Consigue llevar calor a capas profundas de la piel, a cuatro milímetros, para estimular y aumentar la producción de nuevo colágeno y la regeneración del tejido conjuntivo por estimulación de los fibroblastos. De esta manera, se mejora tanto la flacidez como las arrugas.
Su rutina es más disciplinada que un marine. Hablamos de alimentación sana, ejercicio constante, buenos tratamientos faciales de alta gama y mucho descanso. Más mediática, más indispensable, más cálida, más cercana, más atractiva y arrolladora que nunca, Adriana transmite una energía que grita siempre «estoy en mi mejor momento» y eso, amigos, no lo da ningún bisturí.
En resumen: la bellísima Adriana Abascal es la prueba de que la belleza es 30 por ciento genética, 50 por ciento cuidados y 20 por ciento, actitud. Y ella tiene todos esos ingredientes en cantidades industriales. Ser auténtica, quererse y no rendirse nunca. Ese es su elixir.
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