Relación
Gwyneth Paltrow y Brad Pitt: del amor icónico al dardo sin filtro
La actriz repasa sin tapujos su historia con el galán de Hollywood: “Es muy tonto y tiene un gusto horrible para las mujeres
Fue uno de los romances más emblemáticos de los años noventa, tan idealizado como seguido por los flashes: Gwyneth Paltrow y Brad Pitt encarnaron el arquetipo de la pareja dorada de Hollywood. Pero con el paso del tiempo, los recuerdos han mutado, y la actriz ya no se anda con rodeos. En declaraciones recientes, ha lanzado un dardo envenenado: "Es muy tonto y tiene un gusto horrible para las mujeres".
La historia comenzó en 1994, cuando Paltrow debía decidir entre protagonizar una comedia con Keanu Reeves o interpretar a la esposa de Pitt en "Seven". Su elección -según confesó- no fue profesional, sino romántica. Así inició un idilio que parecía escrito para la gran pantalla. Desde el primer día en el set, ella sintió que él era diferente. Pero tras las primeras escapadas y los posados idílicos, empezaron a emerger las fisuras.
Distintos orígenes
El contraste de orígenes fue uno de los puntos de fricción. Gwyneth, criada entre la élite cultural de Los Ángeles, con educación exquisita y herencia artística, se topó con un Brad Pitt más rústico, salido de una estricta familia bautista de Missouri. A menudo, ella misma ironizaba con sus diferencias: desde explicarle la diferencia entre tipos de caviar, hasta desesperarse por su impuntualidad crónica. "Lo único que compartíamos era la fama", decían sus amigos.
Aunque Brad la acompañaba en rodajes como el de "Emma", donde exigía romper normas de etiqueta para cenar en camiseta en hoteles de lujo, la relación se iba desgastando. Él opinaba sobre su vestimenta, ella confesaba sentir dudas y atracción por otros actores como Hugh Grant. Paltrow, pese a su estatus creciente, se sentía emocionalmente desgastada. Amigos cercanos hablaban de un Pitt incómodo con su éxito, incluso con actitudes que rozaban lo "verbalmente y emocionalmente abusivo".
En 1996, él intentó salvar la relación con una propuesta de matrimonio en Argentina. Ella tenía 24 años; él, 33. Se comprometieron, pero la historia no resistió el paso de los meses. La ruptura llegó, silenciosa pero contundente. Aunque Gwyneth aceptó años más tarde su responsabilidad -"Lo arruiné. No estaba lista"-, también dejó entrever heridas mal cerradas. Sobre su padre, dijo: "Quedó devastado. Brad era como un hijo para él".
Con los años, las declaraciones se hicieron más ácidas. Tras enterarse del matrimonio entre Pitt y Jennifer Aniston, Paltrow reaccionó con frialdad y, según fuentes cercanas, con cierta amargura. "Tiene un gusto horrible para las mujeres", confesó en círculos privados. Y en una cena con la heredera de Estée Lauder, llegó a decir que Brad era 'más tonto que abundio'".
Hoy Gwyneth ha rehecho su vida con Brad Falchuk, pero no duda en hablar sin filtro sobre uno de los capítulos más intensos y contradictorios de su pasado. Aunque en su momento lo definió como "demasiado bueno para mí", el tiempo y la distancia parecen haber dado lugar a una lectura más ácida y desmitificadora. Porque a veces, incluso los cuentos de hadas de Hollywood esconden un guion mucho más realista y menos romántico del que se proyecta en pantalla.