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Cine
Brad Pitt acelera la suerte del guapo
Delante y detrás de "FI", la estrella ha conquistado el sueño de poner Hollywood a sus pies aunque sea con unos incomprensibles 61 años

La historia es siempre la misma: la suerte del feo el guapo la desea. O eso dicen. Brad Pitt nació, el dieciocho de diciembre de 1963, con la desgracia de un físico espléndido, acompañado por las virtudes optimistas propias de los Sagitario con ascendiente en Júpiter, signo de fuego. Alto, esbelto, con una tableta espectacular, sabiamente trabajada sin excesos esteroides y rematada por un rostro de facciones no sólo regulares e incluso clásicas, sino simpáticas y pizpiretas. Un rostro capaz de expresar tanto indefensión y ternura como descaro, malicia y violencia, pero dotado siempre de cierto encanto natural irresistible, al que contribuían una respetable mata de pelo rubio y unos envidiables ojos verdes. Podía pasar perfectamente por uno de esos imposibles héroes arios soñados por los fofos y deformes gerifaltes nazis como ideales sturmtruppen con los que conquistar el mundo, que sólo Hollywood ha hecho realidad. No es extraño que le hayan ido como anillo nibelungo al dedo personajes como el Heinrich Harrer de “Siete años en el Tibet” (1997), el Tyler Durden de “El club de la lucha” (1999), el Aquiles de “Troya” (2004) o más irónicamente el Aldo Rayne de “Malditos bastardos” (2009).
Pero durante mucho tiempo Brad Pitt se vio obligado a combatir por todos los medios la maldición de “la rubia tonta”, que condena la belleza cinematográfica, especialmente la masculina, a ojos de muchos críticos y espectadores, a buscar desesperadamente la manera de mitigar el efecto que sobre sus patéticas miradas envidiosas provoca de forma al parecer inevitable. Como Tom Cruise, y quizá no es casual que el director de “F1” sea también el de “Top Gun: Maverick” (2022) -reflejando especularmente ambas películas clásicos juveniles de los ochenta como “Top Gun” (1986) y “Días de trueno” (1990), del menospreciado Tony Scott, convenientemente avejentados-, la ambición rubia, tardío recién llegado al brat-pack, aquel fabuloso “hatajo de mocosos” de los ochenta que tantas satisfacciones diera a las revistas para chicas y tantos disgustos provocara entre los cinéfilos, tuvo que luchar duramente para convencer a buena parte de crítica y público de que ser guapo no equivale a ser mal actor.
Tras pasar brevemente, dejando un reguero de pósteres y fotos en las habitaciones y carpetas de “chicas y maricas”, por telefilmes y series de televisión como “Dallas”, “Los problemas crecen”, “Las pesadillas de Freddy” o la mítica “Nuevos policías”, cuyo elenco encabezaba a su vez un jovencísimo Johnny Depp, y después de cosechar injustas invectivas y comentarios poco amables por sus papeles en “Cool World” (1992), “Entrevista con el vampiro” (1994), donde coincidiera con el también aborrecido Cruise (al que ni Anne Rice quería para la película), “Leyendas de pasión” (1994) o “¿Conoces a Joe Black?” (1998), Pitt no dudó en convertirse en barbudo y violento redneck psicópata para “Kalifornia” (1993); afeándose con celo digno de Lon Chaney Sr. para encarnar su grotesco personaje en “12 monos” (1995) y envejeciendo prematuramente para convertirse en protagonista de “El curioso caso de Benjamin Button” (2008), consiguiendo, por cierto, sendas nominaciones a los Oscar por ambos papeles. El chico de oro aprendió la misma dura lección que el Cruise de “Nacido el cuatro de julio” (1989) o el Daniel Day Lewis de “Mi pie izquierdo” (1989): la Academia los prefiere feos.
Por supuesto, a lo largo de su extensa carrera, en la que ha prosperado como productor, sobreviviendo a la prensa rosa y a sus matrimonios con Jennifer Aniston y Angelina Jolie (¿cómo no caer en el alcoholismo cuando vives bajo el peso de un monstruo bicéfalo llamado Brangelina?), Pitt ha sabido moverse como pez en el agua entre el cine comercial y el autoral. Entre películas espectaculares, comedias románticas y filmes independientes, trabajando con realizadores como Fincher, Tarantino, los Coen, Malick, Guy Ritchie, Iñárritu o Soderbergh, entre otros, subrayando con su notoria afición a la arquitectura y la escultura, sus obras benéficas, sus cameos en películas de prestigio y su apoyo al colectivo gay, que se puede estar como un queso emmental y no por ello tener el cerebro lleno de agujeros, haciendo olvidar de paso sus estupendos anuncios para Levi´s y Heineken o su foto en las carpetas de las chicas.
Finalmente, además de con la ayuda de quienes pasaron por lo mismo antes que él, como su amigo Robert Redford, Pitt cuenta con el mejor de los aliados. Uno que pasa factura a la inversa para los actores guapos: el Tiempo. Ahora, puede hacer sin problema, rodeado de elogios críticos, papeles como los de “Érase una vez en Hollywood…” (2019) -por fin el Oscar-, “Bullet Train” (2022) o “Wolfs” (2024), que si hubiera interpretado con veinte o treinta años le hubieran acarreado probablemente incontables pullas irónicas sobre sus escasas dotes dramáticas, sustituidas por su belleza y atractivo.
En un Hollywood que se ha vuelto majara, donde es más fácil ser estrella de acción con un pie en el asilo de ancianos (perdón: en la residencia para mayores) que en pleno esplendor físico, Brad Pitt ha dado un nuevo sentido a la suerte del guapo. Que no es otra que la triste realidad de que también los guapos dejan de serlo. Al menos, de manera tan insultante como cuando eran jóvenes y lozanos. Muchos lo celebrarán con “F1”. Otros, sin embargo, volveremos a verle en “Clase sangrienta” (1989), “Thelma & Louise” (1991), “Johnny Suede” (1991), “Sleepers” (1996) o “La sombra del diablo” (1997), cuando era mucho más que simplemente un buen actor: una cara bonita.
El escándalo Pitt
La carrera de este hijo de Júpiter destinado a perdurar y triunfar allí donde muchos de sus compañeros de viaje quedaron postergados por los misteriosos designios de Hollywood no ha estado exenta de polémicas. En 2016, el FBI investigó a Pitt por un posible caso de abuso infantil (no sexual, ojo), cuando un pasajero anónimo que viajaba en el mismo avión que la familia Brangelina al completo denunció al actor por violencia verbal y física hacia uno de sus hijos durante el vuelo. Aunque finalmente la acusación no llegó a ninguna parte, el incidente fue resucitado por Angelina Jolie en 2022, tras su divorcio en 2016 y en medio de un proceso de acusaciones mutuas entre la ex pareja. No debió ser casual que el actor entrara también el mismo 2016 en un programa de desintoxicación de Alcohólicos Anónimos, encontrando para superar sus adicciones el apoyo del actor Bradley Cooper y de su veterano compañero de reparto en “Leyendas de pasión” y “¿Conoces a Joe Black?”, Anthony Hopkins, que de alcoholismo y drogas sabe un rato largo.
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