
Arruinada
Ivonne Reyes: el precio del éxito y su caída al vacío
La presentadora confiesa en exclusiva a "Lecturas" que "estoy arruinada y en tratamiento psiquiátrico".

Durante años, Ivonne fue un rostro omnipresente en la televisión. Su sonrisa, su energía arrolladora y su carisma la convirtieron en una de las figuras más queridas del panorama mediático español. Pero detrás del brillo de los focos, la realidad era otra: una espiral de malas inversiones, deudas desorbitadas y un deterioro emocional que la han llevado a tocar fondo. Hoy, la presentadora rompe su silencio en exclusiva en la revista "Lecturas" y se muestra como nunca antes: vulnerable, sin poses ni artificios. "Estoy arruinada y en tratamiento psiquiátrico. He perdido todo", confiesa con una sinceridad demoledora.
Su declive comenzó tras la pandemia, un punto de inflexión en el que su cuerpo y su mente dijeron basta. "Estuve a punto de morir por una septicemia y desde ahí fue muy difícil volver", recuerda. La enfermedad no solo la dejó al borde del abismo físico, sino que marcó el inicio de un periodo de tres años en los que se vio incapaz de recuperar su vida profesional. "No tenía ilusión, ni energía, ni ganas. No me sentía capaz de enfrentarme a los platós, ni a la publicidad, ni a los proyectos". Lo que en un principio parecía agotamiento se reveló como una depresión severa, diagnosticada cuando ya era demasiado tarde.
Durante décadas, Ivonne fue el pilar económico de su familia. A su éxito en televisión se sumaron negocios y emprendimientos que, lejos de consolidarse, la arrastraron a la ruina. "Me metí en negocios fallidos, programas que no salieron, empresas, perfumes... Perdí tanto dinero por no asesorarme bien...". La cifra es escalofriante: más de 20 millones de euros evaporados en malas gestiones y deudas que fueron creciendo de manera incontrolable.
El golpe final llegó cuando tuvo que renunciar a todo. "Llegué a tener tres casas y las fui perdiendo una a una". Su única prioridad era su hijo, Alejandro, a quien logró ofrecer una educación internacional a costa de sus últimos recursos. Pero el pozo no tenía fondo. Cuando finalmente enfrentó la realidad, la deuda era inabarcable. "No sé cuánta deuda llegué a tener. Eran tantos números, de una cuenta a otra… Decidí olvidarlo porque, si no, no vives".
Hoy, Ivonne busca acogerse a la Ley de la Segunda Oportunidad, un mecanismo que, si se cumplen ciertos requisitos, permite la cancelación de las deudas. "No tengo nada a mi nombre, no tengo nada que me puedan embargar", reconoce con crudeza. Su presente es incierto, pero al menos respira, sin la opresión de cifras imposibles de pagar.
El precio del éxito ha sido devastador, pero Ivonne no se rinde. Quiere reconstruirse, aprender de los errores y empezar de nuevo. No hay certezas, pero sí una verdad inquebrantable: la vida no la ha vencido aún.
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