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El Lucio marbellí: "Onassis pochaba tortilla en mi cocina"

El restaurador Santiago Domínguez abre museo en Burgos y nos repasa su vida de «glamour»

Santiago Domínguez junto a Julio Iglesias Cedida

El empresario Santiago Domínguez, junto con el príncipe Alfonso de Hohenlohe, ha sido uno de los grandes embajadores de Marbella. Tras una vida cocinando para los paladares más exigentes, hoy ve cumplido su sueño: abre el primer museo gastronómico en Vadocondes, su pueblo natal, situado en la provincia de Burgos. «Estoy feliz. Muchos de mis recuerdos estarán aquí… como el jarrón de Anthony Quinn, los faisanes del rey Fahd o el perrito-copa de los reyes Balduino y Fabiola», relata.

Humilde y discreto, Santiago nunca buscó la fama, pero se ganó el respeto. «Hubiera querido abrir el museo en Marbella, donde todo ocurrió, pero el Ayuntamiento no me apoyó y decidí traerlo a mi pueblo, donde están encantados». Llegó a Marbella huyendo del frío castellano y fundó el primer chiringuito de la ciudad. Desde entonces, personalidades como Jean Paul Belmondo, Julio Iglesias, Dalí, Picasso o Cela pasaron por sus mesas. «A Pérez-Reverte le llevaba sopita mientras escribía ‘La Reina del Sur’», recuerda a LA RAZÓN.

Su restaurante también fue escenario político: allí se cableó la operación Malaya y ministros del franquismo celebraban consejos informales en sus vacaciones. «A Franco lo vi una vez. Le encantaban las chuletillas de lechal. Entre mis primeros clientes estaban sus familiares», recuerda. En 60 años, Santiago ha servido platos a reyes, escritores, artistas y también a cualquiera que pasara por su puerta con un «blanco malagueño».

Llegó a Marbella en 1957 tras formarse con Perico Chicote y en el hotel Savoy de Londres. Allí fundó el chiringuito Marimar, pionero en la zona. «Eran 2.000 metros y el único que había en la playa», asegura. Jaime de Mora fue clave en su llegada a la Costa del Sol y llegó a hacer de maître en su restaurante durante una huelga de hostelería. «Ese día se bebió dos botellas de Vega Sicilia», recuerda con humor.

Santiago Domínguez junto al príncipe FelipeCedida

Santiago no distingue a nobles de vasallos y eso le ha valido más de 400 distinciones, como la Medalla de Honor de Marbella. Su museo guarda objetos de gran valor sentimental, como la vasija de Anthony Quinn o los faisanes dorados de Fahd. Entre las anécdotas más recordadas, la de Belmondo y su novia escondidos como cocineros en la cocina para escapar de los paparazzi, o Christopher Lee disfrazado de Drácula provocando el pánico en el restaurante.

Dustin Hoffman, con quien comparte un gran parecido, se ha convertido en una amigo fiel

«Cocinando para el magnate Onassis aprendí lo que era el poder del humor. Él mismo pochó una tortilla conmigo en el yate y siempre volvía con Maria Callas o Jacqueline Kennedy». Camilo José Cela pasaba allí sus tardes de tertulia, Carmen Sevilla rompía su ayuno de la Buchinger con sus postres y Julio Iglesias lo abrazaba con cariño. «A mí solo me decía que le diera mi brazo. Siempre ha sido encantador».

Hasta el actor Dustin Hoffman, con quien comparte un gran parecido, le llama para contarle chascarrillos. Santiago Domínguez, el hombre que convirtió la hospitalidad en arte, ahora inmortaliza su legado en un museo donde el alma de Marbella vive entre vitrinas y recuerdos.