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Gil Parrondo: «Trabajar con George Cukor me hizo levitar»

Director artístico. Estuvo a las órdenes de los mejores en Hollywood y en España. Aunque poco popular, quizá sea nuestro cineasta más importante

Gil Parrondo
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En poco más de un mes recibirá el premio Ricardo Franco del Festival de Málaga, uno más entre los muchos galardones que ha recogido durante su dilatada carrera, dos Oscar incluidos. Definirlo, sin embargo, como una leyenda viva no le haría justicia. A sus 92 años, este «decorador» (como a él le gusta que lo llamen) todavía diseña escenas de cine.

-¿Cómo se hace para seguir a su edad en activo?

-Pensando que nunca has llegado a hacerlo todo. No he tenido vacaciones nunca. Desde que empecé en 1939 no he parado, afortunadamente. Algo que me ha ayudado mucho en mi profesión es que jamás me he quejado de los medios que tenía. De eso sí que presumo. Es cierto que he tenido suerte al trabajar en grandes películas con muchos medios, pero cuando se trataba de una pequeña, la he hecho con el mismo cariño y motivación.

-Al menos desde fuera, ha tenido una vida profesional fascinante, rodeado de estrellas y viajando por todo el mundo...

-Tengo un respeto enorme por los actores. Son lo más importante. El rodaje de «Los niños del Brasil» con Laurence Olivier, Gregory Peck y James Mason fue un placer enorme. Tuvimos que hacer un viaje de localización que nos llevó a las selvas amazónicas durante semanas. Creo que son 210 películas las que he hecho, aunque cada vez que las cuento me salen más pues algunas de las primeras estaban perdidas en mi memoria.

-Ha trabajado muchísimo en Hollywood. ¿Le sigue fascinando el cine hecho allí?

-Siempre he sido muy americano, muy de Hollywood, en ese sentido. Desde niño. He dado mi vida al cine, y ese amor lo despertaron las películas de Ginger Rogers y Fred Astaire. Tenían una estética y un buen gusto tremendo. Creo que no sólo era el gran cine, sino que lo sigue siendo. Tiene un misterio extraño: todos los años sin excepción hacen alguna película maravillosa. No entiendo a la gente que rechaza sistemáticamente el cine americano.

-¿Y al cine español?

-Se le ha atacado mucho porque no produce dinero, y la industria se queja de que no tiene apoyo. Son cuestiones en las que no he entrado jamás. El cine español, cuando empezó a ser un éxito de taquilla, un poco antes de la guerra, fue con filmes como «Morena clara» y «Nobleza baturra», que hicieron de Imperio Argentina una estrella. Hay una anécdota fantástica y es que cuando empezó la Guerra Civil «Morena clara» estaba en los cines Rialto de Madrid. Terminó la guerra y la película continuaba en cartel a los tres años de su estreno.

-¿Entiende que la gente se queje de nuestra cinematografía?

-Me hace gracia. ¿Cuándo íbamos a pensar que una película española iba a ganar en Cannes? Jamás. ¿Quién iba a decir que un actor y una actriz también lo iban a conseguir? Sin embargo, somos tan especiales que nos cuesta trabajo reconocer, por ejemplo, a Penélope Cruz. Se le discute incluso su belleza. El cine español tendrá sus altibajos, pero, cuando sale bien, está al mismo nivel que el de la mejor cinematografía mundial.

-Ha trabajado con bastantes de los grandes directores de Hollywood: Orson Welles, Cukor, David Lean, Anthony Mann...

-El que más me ha emocionado ha sido Cukor. A los doce años ya lo admiraba muchísimo. Sus comedias son absolutamente actuales, no envejecen. Cuando me ofrecieron «Viajes con mi tía» y estreché su mano fue algo que me hizo levitar. También me di cuenta de que no tiene que ver el talento de un director con el tipo de persona que es. David Lean no era complicado, pero era un hombre distinto a todos: no hablaba ni se emocionaba como lo hacía el resto. Con otros he tenido problemas. Orson Welles era genial pero muy difícil. Como director es uno de los mejores. ¿Cómo voy yo a cuestionar eso? Pero como ser humano era estrambótico y provocador.

-También tendrá recuerdos de las actrices...

-Cuando Sophia Loren empezó no era buena actriz. Tampoco diría que era bellísima, más bien muy atractiva. Llenaba la pantalla. Sin embargo, con el tiempo se convirtió en una excelente intérprete.

-No ha parado de trabajar. ¿En qué está metido ahora?

-Llevo 2 años con una película que me gustaría que fuera mi broche de oro. Es la vida de Antonio Machado. Yo lo tengo preparado todo pero no empieza. Y el año pasado me llamaron para la que prepara Saura, «Guernica», otro proyecto muy atractivo.

-La digitalización ha cambiado muchas cosas en su profesión. ¿Cómo ha manejado este cambio?

-Nunca entré en los ordenadores. Me sé canciones de cuando tenía siete años, pero no me puedo meter en la cabeza cómo funcionan estos diabólicos aparatitos. El móvil tampoco. ¿Qué es almohadilla? No me queda en la cabeza. Así que imagínate con la decoración digital. En las producciones hechas por ordenador no sé qué pasa, pero hay algo que chirría. Lo que no se me ocurre es negar el avance de la técnica, de la que hay que estar orgulloso.

-¿Cómo es eso de ganar un Oscar y, por si fuera poco, por partida doble?

-¡Fue el primero que venía a España! Estaba rodando en la Costa Brava y mi esposa me llamó para decirme que me lo habían dado. Fue algo grandioso. He tenido tres nominaciones y he conseguido dos. Estoy muy satisfecho. Pero también es una cuestión de suerte porque depende de las películas que haya ese año.

-¿Se arrepiente de algún trabajo?

-Estoy triste de haber colaborado en una película sobre García Lorca que encarnaba Andy García. Es un actor fantástico, pero en la película no era Lorca. Me duele decirlo porque el director era bueno como persona, inteligente y encantador. Aunque estoy muy orgulloso de todas mis películas. Gracias a ellas he conseguido en mi largo camino la felicidad absoluta. Y mi premio final son mis tres hermosas nietas.