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Los sábados de Lomana. "Qué ridículas y forzadas son las elecciones del 10-N"

En el zoco de Doha
En el zoco de Dohalarazon

Acabo de llegar hace dos horas al paraíso, unas islas de máxima belleza donde el agua tiene un color verde turquesa inigualable. Lo primero que he hecho ha sido tirarme a nadar desde mi «palafito». Con lo que yo adoro el mar, estoy feliz. La arena es tan fina y blanca que te acaricia los pies. He decidido que el tiempo que esté aquí andaré descalza todo el día. Ese es mi mayor placer, junto con el silencio absoluto que solo se rompe con el ruido del agua al chocar en mi cabaña. Desde aquí se ve todo de otra forma. Pienso en nuestro país, últimamente tan convulso, y tomo conciencia de nuestra pequeñez y de la estupidez y contradicción humana, saliendo a la calle como borregos para destruir su propia ciudad, esa que dicen amar tanto. También recapacito sobre las forzadas y ridículas elecciones del día 10, ¿para quedarnos igual? No lo sé. De momento, me dedicaré a disfrutar de la belleza de las islas Maldivas. El viaje es agotador y piensas que nunca vas a llegar, pero cuando estás aterrizando se te olvida y solo quieres empezar a disfrutar. Nos trajeron desde el aeropuerto en hidroavión, una nueva experiencia. El Hotel Resort Vakkaru, en el que me encuentro, es espectacular, una isla para nosotros con un servicio excelente. Las Maldivas, situadas en el Océano Índico, ya formaban parte de algunas de las rutas comerciales más importantes del mundo dos mil años antes de Cristo. Egipcios, mesopotámicos, chinos y gente del Valle del Indo las utilizaban como parada obligatoria. Más tarde fueron poblándose de marineros y guerreros provenientes de India y Sri Lanka, que fueron los que trajeron las lenguas que más tarde derivaron en la actual: divehi. Pasaron por ellas holandeses y portugueses, quedando en el siglo XVII bajo el protectorado del Reino Unido. Fue así hasta que lograron su independencia. Ahora, el turismo es su mejor fuente de riqueza y trabajo. Ayer, en Doha, donde hicimos escala y conocimos la bella e interesante capital de Qatar, me pude dar un gran festín para mis ojos, esta vez de arquitectura. Qatar y Emiratos Árabes están haciendo las ciudades del futuro e invierten en espectaculares edificios y museos firmados por los mejores arquitectos del mundo. El francés Jean Nouvel diseñó, en mi opinión, el museo más bonito de los últimos años. El edificio por sí solo ya es una obra de arte, no necesita nada más, es la joya de la corona del país. Inspirado en la Rosa del desierto, es uno de los más emblemáticos a nivel mundial, junto al nuevo Louvre de Abu Dabi. La Gran Rosa del Desierto es blanco, tiene 40.000 metros cuadrados de discos entrelazados entre sí que proporcionan un movimiento y una magia que te dejan ensimismado. Este pequeño país tiene grandes reservas de gas que le proporcionan una economía y un poder en el mundo como nunca había tenido. Es de agradecer que inviertan en arte, en cultura, armonizando el pasado y el futuro. Típico y lleno de vida, su zoco es un lugar de encuentro al atardecer, con los ciudadanos sentados en terrazas tomándose un helado o un té a la menta. A veces acompañados por sus familias, algunos con tres o cuatro mujeres, todas cubiertas de negro y aparentemente sumisas y felices. Eso me ha trasmitido Doha, un pueblo orgulloso y feliz con todos sus logros, donde por el simple hecho de nacer ahí ya tienen una paga de por vida de 3.000 dólares. Vamos, igualito que nosotros, que trabajamos para pagar impuestos que mantengan la barbaridad de infraestructura política en la que han convertido nuestro país. En este momento creo que me voy a dormir encima de la tablet. Mi sueño es demoledor, así que hasta la próxima semana.